Disputar todo un partido con el kipá puesto. Hospedarse a pocas cuadras de la cancha ya que tienen prohibido tomarse un micro los días de Shabat. Pasar un mes distanciados de sus equipos por no poder salir de sus casas sin romper las leyes en momentos de luto. Horas de ayuno en tiempos de competencia. Y hasta la pérdida de los mejores momentos deportivos de sus carreras. Muchos jugadores conviven entre el judaísmo ortodoxo y el deporte profesional, ahí buscan un punto de equilibrio que les permita rendir al gran nivel sin deshonrar la religión que profesan.
Ryan Turell está cada vez más cerca de convertirse en el primer judio ortodoxo en integrar un equipo de la NBA. 15 minutos a pie se encontraba el hotel desde el estadio donde debutó en el Motor City Cruise; cansado, y a altas horas de la noche, el alero regresó solo ya que el partido había caído un sábado. En el judaísmo este día representa la abstención de cualquier tipo de trabajo y la prohibición de transporte en vehículos –entre otras tantas normas–. Turell acata las reglas, pero no todas.
"Ser el primer judío ortodoxo en la NBA significaría el mundo para mí, y un sueño hecho realidad, si Dios quiere. Pero, igual de importante, significaría el mundo para otros que nunca vieron esto como una posibilidad", comentó hace unos años para ESPN. Incluso se transformó en uno de los protagonistas del documental "Destination NBA: G League Odyssey" en el que muestra sus vaivenes religiosos y deportivos.
Vaya donde vaya tiene un cocinero habilitado que se encarga de suministrarle la comida kosher que consume previo a los partidos. Sobre sus rulos rubios siempre está el kipá que se percibe desde las gradas. Eso sí, Turell le pidió a su entrenador Jamelle McMillan que tenga en cuenta su situación, y que elija los encuentros que puede o no disputar por compromisos judíos.
Este caso no es el único. Sam Salz es su versión en el fútbol americano, también a pocos pasos de dar el salto a las máximas competencias con el kipá debajo de su casco. En 2021 dos equipos de la MLB seleccionaron a jugadores judíos ortodoxos, Jacob Steinmetz –jugando para los Diamondbacks de Arizona– prometió ir caminando a los partidos de los sábados, ya sean de local o visitante. En cambio Elie Kligman se rehusó a participar de los cotejos que caigan en día de Shabat.
El judaísmo tomó una notoriedad nunca antes vista en el béisbol en 1965 cuando Sandy Koufax se negó a lanzar en el Juego 1 de la Serie Mundial. Coincidió con Yom Kipur, el día más sagrado para los seguidores de esta religión. La noticia era tapa de todos los diarios, Koufax cada vez más orgulloso de su decisión. Don Drysdale fue su reemplazo en ese partido, pésimo desempeño. "Apuesto a que ahora mismo desearías que yo también fuera judío", le dijo Drysdale a su entrenador cuando lo sacaron del campo.
Mientras que los jugadores puedan ponerse de acuerdo con la institución para la que trabajan, no parecería haber mayores inconvenientes en llevar una vida ortodoxa ligada al deporte. Los problemas aparecen para aquellos que se desempeñan por sí solos en una disciplina individual, para esos que no tienen que convencer a un club, sino que deben hacerlo con organizaciones de peso mundial.
"Me había estado entrenando durante seis meses, muchas horas por día. Cualquiera sueña con una medalla de oro. Sin embargo, a pesar de que podría haber encontrado una manera halájica de resolverlo, concluí que competir en un campeonato nacional con todas las cámaras y medios de comunicación, no respetaba el espíritu de Shabat. Tan importante como es llegar a ser un campeón, más importante es representar al pueblo judío", comentó Estee Ackerman tras retirarse del Abierto de tenis de mesa de los Estados Unidos porque la final fue justo un sábado.
En esa misma competencia Ackerman se sometió a un ayuno de 12 horas desde la salida del sol, todo debido a que había coincidido con el décimo día del Tevet: "Practiqué más la noche previa y descansé más durante el día. Tampoco efectué precalentamiento antes del partido, todo eso para conservar mi energía".
La norma de no trabajar el primer día del fin de semana es la que más afecta a los atletas. El caso emblemático de los últimos años es el de la maratonista Beatie Deutsch. Meses y meses entrenando por un objetivo: competir en los Juegos Olímpicos de Tokio. Lo había conseguido… hasta que apareció el Covid-19. Con el aplazo de las Olimpiadas la competencia en la que ella participaba pasó de un domingo a un sábado. Mala noticia para Deutsch. Contrató a un abogado e intentó apelar la decisión del cambio de día con el Comité Olímpico Internacional, todo resultó en vano y la estadounidense priorizó su religión.
Desde los comienzos de los JJOO de alguna u otra manera el judaísmo ortodoxo se hace notar. En 1900 funcionarios de Syracuse le prohibieron a Myer Prinstein participar de la final de salto en largo. Otra vez, Shabat. Astuto, acordó con su máximo oponente que tomaran las marcas previas y que ninguno estuviera en la última prueba. Alvin Kraenzlein lo "traicionó" llegado el día y venció el liderato de Prinstein por un centímetro. La situación terminó a las piñas entre el medalla de plata y el de oro.
32 años después –y por los constantes conflictos organizativos– se crearon los Juegos Maccabiah, el paralelismo judío de los Juegos Olímpicos. Hoy es el tercer evento deportivo más convocante de atletas en el mundo. Solo pueden participar seguidores de esta religión y ciudadanos de Israel sea cual sea su creencia. Aparte existen distintos Salones de la Fama exclusivos para atletas judíos. Incluso hay dos argentinos que integran el International Jewish Sports Hall of Fame, el tenista de mesa Erwin Kohn y la judoca Daniela Krukower.
El gran "pero" en esta situación religiosa-deportiva es cuando el accionar del deportista provoca la ira de un pueblo, o de hasta un país entero. En el primer bloque entra Dudu Aouate. Ex arquero de múltiples equipos españoles, declaró que, si el DT del Deportivo La Coruña lo convocaba, se iba a presentar para el partido contra la Real Sociedad. Era en Yom Kipur. Así lo hizo y bajo los tres palos locales estuvo presente el israelí ese 1 de octubre de 2006. Revuelo por todo el país y políticos que pedían que fuera expulsado del Seleccionado nacional, sin embargo no lo pudieron mover y hasta 2014 fue el titular indiscutido.
En la otra vereda Dan Kramer. El jinete decidió no unirse al conjunto de Israel de cara a una competición en Carolina del Norte. Aquel torneo era clave; de lograr un buen desempeño el país de medio oriente podía estar presente por primera vez en su historia en los Juegos Olímpicos. El tema era que caía también en Yom Kipur. Kramer era de los mejores representantes que tenían, por lo que su abstención complicaba los planes del combinado nacional. Los propios miembros del equipo criticaron su decisión y ni hablar de la población israelí.
Judaísmo ortodoxo y deporte profesional. Una relación que se mantiene vigente desde hace cientos de años, a pesar de las críticas de afuera y de los problemas internos.