La semana pasada se llevaron a cabo en el Centro Cultural de la Ciencia C3 dependiente del Ministerio de Ciencia y Tecnología, las jornadas Diseño para la Innovación Productiva. El objetivo fue comprender a la disciplina como una herramienta de innovación, competitividad, crecimiento económico y productivo sociocultural, desde su rica e imperiosa relación con ciencias más duras como medicina, biología, computación o química.
Así, durante tres días dialogaron casos locales con visitas internacionales de destacados especialistas, todos centrados en los roles, horizontes de la innovación y sobre todo en los cruces absolutamente necesarios entre disciplinas. Diseño y movilidad en el sector aeronáutico, agroindustria, innovación en alimentos, tecnología médica, fueron algunos de los grandes temas.
El carácter de conferencia internacional, organizada por el Centro Internacional de Diseño del Conocimiento Tomas Maldonado, el Centro Interdisciplinario de Estudios de Estudios en Ciencia, Tecnología e Innovación (Ciecti), el Ministerio de Producción, la Bienal Nacional de Diseño (BDS) y el Plan Nacional de Diseño (PND), se lo dieron dos visitas muy esperadas: la del doctor Mario Bisson, del Instituto Indaco del Politécnico de Milán sobre el proyecto “Diseño y Ambiente”. Y la del doctor Joachim Krausse de la Universidad de Humboldt, Berlín, sobre la cocina antropocena.
En tren de resumir algunas de las observaciones y conclusiones más importantes y fundamentalmente la presencia del diseño en la ciencia, entrevistamos a Roxana Garbarini, diseñadora industrial con larga trayectoria ocupándose del diseño para el mundo real.
A Garbarini la conocemos de allá lejos y hace tiempo cuando desde la Universidad Nacional de la Plata trabajara, junto a un grupo de apasionados docentes, sobre la problemática de los cartoneros desde sus programas de extensión. En ese momento (hablamos del 2001 y de este suplemento) ya nos había llamado la atención el grado de compromiso en generar soluciones para la seguridad de este colectivo de trabajadores informales, que existe al día de hoy. Diseñadora industrial, profesora regular titular de la FADU UBA en la asignatura Diseño Industrial de I a V año, integrante del Centro de Proyecto Diseño y Desarrollo dirigido por la DI Beatriz Galán, para transferencias de diseño y desde 2011, Coordinadora Nacional del Centro Bilateral de Diseño Industrial y hoy directora, del que pasó a llamarse desde 2013 “Centro Internacional de Diseño del conocimiento Tomás Maldonado”, está avocada a trabajar en nuevas líneas y relaciones del diseño en el campo de la inter-disciplina dentro nada más ni nada menos que del polo científico tecnológico.
–Buena oportunidad para que se entiendan las dimensiones de la disciplina, relacionándolas con las ciencias duras…
–Cuando se empiezan a generar en el polo científico tecnológico e idean los institutos internacionales interdisciplinarios para la innovación, los famosos I 4 , se piensa en una serie de disciplinas para que los integren y entre ellas se piensa en el diseño. Un gran honor y privilegio. Lo primero que nosotros pensamos cuando asumimos la tarea fue que el centro entendiera que diseño no es sólo objetística. Así que lo primero que hicimos fue proyectar al centro en su vínculo con la invitación sobre todo centrada en el desarrollo de productos. Así empezamos a trabajar en hacerles ver a los diseñadores las herramientas que tenían desde la agencia de ciencia y tecnología. Que les suma, fortalece la ciencia a los diseñadores y a la inversa.
–¿Cuál es el objetivo de la presencia del diseño en este instituto?
–Lino Barañao tiene una frase que me gusta mucho que es que “con el diseño trabajamos para romper las endogamias de las investigaciones”. Esto significa que se corten sistemas en los cuales hay investigaciones que se van repitiendo en los centros a través de tradiciones de directores. Y en todo caso que con encuentros interdisciplinarios se pueda trabajar en nuevos disparadores para los problemas o que hacen a la creatividad en la resolución de comunicar esos problemas. Así, el centro tiene tres objetivos. Uno es en relación a las investigaciones. Encontrar esas investigaciones y temas que como dijo Tomás Maldonado cuando pusieron la placa, forman parte de una agenda que va a estar en movimiento, en la medida en que se enlaza con otros investigadores como por ejemplo en el campo de las nano o bio-ciencias. Además de investigaciones propias. Después empezamos a trabajar en el objetivo de la traducción. Que tiene que ver con que hay muchas cosas que se hacen en el polo científico- tecnológico y que esa información hay que traducirla para que el público no sea únicamente el de la comunidad científica. A veces son mapas estratégicos sobre temas o a veces generar una interfase para una investigación. Ahí aparecen los artefactos. Y una última consigna de integración productiva o de impulso que emerge a la comunidad productiva que es donde el diseñador, por costumbre, se siente más cómodo.
