Producción: Mara Pedrazzoli

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Pasar el Rubicón

Por Leandro Mora Alfonsín (*)

Pensar en el devenir de la actividad económica en Argentina implica ser cuidadosos con la cuerda que ya no se puede tensar; la de los caminos fáciles para las cuestiones urgentes. Analizar hoy la realidad concentrándose en indicadores de actividad de corto plazo como el IPI o el EMAE con una inflación superior al 130 por ciento anual es una trampa en la que no se puede caer. Menos aún cuando la agenda electoral incluye propuestas inviables (dolarización a la cabeza) que, cual canto de sirenas, prometen soluciones mágicas a problemas que acumulan ya más de 15 años en nuestro día a día.

Hay una olla de oro al final de nuestro arcoiris. Pero para llegar a ella hay que estabilizar una macroeconomía que hoy aleja inversiones, deprime ingresos y horada el tejido social ¿En dónde está esa olla? En un mundo que demanda lo que Argentina puede producir. Están las condiciones dadas para que, de acá a 2030, en menos de una década pueda haber un importante salto de exportaciones y la oportunidad de ser autosuficientes en insumos energéticos para pegar un verdadero salto productivo. Hoy está postergado, pero latente. Musculo para crecer y distribuir; plantar las banderas de lo que nuestro SXXI necesita.

Muchas estrofas de esta canción las tarareamos todos. Tenemos el litio y los cátodos para baterías; la llave para la transición tecnológica de la industria automotriz. Tenemos el petróleo de los nuevos yacimientos y sus refinados; 180 años de reservas de gas y su oportunidad de potenciar nuestra petroquímica, nuestra agroindustria y mejorar la competitividad regional de actividades hasta hace años impensadas en el NOA y el NEA.

La oportunidad de pararnos sobre ello para producir GNL y duplicar los ingresos de la soja. Tenemos lo necesario para ponernos adelante en la producción de hidrógeno azul y verde. Tenemos las mejores condiciones para desarrollar una foresto-industria que produzca el cartón para cada envío puerta a puerta en cualquier lugar del mundo, el tissue que demanda cada nuevo ciudadano urbano asiático y las tablas y piezas para emprender nuevas formas de construcción sustentables y más baratas. Tenemos en la biotecnología argentina (y su mejor exponente, la santafesina), las claves para alimentar al mundo a prueba de sequías, mejorar nuestra producción de alimentos y llegar a nuevos desarrollos en resistencia de materiales. Tenemos segmentos destacados en industria naval, siderúrgica, de maquinaria agrícola, vitivinícola, ganadera, manicera, farmacéutica. Podemos poner satélites en el espacio, ofrecer servicios espaciales a otros países y conocer mejor nuestra topografía, suelos, rindes y posibilidades. La lista es más extensa, inagotable. Todo está ahí. Todo pasa mientras nada alcanza. El desafío no es que alcance, sino que se desarrolle.

Pero para ello hay que cruzar el rubicón. No hay Argentina posible, políticamente eficiente y económicamente viable si no tomamos con seriedad, sin atajos ni pavadas, la tarea de estabilizar los precios. Y no es un camino sencillo. Lograr la convergencia de los “macroprecios” de la economía (tipo de cambio, salarios, tarifas, tasa de interés) supone variaciones discretas que, como en todo proceso de estabilización, implican primeros meses de malas noticias. Hacerlo seriamente requiere una conducción política firme para contener, para acompañar con política social y transferencias directas las correcciones de precios. Requiere gastar y recaudar mejor. Requiere cuidar. Porque liderar es cuidar, no buscar tener razón. No hay lugar para atajos impracticables ni tampoco para recetas cuyo fallo está probado. La torta que tenemos que repartir no hace más que achicarse desde 2012. No podemos hablarle a la sociedad de “controles de precios” cuando hace más de 15 años que no tienen ningún efecto en las góndolas.

Discutamos cómo lo hacemos. Cómo estabilizar la macroeconomía y cuidar a cada argentino. Veamos casos exitosos. La start up nation israelí fue posible porque en 1985 se dejó el libreto de medidas no armonizadas para afrontar un plan de estabilización que bajó la inflación del 450 por ciento en 1985 a 20 por ciento en 1986; soportando luego mesetas hasta los inicios de los 2000s. Mirar no es copiar, ni desconocer que las soluciones locales requieren una mirada endógena ¿Que anclas nominales usar? ¿Por cuánto tiempo? ¿Con qué senderos de sostenibilidad fiscal y de pagos? ¿Qué mejoras de eficiencia hay que aplicar en nuestra política social? ¿Y en la energética? Darle tranquilidad a una economía que desde 1975 su única norma fue la imprevisibilidad (con oasis destacados en el medio) es la principal prioridad para poder hablar de trabajo de calidad (con ingresos que cubren las condiciones materiales de una vida basada en el progreso), infancias plenas, servicios públicos de calidad, inversiones y una matriz productiva desarrollada y federal ambientalmente sostenible.

