“Me firmó algunos libros y puso en uno de ellos ‘Al gran Simon Bisley’”. El británico Simon Bisley evoca la cena compartida durante un San Diego Comic Con, allá por 1995, en la cual habló como nunca con uno de sus héroes e inspiraciones para ser dibujante: Frank Frazetta. No sólo conoció personalmente al artista que define como ninguno lo cool, el talento, la épica y la inventiva anabólica –cualquier pose de los personajes de Game of Thrones o un héroe musculoso con una espada le debe todo a Frazetta y sus composiciones–, sino que lo importante de aquel encuentro es cómo su colega admirado hizo que Bisley sintiera de una vez por todas eso que venía siendo obvio para los demás: que era el próximo en un linaje de artistas populares que crean, en un día de trabajo normal, las poderosas imágenes “más grandes que la vida” de su negocio. 

Antes de llegar al país en su primera visita porteña como parte de una nueva edición de Comicópolis, Bisley define ese vínculo entre Frazetta y su propia obra: “Podría decirse que ahora soy el abuelo en el arte de dibujar personajes que son poderosos, a los que de un solo vistazo se les nota la concentración de poder que su cuerpo y su actitud conllevan. Frazetta es el bisabuelo. Yo vi eso en él, bah, en su obra, cuando lo único que quería de la vida era ser un metalero que tocaba la batería. Mi carrera es un accidente. Pero esa capacidad de síntesis para lo que se ve atemorizante y bestial, enérgico y amenazante fue lo que me definió.” Y no se detiene ahí: “Es algo que depende de un instinto casi visceral antes que artístico. Cuando se hace una obra, sea una pintura o una escultura, soltás ahí algo de tu alma, algo que te es indómito pero sabes tenés que sacar, y que va a definir esa obra. Eso me pasa con esa cosa ‘más grande que la vida’. Realmente está ahí.”

Bisley viene generando un estilo personal y único que ha definido una escuela y una excepción en la historieta comercial en occidente. Es algo que hace desde 1987, cuando sus dibujos inspirados en personajes de la mítica antología inglesa 2000 A.D. le ganaron una invitación para sumarse a la publicación por parte de su director de entonces, Pat Mills, que los descubrió de casualidad. ¿Qué cree Bisley que había en esos dibujos de un “pendejo que sólo quería beber pero que se descubrió atrapado por lo que el arte podía hacer” –según su propia definición– y que finalmente lo llevarían a publicaciones como Heavy Metal y personajes como Sláine, los ABC Warriors, Judge Dredd, Batman y hasta la reciente Harley Quinn? “No me daba cuenta de eso, pero confieso que encontré muy rápido mi manera de dibujar. No me ató ninguna teoría de anatomía porque era autodidacta, así que no había reglas para mí. Y de haberlas, seguro las hubiera destruido.”

El autor de Lobo podría ser considerado una excepción tardía a la llamada “invasión inglesa”: ese momento a finales de los 80 y comienzos de los 90 que hace referencia a la llegada a las editoriales grandes norteamericanas, léase Marvel Comics y DC Comics, de autores del otro lado del océano. Una lista con nombres como Neil Gaiman, Grant Morrison y Alan Moore, entre otros grandes y regenerativos valores cuya importancia radicaría en la forma en que patearían el tablero y formarían un nuevo paradigma de expectativas para Superman, Batman y todos los calzados del género. Y, sin dudas, para otros personajes que apenas eran tenidos en cuenta antes de su paso. “Entiendo que ahora quizás no se siente una onda de energía, una potencia creativa, en los cómics”, dice Bisley. “Aunque vale aclarar que creo están en un gran momento, porque por fin definen una identidad cultural de una generación. Pero también tengo en claro que cuando llegamos en los 80 le dimos al medio la forma de un arte. No es que antes no hubiera cosas así, o nombres que lo elevaran a esos rincones, pero lo cierto es que después de que varios de nosotros pasamos por ahí y por determinados personajes, nadie se atrevió a dudarlo. No es jactarse. Pero se notaba veníamos con ideas claras sobre lo que los cómics podían hacer, y que claramente eran distintas. Era un momento más expansivo, seguro.”

Lo fascinante del cambio que generó Bisley como dibujante en todos sus momentos puede asociarse a uno de esos personajes que eran descartables. Uno propiedad de DC Comics. Uno que, hasta la llegada de Bisley al dibujo y rediseño, y Keith Giffen y Alan Grant en los guiones, no se sospechaba siquiera su potencial. Ese personaje era Lobo, un fornido mentecato con vestimenta de metalero, moto de película, cazarrecompensas interplanetario y dueño de un rostro que parafrasea en sus formas (y su lengua) al demonio blanquinegro de Gene Simmons. De la noche a la mañana en los años 90 (y nunca más con esa fuerza), Lobo, un antihéroe purasangre se convertía en un éxito editorial que no es arriesgado comparar con la reciente llegada de Deadpool al cine: una bienvenida y bien definida cuota de irreverencia. “Fuimos comedia negra y creo que por más inglés que eso sea es también una prueba de que siempre me fue difícil tomarme las cosas en serio”, recuerda Bisley. “Un antihéroe como Lobo era perfecto para mí. Era poder mostrar el humor que faltaba en DC, y reírme desde la caricatura del metal de la rigidez moral de los superhéroes. O incluso usar lo invencible para que se parezca más a Lemmy Kilmister que al último gran boy scout. Todo era serio en ese entonces. Mi humor es el de Lobo. Yo soy Lobo, aunque más viejo. La manera en que dibujaban Marvel o DC me importaba poco y nada. Me llevaron porque era el salvaje, porque podría crear bestias nuevas, porque mi Batman era un monumento a Batman y al mismo tiempo cool. Si lo pensas, todas las miniseries que hicimos con Lobo eran el equivalente a hacer una historieta independiente dentro de la editorial de Superman.”

“Yo viví un poco la vida de Lobo” agrega Bisley, pero sabe que esa broma que espeta con risa sardónica es cierta. Y que toda su obra posee esa radiactividad que sabe sonreír diabólicamente así sean ilustrando a un personaje a lo Conan en sus aventuras, a Batman como nunca antes o a Lobo decapitando a Papá Noel. Y entiende a sus 55 años, y siempre en actividad, que “lo importante hoy es saber que generaste influencia. De pendejo me volvía loco ser el mejor, quería ganar. Me obsesionaba. Era una batalla. Tenía que ser el mejor. Como Lobo. Sabía que era bueno, pero apretaba los dientes. Era una bestia. Pero ahora quiero hablar de mi trabajo, pensar en que dejo y en las ideas que sirven. Es la forma de permanecer. Dar, esa es la clave. Ese es el real poder. Y que se caguen de risa un poco con el abuelo.”

Comicópolis se realiza del viernes 1º al domingo 3 de septiembre en La Rural, Av. Sarmiento 2704. Simon Bisley estará presente todos los días en el Espacio Firma, pero recorrerá su obra en una charla titulada De 2000 AD a La Biblia, el viernes 1º a las 16.30. Mas información: comicopolis.com.ar