Es muy probable que en los manuales de historia de la televisión del futuro figure como el programa en el que Mariana Nannis hizo tronar el escarmiento desde el fondo de los 90 cuando le gritó ¡le gritó! en la cara a Patricia Bullrich que la problemática de la inseguridad “no pasa por el narco, pasa porque un país se está cagando de hambre”. Y remató: “¡No es la educación, son los sueldos!”. Pero no es esa lucidez que mata la que impera en las emisiones de Podemos hablar conducido por Andy Kusnetzoff, ni gente sacada o que la sacan. PH es un programa en busca de consensos surgido al calor del año electoral que consiste en gente comiendo un sábado a la noche, dialogando a pesar de la grieta, tomando vino tinto en plan relajado; un programa surgido contiguo a las noches de Mirtha Legrand, quien desde luego se quejó de que le habían fagocitado el formato de gente-bien-hablando-y-comiendo. ¿Tiene razón la diva? En parte sí. La comida como celebración del encuentro, es algo que registraron los almuerzos de ML. Pero eso no significa que alguien no pueda comerse un bocadillo en cámara sin ser acusado de plagio. Astutamente, en el programa de Andy la gastronomía gourmet y clásica tiene otro cariz; la comida está a cargo de un lugar cooperativo o de un restaurante que, por ejemplo, un día de la semana le abre sus puertas a gente de la calle. Según declaraciones del conductor en una entrevista cuando hace unos dos meses arrancaba el programa, la propuesta de Podemos hablar no vendría a contraponerse tanto a La noche de ML sino en general a una tele “dominada por los gritos y las discusiones, con poco espacio para pensarnos como argentinos, como ciudadanos, para conocer al otro o profundizar sus ideas”. Así, PH vendría a estar más cerca (por momentos, muy cerca) de Debo decir de Luis Novaresio, claro que más picantón. Es Andy.
A vuelo de pájaro (Cannigia) y más allá del recordado programa con la Nannis, Patricia Bullrich, Martín Lousteau y el bueno del Chapa Retegui, pasaron por ahí en los últimos sábados Guillermo Moreno, Margarita Stolbizer, Ernesto Tenembaum, Gerardo Romano, Juan Manuel Abal Medina, Gustavo Sylvestre, Flor de la V, Andrea Rincón que le cantó en la cara “vamos a volver” a María Eugenia Vidal que no dejó de sonreir nunca pero nunca, Hernán Lombardi, Jesica Cirio y siguen las firmas. Hay que decirlo: el elenco es menos monocorde que en lo de Mirtha y Novaresio, evita los halcones más desagradables que cortan la digestión del más pintado pero tampoco es tan plural como se pretende en la declaración de buenas intenciones.
Lo que realmente distingue a Podemos hablar de las noches de Mirtha es la propuesta decontracté y, sobre todo, la onda entre psi y new age. La ambientación está pensada detalle a detalle para contraponer las asperezas de salón de las mesazas donde se escucha hasta cuando una miga de pan se cae al suelo. Y Andy es un maestro de ceremonias muy inclusivo y zen. Propone –él y el programa– una serie de juegos de integración y relajamiento como discurrir alrededor de una palabra clave, contestando acerca de personas y personajes (infaltables “Mauricio” y “Cristina” o “Néstor” y “Alfonsín”) con métodos de asociación libre (decir “lo primero que te viene a la cabeza”), visualizar y monologar frente a un espejo de un lugar tan íntimo como el baño o compartir juegos grupales en una especie de cuarto preparado para tests de personalidad. Una serie de juegos de adultos para que actores y políticos se relajen, muestren su lado humano y sobre todo, convivan entre sí.
Las intenciones de Podemos hablar son transparentes y bienintencionadas si se las pone en el contexto de la TV actual. Es obvio que Intratables, la versión recargada de Animales sueltos y algunos momentos de los programas comandados por Roberto Navarro como El Destape y Economía política, están marcando hoy las variables más fuertes de la conexión entre política y TV. Y no tanto en contenidos –en los que obviamente difieren– sino en tratar de no dejar afuera la dimensión pasional de la política, las emociones, la sensibilidad. Claro que unos buscan generar empatía con los de arriba y otros con los de abajo. Cuestión de clases. Pero no hay que caer en la trampa de creer que el único rasgo de Intratables es la “gritería”. No, señor: buscan empatía, a su manera. Por eso, Podemos hablar viene tanteando un formato y un tono que lo aparten de esos programas y, sin quererlo, quizás, queda más cerca de Mirtha de lo que creen o deben querer sus hacedores. Con más calidez, obviamente, con mejores modales, desde ya, porque si hay algo que no suele imperar en las cenas y almuerzos de la diva, son los buenos modales de esa antigua elite argentina que no hablaba de política en la mesa (aunque haber roto ese código de silencio de clase es un logro de Mirtha, por qué no, un logro de superación personal).
Los tiempos también cambian, y en una de sus versiones, la más amable, el partido de gobierno llamado Cambiemos promueve el diálogo, el vamos juntos y el podemos hablar entre nos aunque algunos invitados nunca lleguen a la cita, como si le hubieran dado la dirección equivocada del restó. Podemos hablar es a su manera una respuesta a este nuevo clima de época que suele dejar afuera las asperezas de la gendarmería y otras fuerzas de la argentinidad. Por ahora parece un puñado de buenas intenciones, una caricia a la grieta, un momento de buena onda que pronto se disuelve en el aire espeso que algunos respiramos.