Aunque históricamente los hongos fueron asociados a su toxicidad y a su potencial letal, en el presente, lejos de esa mala fama, su cultivo se expande. El reino fungi es tan atractivo como variopinto, de hecho, se calcula que existen más de un millón y medio de especies con características y funciones bien pero bien específicas. Desde hace décadas, grupos de aficionados y profesionales se reúnen para recolectarlos en bosques, clasificarlos y comerlos. Una muestra que confirma cómo se modificó la percepción social con respecto a estos seres vivos es la Expo Fungi, que se celebra en Buenos Aires entre sábado y domingo con el objetivo de promover el conocimiento público.
El evento, que se realiza este fin de semana en la Plataforma Nave (en frente al Planetario Galileo Galilei de la CABA) alberga 1.500 personas por día; fanáticos y curiosos que asisten a la doble jornada atraídos por el fenómeno de los hongos. Una moda que en la actualidad es abordada a partir de sus múltiples facetas: la gastronómica, la medicinal, la artística y la científica. En las jornadas, además de una feria de productores, habrá “desconferencias”, en que los visitantes (quienes definen la agenda de lo que se pone en común) podrán intercambiar sus opiniones, así como también un espacio especialmente destinado a las infancias. La buena noticia, alientan sus organizadores, es que “cualquiera puede cultivarlos desde la comodidad de su casa”. No importa si se posee un terreno con tierra fértil o un departamento, si el espacio disponible es grande o chico: la posibilidad de comer lo que uno produce está al alcance de las manos.
De manera reciente, Netflix reestrenó Fantastic Fungi, un film documental que explora el mundo de los hongos en todo su color y complejidad científica; mientras que HBO presentó The last of us, una serie de gran popularidad cuyos protagonistas habitan un mundo en que unos hongos muy particulares (denominados “Cordyceps”) infectan humanos y los vuelven agresivos. En paralelo, la comunidad médica internacional confirma el rol de la psilocibina, un compuesto alucinógeno con efectos psicoactivos que poseen algunas especies y puede contribuir al combate de trastornos de ansiedad y depresión. Lo importante es empezar a verlos, porque están por todos lados.
La degradación y un rol clave en la naturaleza
“Se pueden mencionar los hongos médicos, los que atacan a las plantas, los comestibles y muchos más. Se trata de un reino muy amplio”, señala en diálogo con este diario Roxana Vitale, investigadora del Conicet y responsable del servicio de Micología del Hospital Ramos Mejía. Aunque a menudo se los confunda con animales o plantas, constituyen un reino intermedio. Se calcula que existen más de un millón y medio de especies, seis veces más que las plantas. Y de todas ellas, se estima que 20 mil producen setas (parte visible y comestible), que responden a un mosaico de tamaños y colores.
Más allá de su fama dispar, su rol en la naturaleza es clave: descomponen plantas y animales muertos; luego los reciclan y crean un escenario vital para la emergencia de nueva flora y fauna. “Hay que pensar que son los mayores degradadores de materia orgánica. Poseen una complejidad enzimática importante, con lo cual pueden degradar cualquier cosa que se nos ocurra, desde plantas e insectos a, incluso, algo bien distinto como el arte”, comenta la especialista.
También pueden degradar aquello que los humanos no desean que se deteriore. Vitale se refiere a que, precisamente, los hongos son capaces de dañar obras de arte de mucho valor, por eso es que en museos y salas de muestra artística se busca protegerlas del avance de los microorganismos. Algo similar sucede con espacios menos exclusivos como las casas, donde se suele privilegiar las pinturas antihongos, especialmente para los sitios húmedos como los baños.
Hay fanáticos de los hongos desde hace mucho tiempo, personas que los estudian de manera aficionada y que complementan el trabajo de quienes los investigan de forma profesional, desde la micología y biología. Hay algunos que disfrutan tanto de su presencia y diversidad que pasan el tiempo recolectándolos, clasificándolos y comiéndolos. Algunos (por ejemplo, los del género Amanita) provocan dolores inmediatos y pueden causar la muerte; por eso, poseen mala fama y dan miedo. “Como muchos son venenosos, la recolección que se realiza en los bosques debe ser liderada por alguien que realmente conozca del tema. Hay muchos que pueden liberar toxinas, potencialmente mortales”, advierte Vitale.
Vitale apunta a la falta de divulgación en el área de micología médica. “Se sabe que producen infecciones en las uñas y en la piel, pero la verdad es que existe una gran diversidad de enfermedades que usualmente generan. Sin embargo, creo que se les tiene miedo porque, justamente, falta que circule más información”, subraya. Como todo, es cuestión de conocer: se trata de quebrar el tabú, de comenzar a hablar de lo que no se habla, de ver lo invisibilizado y escuchar lo silenciado. La naturaleza.
Propiedades medicinales a descubrir
El interés por el empleo de psicodélicos con fines terapéuticos --útiles para tratar depresión, ansiedad, trastorno por estrés postraumático, anorexia e incluso consumos compulsivos-- resurgió con fuerza en el mundo científico. De hecho, actualmente, academias de prestigio desembolsan millones de dólares, con el objetivo de examinar sus beneficios para mejorar la salud. Dentro de todos los que se estudian (LSD, mescalina, MDMA), la psilocibina (presente en algunos hongos) se ubica como un eje de atracción creciente.
En 2022, Argentina protagonizó un hito: por primera vez el Comité de Ética del Hospital Borda aprobó la puesta en marcha de ensayos para suministrar psilocibina a 100 pacientes oncológicos. A partir del visto bueno de Anmat y el apoyo del Conicet, en la actualidad, un equipo de especialistas se encarga de la puesta en marcha de un experimento sin precedentes.
“La preparación del estudio clínico va avanzando, pero claro, como somos los primeros que lo intentamos, no contamos con antecedentes que allanen la parte burocrática. Estamos consiguiendo los permisos necesarios para la importación de la psilocibina (podría llegar al país desde EEUU), el manejo de la droga y su seguridad para usarla en humanos”, detalla Ain Stolkiner, médico del Hospital de Clínicas y uno de líderes de la iniciativa. Y aclara: “Hay muchos hongos que contienen psilocibina, pero para los estudios se suele emplear una sintética, creada de manera artificial”.
Se estima que un 40 por ciento de los pacientes que se internan con cáncer desarrollan depresión o ansiedad; pero no cualquier depresión o ansiedad, sino una muy especial, relacionada con enfrentar a la muerte. Como los fármacos que se les prescriben no funcionan de manera eficaz, la ciencia hurga opciones. Los científicos locales utilizan como base un estudio realizado por la Universidad de Johns Hopkins en 2016, que buscaba tratar la depresión o la ansiedad de 50 pacientes oncológicos. Advirtieron, tras una sesión con psicodélicos, que un 80 por ciento experimentaba mejorías. En el ensayo clínico que se realizará en el Borda se prevé hacer algo similar, pero además le sumarán un aspecto adicional: la meditación.
Precisamente, en Expo Fungi, Stolkiner dará una charla sobre psilocibina y meditación. “Es difícil saber si existe una mayor atracción de la gente por los hongos, porque realmente estoy bastante adentro del tema. Sin embargo, me da la sensación de que cada vez más gente sabe de qué se trata y que de a poco se convierte en un fenómeno sin tanto tabú”, expresa. Luego continúa: “En la Expo presentaré la evidencia que hay del uso terapéutico de psilocibina por un lado y de la meditación por otro. Lo más interesante es que lo haré a través de un caso”. Stolkiner refiere a que invitará a una persona para que cuente de qué manera el consumo de psilocibina combinada con meditación funcionó para revertir un estado que no había podido combatir previamente con ningún tratamiento psiquiátrico.
Finalmente, después de 600 millones de años, parece que llegó el tiempo de los hongos.