Cada punto es una nota en sí misma. Cada punto es un debate que tenemos que dar. De forma proactiva; explicando, persuadiendo. Porque la actitud pasiva y el modo reactivo nos va a terminar encontrando discutiendo motosierras en el país donde tenemos que plantar los árboles.

(*) Economista (UBA). Docente UBA y UCES. Ex Director Nacional de Desarrollo Regional y Sectorial.

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Al pie de la bifurcación

Por Noelia Abbate (**)

Si bien las perspectivas económicas de lo que queda de este año y del 2024 están, más que nunca, sujetas al resultado de la elección de autoridades de octubre, esbozaremos algunos puntos de partida para reflexionar acerca de qué rumbo nos depara.

Actividad económica

La última estimación mensual de la actividad económica que publicó Indec señaló que en junio de 2023 esta sufrió una caída del 4,4 por ciento respecto al mismo mes del año anterior. Ahora bien, el principal componente que lo explica es la merma del 40,4 por ciento en el sector agrícola, en línea con la inédita sequía. El fenómeno climático provocó que las exportaciones caigan, dificultando la disponibilidad de dólares y afectando a los sectores industriales que deben importar insumos para su producción.

Más allá del efecto puntual de un evento como este, que de por sí será muy nocivo por la estructura productiva tendiente a la exportación de bienes primarios, Argentina se encuentra frente a la posibilidad de mejorar sus indicadores y volatilidad económica. La oportunidad podría estar dada a partir del impulso a sectores estratégicos como el energético, por la importancia de este insumo difundido, la minería, por su elevado potencial exportador y de generación de empleo, los servicios basados en el conocimiento, en línea con la demanda global de recursos calificados con este saber particular que se encuentra en auge en nuestra geografía y con destino exportable, entre otros.

Sin embargo, pensar en un despegue económico en base al crecimiento de sectores productivos, necesariamente demanda estabilidad macroeconómica. Si bien por sí sola no es suficiente, sin ella será difícilmente alcanzable, lo que implica hablar de la evolución de los precios, del tipo de cambio y la incidencia del factor electoral.

Inflación y tipo de cambio

Luego de las elecciones primarias, el Gobierno elevó el tipo de cambio oficial un 22 por ciento, tras señalar que el pedido del FMI era una devaluación que más que duplicaba esos niveles. Aunque la devaluación fue menor a la solicitada, en Argentina el traslado a precios de este tipo de medidas es prácticamente inmediato. Al mismo tiempo, los contextos de elevada inflación son propicios para la especulación, con lo que al día siguiente varios bienes y servicios vieron sus precios remarcarse a niveles mayores a los de la devaluación.

Recientemente se dio a conocer la inflación de agosto, que fue del 12,4 por ciento. Los sectores que presentaron una mayor suba interanual en sus precios fueron alimentos y bebidas (15,6 por ciento), salud (15,3 por ciento) y equipamiento y mantenimiento del hogar (14,1 por ciento), todos sectores fundamentales que inciden directamente en la disponibilidad del ingreso y la calidad de vida de la población. A la vez, todo indica que a lo largo del mes de septiembre el efecto devaluatorio se seguirá trasladando a precios.

Política económica

En miras de la situación de estancamiento e inercia inflacionaria, en el actual contexto electoralista, las distintas fuerzas políticas aportan sus propuestas para recomponer la economía argentina. Allí, radica la clave para comprender la actividad económica que se viene. Por un lado, reviven las ideas frustradas de dolarización y bimonetarismo y, por el otro, se apuesta a fortalecer la moneda local con políticas productivas y de recomposición de ingresos.

La dolarización de la economía argentina, frente a la actual escasez de divisas estadounidenses, lejos de permitir que la ciudadanía cobre el mismo sueldo nominalmente, pero en dólares, implicaría percibirlo a un tipo de cambio mucho más alto que el presente. Por lo tanto, los salarios se congelarían a valores muy devaluados perdiendo poder de compra, deprimiendo el consumo y la economía en general.

Mientras, el oficialismo tiene su mirada puesta en la mejora del poder adquisitivo, por lo que recientemente se anunciaron medidas como el aumento del piso del impuesto a las ganancias, la devolución del IVA, refuerzos de ingresos para trabajadores y jubilados, créditos blandos, entre otros. Frente a esto, el desafío será que traccione un círculo virtuoso de consumo que impulse a la economía y no una mayor presión en los precios.

En medio de tanta incertidumbre, lo cierto es que la estabilización macroeconómica es impostergable si lo que se busca es el crecimiento del país. El camino se bifurca dando lugar a dos grandes vías por las que Argentina podría transitar este proceso y definir el tipo de matriz productiva que impulsará su devenir. Todo depende de la dirección que tomará. 

(**) Economista (UBA). Maestranda en Economía Política (FLACSO) / @noelia_abbate