–¿Ejemplos concretos?
–Siempre me preguntan cuántas personas trabajamos acá y respondo que somos tres pero infinitos más ya que trabajamos en red con investigadores de todo el país y el mundo. Los que salen en las fotos de esta nota por ejemplo son el Sagima, que corresponde al desarrollo técnico por sustitución de importaciones de una fresa neuroquirúrgica para cirugía craneal. Es un proyecto Asociativo de Diseño –Mincyt, en el que participan UNLa– CTM y la Cooperativa Metalúrgica Sagima dedicada a la producción de equipamiento médico y odontológico. También tenemos el proyecto de “Tramas y elementos estructurales sobre textiles”. Se trata de las exploraciones en impresión 3D y elementos estructurales sobre textiles para la industria del calzado, desarrollados en el marco de la tesis “Innovación en diseño en la cadena de valor del calzado” de la Becaria Doctoral Becar-CTM/ CIC Clara Tapia. O el de “Biorrefinería integrada”. Un sistema productivo escalable a partir de biomasa de diferentes fuentes naturales que, desde el estudio de las oportunidades regionales, propone nuevos horizontes de producto. Vincula el sector privado a través de empresas especializadas en agro y química industrial, el sector académico a través de investigadores interdisciplinarios: PDE - UBA, Beca Maestría CTS-UNQ y al sector público: ANR TE Agencia MinCyT y CTM. Mg. DI Alejandro Bramanti y DI Marina Baima.
–¿En qué campos la ciencia presenta más oportunidades en relación al diseño?
–El ministerio tiene ejes estratégicos y ahí el diseño tiene mucha injerencia. El diseñador ve lo productivo pero hay emergentes, desde alimentos funcionales a pensar la alimentación para la tercera edad. Las jornadas las organizamos junto a la diseñadora industrial Beatriz Sauret, del Plan Nacional de Diseño. La idea fue trabajar el primer día con todo lo relacionado a la comunidad, a observar usuarios y la idea de usabilidad. El segundo día un diálogo entre lo local, lo regional e internacional. Así fue fascinante porque por un lado, Bisson, nos invitó a repensar las definiciones de diseño ya que para él diseño es ante todo complejidad. No es producto, no es servicio, no es comunicación, ni metodología nada más. También comentó que hoy el diseño es como una aguja e hilo que van enhebrando y abordando temas. El trabaja en un instituto en el área de salud, con la inmersión de personas –especialmente médicos– en situaciones de conflicto o riesgo. Un trabajo apasionante. Mientras que Krausse, desde el ámbito de la cocina antropocena, dio cátedra de cuán exponencial han sido los desarrollos tecnológicos desde el siglo pasado y cómo van modificando nuestra vida cotidiana y desde ella nos incitó a repensar la sustentabilidad, la logística, los modo en como nos alimentamos, los rituales. La cocina como laboratorio interdisciplinario de diseño para el enlace entre el hogar y el mundo. Para él viene de un nuevo período en el cual el hombre vuelva a estar en el centro reparando lo que hizo. El comentó también la importancia de dejar de ver la estructura como algo geopolítico y ver la atmósfera. En una atmósfera de conocimiento es el lugar donde se dan estos intercambios.
–¿Hay prejuicio o desconocimiento de lo que es el diseño en el ámbito científico?
–No se si prejuicio, sí desconocimiento. Hay que hacer una popularización del diseño hacia las autoridades. Justamente no es el caso este ministerio. Acá tenemos la fortuna de que el ministro entiende que es el diseño. Para él, “Diseño es la interdisciplina capaz de vincular la geometría con las neurociencias”.
–¿Y a vos, hoy, qué es lo que te sensibiliza, qué te conmueve en relación al diseño y la ciencia?
–Siempre las personas, la gente. Desde el proyecto de cartoneros a hoy inserta en este polo, lo que me interesa es el fuerte impacto social que tienen estos proyectos. Me siguen importando las personas. Para mí no hay forma de ser diseñador si no te importan las personas. Como dijo Bisson, el sentido humanístico del diseño, el de volver a observar a la persona.