Queridis lectoros:
Visto y considerando cierta polémica –seguramente ínfima para la humanidad y apenas trascendente para los que participaron en ella– originada por esta misma columna pero hace siete días, quiero dejar constancia de que en ningún caso traté de ningunear o menospreciar a los eventuales votantes de La Pubertad Avanza, a quienes además no conozco en persona, porque tengo la ¿suerte? de que la totalidad de mis cercanos y allegados votarán por otras opciones electorales (digo "opciones", en plural, porque conozco gente que votará en blanco o que no votará).
Sí me animo a decir que quienes apoyaren a Javier Milucha estarían optando por alguien que –como ya señalamos con Daniel Paz en este mismo diario– les va a mostrar, en caso de que pueda, que aun quienes creen que no tienen nada que perder... algo que perder tenían.
Y si digo "en caso de que pueda ", es porque creo que no va a poder, como tampoco va a poder dolarizar, dinamitar el Banco Central, terminar con los planes sociales y soltar a los genocidas. ¿Por qué? Porque la “la coyuntura le será adversa". Con esta frase apenas más comprensible que la filosofía holística de Patricia Faizer, quiero decir que no le van a sacar nada a nadie porque van a perder las elecciones.
¿Optimista, lo mío? No necesariamente. Gramsci dijo: “Con el pesimismo de la razón y el optimismo de la voluntad”, y en mis días más idealistas le agrego “con el peronismo de la emoción”. Les lectoris de esta columna saben que voté y votaré a Sergio Massa para presidente en 2023. No soy objetivo (nadie lo es), tampoco soy hipócrita como para simular una imparcialidad que en este caso no tengo. No dejo de incluir en mis redes sociales la frase “sí, pero P. Bullrich es peor, Milei es peor aún y V. Villarruel es peor todavía”. Tal vez me equivoque en el orden, pero no será por mucho.
Digo que Milei seguramente recoge “los votos de los excluidos”, pero al decirlo no estoy acusando de nada a quienes y quienas se sientan excluidos; sí creo que es tarea de los demás, y sobre todo de quienes más responsabilidad política tienen, la de incluirles, de una u otra manera. Porque, aunque lo económico sin duda marca una frontera, lo social, lo político, lo religioso, lo cultural, lo físico, lo sexual, lo genérico, lo futbolero, lo etario, lo generacional, lo racial y hasta la preferencia por el fresco y batata versus el Mar del Plata y membrillo pueden servir a la hora de dejar a otre afuera. Lo difícil, lo que requiere trabajo, es no dejarlo/a afuera, pero después no nos quejemos si vota a Milei.
Estos días estuvieron marcados por el acto en que la candidata a viceperdedora de Javier Milucha quiso recordar a quienes quiso recordar, y se cuidó muy bien de no decir nada que hiciera tambalear su discurso fascísticamente correcto. Cada uno recuerda y homenajea a quien quiera.
Quizás una respuesta contundente del campo nacional y popular hubiera sido, justamente, no responderle, sino tener nuestra propia agenda de recuerdos:
· El pasado miércoles 6 de septiembre se cumplieron 92 años desde aquel golpe que derrocó a Hipólito Yrigoyen y que dio comienzo a la década infame.
· El pasado lunes 11 se cumplieron 50 años desde que aquel nefasto pinochetismo terminó con un Chile al que queríamos tanto y, como leí por ahí, con nuestra propia adolescencia.
· Hoy mismo, sábado 16, se cumplen 68 años de una jornada que de revolución no tuvo nada, y de libertadora mucho menos.
Tenemos qué recordar, tenemos a quiénes homenajear. Para nosotros, el Día del Maestro refiere a nuestras queridas y queridos docentes, pero para algunos candidatos miedocráticos, “el maestro” refiere a aquel dictadorulo del otro lado de la cordillera, cuyas enseñanzas en lo económico y en lo represivo pretenden seguir.
Mientras tanto, Patricia Faizer adoptó una nueva filosofía: “Si no puedes vencerlos, confúndelos”, y nos espetó un proyecto “Holístico” (“Holis, ¿qué talis?”, “Holiwood”, “Holi y Stan”, “Aji y Holi”, “Holivos cada vez más lejos”, “Holizontes de glandeza”) que ni siquiera sus periodistas adeptos pudieron descifrar. Sí sabemos, porque no lo dijo, que, para devolvernos la alegría, contó con un intelectual con el que podemos coincidir o no, aprobar o no, estar de acuerdo o no (en mi caso son tres “no”), pero al que nadie en su sano ni en su enfermo juicio consideraría un símbolo de la alegría. Por si alguien aún no sabe de quién se trata: su apellido empieza con “K”, como el de Axel, termina con “off”, como el de Axel, pero en el resto de las letras y en la ideología y proyecto de país no tienen nada pero nada que ver.
Por su parte, Javier Milucha y su banda de corazones libert-arios está condenado a Metáfora perpetua, y no sabe cómo desenredarse. Explica que las cosas que propone son posibles pero no lo son, son posibles pero no acá, son posibles pero no ahora, son posibles pero no con él de presidente, pero lo dice con la íntima convicción de que si alguien logra entender el galimatías que nos propone su segunda marca, lo de él es “moco 'e pavo”.
Y seguramente va a realizar lo que dice en su decimosegundo mandato, que va a coincidir con el segundo semestre macrista y con el Reich de mil años que –gracias a Dios, a la humanidad o a quien fuere– pertenecen solamente al reino de lo imaginario, sección pesadillas.
Y si tenemos un poco de suerte y viento a favor; si los hados nos son propicios; si el Olimpo, el Valhalla, la suma de monoteísmos y el agnosticismo colaboran, tal vez nos sorprendamos, para bien, de acá a un par de meses.
Sugiero al lector compañar esta columna con el video “Zambita de los vulgares” de Rudy-Sanz, RS, recordando a otros que nos “sorprendieron para bien”, (la Scaloneta), hace pocos meses, y hace cuatro días: