Parafraseando a René Magritte, un bicho no es solo un bicho. Eso parecería querernos decir el poeta santiagueño Andrés Navarro en su último libro que editó Nudista. Obra poética que tiene a un nuevo bicho mimado, engendro fallido que se burla de los hombres y del propio autor: El basilisco.
A diferencia de otras voces poéticas, que se asientan en una autoreferencialidad obscena, Navarro habla de sí mismo sin recurrir al atajo de referirse a su anecdotario personal, como un fetiche de su deslucida historia. Navarro nada a contramano en las aguas poéticas de la literatura nacional. Recurriendo a mitos urbanos, bichos exóticos, animales sueltos y personajes raros.
El Basilisco, es un libro experimental, un adefesio extraño, si se me acepta el pleonasmo. Este libro nos plantea varios interrogantes. Como primera aproximación, apenas iniciada su lectura nos cuestionamos si se trata de un solo relato. Cuando avanzamos en su lectura, nos aparece otra interrogación ¿Cuándo comienza este libro? Podemos advertir varios comienzos distintos. Pero también logramos descubrir un solo comienzo, en las seis distintas propuestas poéticas, que nunca terminan de cerrarse. Aunque no sea tan fácil de identificar si nos encontramos ante una sola obra, lo cierto es que son seis propuestas diferentes de escritura poética. Cuando se adentren en su lectura podrán avizorar sus propias conclusiones.
Como escritor, Andrés Navarro, sin ser autorreferencial, entrelaza vida, ficción y narración poética. En un entramado difícil de separar. En algunas de estas propuestas el autor está menos disfrazado, en otras, como en Zumbidos se expone un poco más. Además, el autor a diferencia de la mayoría de escritores actuales, utiliza lo que parecerían ser aportes de su vida para despistar y confundir.
Navarro busca hacer reír para no reírse (visiblemente). Andrés se ríe para adentro, con el ceño fruncido. Apodo que le quedó cuando por el 2003, entre los descansos que nos permitía el cursado de la facultad de psicología mientras hacíamos Pakua, el Sensei se lo adjudicó, mientras corríamos por el tatami. Un detalle que lo acompaña hasta hoy y que su autor volvió ficción literaria en Zumbidos.
El libro contiene seis propuestas poéticas experimentales. Seis diferentes ensayos del lenguaje. Seis maneras distintas de abordar lo poético. Lo mítico, la narración, los animales, la metamorfosis, lo absurdo y el humor atraviesan estas historias. Donde Santiago del Estero adquiere significante de ciudad mítica. El interior afuera y explota. La escritora María Lobo, nos aporta que los escritores de las provincias tenemos que dejar el “interior afuera”, sin emular las estrategias y los lenguajes del Río de la Plata. Inaugurando lugares propios, que no sean los adjudicados desde otra orilla. En este sentido Navarro es una muestra interesante de construcción de un nuevo lenguaje. Navarro mitifica su propia ciudad, su barrio, su club Mitre.
La introducción del mito del Basilisco, “El producto del encuentro amoroso de una galliana/ y una culebra” (El basilisco, p. 16), en un contexto urbano de ciudad provinciana, ofrecen el clima de magia y misterio que sostendrá la narración de los versos hasta el final.
La abundancia de animales, por otro lado, no expresan una filosofía naturalista, sino más bien lo siniestro, que al adoptar sus ropajes, lo torna más digerible. En la fantasía del ciudadano de las grandes urbes la naturaleza se proyecta como un lugar de paz y armonía. Pero no para el ciudadano de Santiago o Tucumán, que convive con ambas realidades. El campo en la ciudad y la ciudad en el campo. De esta manera en el Basilisco encontramos bichos invertidos y animales monstruosos. Gallos catuchos en una villa. Basilisco en colectivo. Bestias cornudas. El engorde de una mosca. Moscas que viborean. Mutaciones varias. Y otros engendros transformándose en el paisaje citadino norteño. “Voy a comer a alguien. Un perro, una niña. Quiero sacarme/ esto de encima” (Sueños de Tropilla, p. 160). La naturaleza en Navarro es tierra fértil de lo inhóspito, caótico y terrorífico. Una naturaleza ominosa cercana a Marosa Di Giorgio y no al mito del hombre originalmente bueno que propone Jean-Jacques Rousseau.
La Pájaro es una exquisita narración poética, con personajes variopintos, desclasados, engendros de la vida. Relato que construye desde el absurdo una probabilidad para no desaparecer. Leónidas Lamborghini, Arlt, Borges, Fontanarrosa, Papasquiaro y Bolaño, se tornan presentes en esta obra. Es una historia de humor emotiva. Una sátira de los encuentros entre escritores en algún café porteño.
En Un Kaiku chiquitito vuelve a aparecer lo animalesco y lo monstruoso. El más críptico, quizás porque es el poemario que menos elementos narrativos aportes y requiera de un esfuerzo mayor del lector.
Maullidos. Es un experimento ambicioso. La imagen copulando con la palabra, concibiendo engendros. Una poesía atrapada en viñetas de historietas.
En Sueños de tropilla Reaparece la narración poética de forma contundente. La construcción mítica de la ciudad y los personajes mutantes, en una especie de animalización humana. Retorna esa musicalidad que acompaña la narración, colaborando en su lectura y, como si fuera una tropilla, te lleva puesto hasta el final.
A contramano de lo que proponen los nichos literarios actuales, atravesados por las redes sociales donde se busca y espera resaltar la figura del autor en desmedro de su escritura, Navarro asume el desafío contrario. A contrapunto de lo actual y por un atravesamiento diferente con la palabra, propio de un escritor configurado con anterioridad a las redes sociales, Andrés no resalta su vida por encima de la literatura, sino más bien, ficcionaliza su vida en la literatura. Esconde y muestra. A diferencia de hoy, donde se pretende exponer la vida en detrimento de la escritura. El poeta desaparece al exaltar la preponderancia de la palabra poetizada por sobre el autor. En Navarro hay un predominio de la estética de la palabra por sobre la estética del autor. Su trascendencia estética está en su experimentación con y desde la palabra. Por eso leer este libro nos aproxima a una desventura, como si fuera un faro desenfocado que pretende iluminar las sombras de la poesía. Como lo expresa el poeta en La pájaro (p- 88):
"Y en ese momento otro haz de luz desciende,
y los deseos se convierten en moscas
que viborean".
Navarro, asume el desafío de experimentar con la palabra creando mundos propios sin sentido, y de esta manera parece sacarse el cómodo andamiaje de lo establecido como “buena literatura”. Así es como el poeta santiagueño, cumple el designio que vaticina Juarroz en uno de sus poemas: “Soy mi propio sostén y me lo quito”.