Esta semana, puntualmente el 14 de septiembre, se celebró el Día del Boxeador Argentino, en conmemoración de la hazaña de Luis Ángel Firpo, que hace exactamente un siglo, sacó a su rival Jack Dempsey del ring del Polo Grounds de Nueva York, ante 80 mil espectadores atónitos. 

Dempsey volvió al ring y ganó la pelea, pero no pudo evitar que Firpo se convirtiera en leyenda. Desde entonces fue "El Toro de las Pampas" y su cartel, su chapa, acompañó a los boxeadores argentinos cada vez que salieron a pelear fuera del país durante todo el siglo veinte.

Agustín Quintana, campeón argentino superligero, ex campeón sudamericano con sed de revancha, cuenta que, en su día, entrenó como siempre. Le tocó hacer trabajo físico y media hora de cinta intensa. Se saludó con sus compañeros de entrenamiento por Whatsapp, pero ninguno de ellos se apartó de la rutina para festejar.

Quintana, que está por cumplir 27 años, tenía 13 cuando pisó por primera vez un gimnasio de boxeo: más de la mitad de su vida transcurrió ya en ese ambiente, entre el olor a sudor concentrado de los guantes y cabezales, los mates compartidos mientras se enrollan las vendas y se untan los materiales con vaselina y la cumbia de fondo.

Se crió en el barrio La Materia, en la localidad de San Francisco Solano, partido de  Quilmes. "La civilización empezaba del otro lado del arroyo”, bromea. Era natural que su primer contacto con el deporte fuera allí, dice y cuenta que al mes de entrenar ya guanteaba y no dudó a la hora de sacar la primera licencia como amateur.

El relato de aquel continúa advirtiendo que en los comienzos no fueron fáciles para encontrar continuidad: “En los primeros 2 años hice apenas 6 peleas, y mi profe de entonces, Osvaldo Falcón, me aconsejó que si quería pelear más seguido tenía que buscar otro club. Poco antes, en un festival cerca de casa, había visto a los boxeadores del Almagro Boxing Club, pelearon 4 y los 4 eran buenos. No puede ser casualidad, me dije, y encaré para allá”. Entonces conoció a Fernando Albelo, quien todavía hoy es su técnico y una persona importante de su círculo personal.

Además, comenzó un periplo muy particular. Según cuenta, de Solano a Almagro hay aproximadamente una hora y media de viaje de ida y de vuelta, "con suerte". Hay veces que por el tránsito, esa hora pueden ser más de dos. Sus compañeros dudaban de cuánto podría sostener semejante esfuerzo logístico. “Juan Martín 'Látigo' Coggi venía todos los días de Brandsen al Luna Park”, suele repetir “Chiquito” Albelo. Agustín hizo ese viaje a diario durante cinco años. Finalmente se mudó a Lugano, para acortar el viaje. Y desde hace unos meses, entrena en Defensores de la Boca, el club recién fundado por el propio Albelo.

Quintana labura desde pibe. A los 8 o 9 años comenzó a acompañar a su madre, feriante en Solano, en el puesto de venta de ropa con el que colaboraba para mantener a la familia. Como muchos otros deportistas, Agustín en su adolescencia hizo malabares para no dejar la escuela, llevar un mango a casa y, sobre todo, entrenar.

Hoy da clases de boxeo, cobra las bolsas de sus peleas, y tiene un par de sponsors. El año pasado recibió una beca deportiva del municipio de Quilmes. Por ahora los números cierran, pero en unos meses habrá nuevas exigencias: Agustín, casado con Bianca, va a ser papá por primera vez. “Va a ser hincha de Racing como yo”, aclara antes de que le pregunten, consciente de que su entorno de entrenamiento, predominantemente azul y amarillo, es una amenaza.

Quintana tiene un récord de 19 peleas ganadas, 2 empates y sólo 1 derrota. De los triunfos, 13 fueron por nocaut, pero la derrota todavía lo desvela: fue en diciembre pasado, cuando perdió el título Sudamericano frente al mendocino Juan Carrasco. “No lo subestimé, pero creo que me tendría que haber preparado más”, reflexiona. “No era una pelea más, es muy buen rival”, dice y espera la revancha.

Sostiene que el aspecto emocional es muy importante en el rendimiento deportivo, en especial porque estos recursos ayudan a resolver situaciones arriba del ring. Por eso recurre cada tanto a la psicóloga especializada Yésica Rovelli. Con el apoyo de Rovelli, pudo recuperarse y ganar un título Argentino en julio pasado, de visitante, en la Patagonia, contra el neuquino Axel Isla.

Quintana tenía un récord inmaculado y un estilo elegante y vistoso, con el que se ganó el apodo de “Sugar”. La derrota frente a Carrasco, que no estaba en los planes de nadie, menos en los suyos, le enseño una lección importantísima: el progreso no es lineal. “Desde ahí que no hago planes, ya no pienso en el futuro. Trato de disfrutar el día a día, los entrenamientos, los compañeros, aprender de los que tienen más experiencia”, señala mientras cuenta que, los fines de semana, su mayor gusto es romper la dieta, que hace mucho que ni se le cruza por la cabeza ir a bailar. 

--¿Hay algún aspecto de tu vida que no esté atravesado por el boxeo? ¿Tenés amigos fuera del boxeo?

--Ja, ja, buena pregunta. Tengo amigos de la iglesia (N de la R: la Iglesia del Refugio, cerca de su casa actual) y soy amigo de varios de mis alumnos. 

--Pero los alumnos son alumnos de boxeo, no cuentan.

--Es verdad, es que el boxeo te absorbe. 

Cumbia y boxeo

Agustín Quintana tiene su propia cumbia, "El Bosindanga Peposo", compuesta nada menos que por Rubén Darío Castiñeira, más conocido como "El Pepo". "El presidente del Almagro de esa época, Iván Aguero, era amigo del Pepo y creo que se la encargó, como un regalo para mi", cuenta. "Cada tanto nos mensajeamos, me desea suerte antes de las peleas", agrega. 

El Pepo, hincha de Racing como Quintana, se crió en el norte del conurbano y es contemporáneo de Pablo Lezcano, impulsor de la movida de la cumbia villera de fines de los noventa y principios de los dos mil, quien lo produjo y acompañó en sus inicios. 

Aunque su carrera sufrió interrupciones debidas a sus problemas con la ley penal, con su banda Los Gedes, alcanzó picos de popularidad con temas como "Nunca es suficiente",  "El aguardiente" y "Hoy acá en el baile", que todavía se canta en las canchas de fútbol. Hoy, con prisión domiciliaria, aprovecha el tiempo para componer más que nunca. Tener tu propia cumbia no es poca cosa. Menos si te la hizo el Pepo.