En un espacio político de cuyo nombre no quiero acordarme, no ha mucho tiempo actuaba un hidalgo señor de esos que no tienen ni lanza en astillero ni escudos antiguos que le acrediten una historia política, que llenaba su olla con malabarismos financieros y dormía con galgos monetaristas de tendencias dolarizantes.

Es de saber que este sobredicho hidalgo, los ratos que estaba ocioso --no hay registros, en realidad, de sus momentos de ociosidad-- se daba a leer libros de caballerías ultraneoliberales y así llevó a su casa todos cuantos pudo haber de ellos y, de todos ningunos le parecían tan bien como los que compuso la famosa Ayn Rand porque la claridad de sus razones le parecían de perlas, como que la sensibilidad colectiva rayana en altruismo es un vicio que degrada la estima que el individuo ha de tener hacia sí mismo y que la dilapidación de derechos --por ella llamados de pacotilla-- que propone el altruismo colectivista implica que un sector de la sociedad se beneficie del producto del trabajo de otros a los que está privando de sus ganancias individuales y propias --¿léase impuestos?-- para beneficiar a parásitos incapaces de sobrevivir, que destruyen a los que sí son capaces y creativos, a los que producen...

Algunos pensaron que con estas razones perdiera el caballero el juicio porque vino a dar en el extraño pensamiento de que le pareció convenible y necesario, así para el aumento de su honra como para el servicio de su república, convertirse en entrevistado andante e irse por todas las pantallas de los medios masivos de comunicación con su estudiada facha de desorbitado, con las armas económicas de sus bisabuelos, llenas de orín y moho, que resucitó, limpió y aderezó, y siempre peinado por la mano invisible del mercado.

En estos caminos andaba cuando descubrió, yendo de un canal a otro, los famosos molinos de viento que confundió, como todos saben, con una manifestación socialista.

--¿Qué socialistas? --preguntó LatónPlus, en tiempos pasados en que era su escudero.

--Aquellos que allí ves, LatónPlus, revoleando hoces y martillos, de barbas largas, que las suelen tener algunos hasta de dos leguas de largo, son Marx, Engels, Lenin, Fidel y Trotsky.

--Mire, mi señor, que aquellos que a vuestra merced parecen socialistas con hoces y martillos, no son más que molinos girados por el viento que mueven sus aspas para producir...

--Bien parece que no estás cursado en esto del socialismo y su peligro. Has de saber, mi querido LatónPlus, que la verdadera enfermedad argentina se llama socialismo y la decadencia de la Argentina empieza con esto de abrazar ideas socio-peronio-kirchneristas. En la medida en que un país abraza esas ideas lo único que le va a ocurrir es ser cada vez más pobre. ¿Nunca te has preguntado qué es, en el fondo un socialista? Un socialista es una basura, es excremento humano que, básicamente, por no querer soportar el brillo de otro ser humano está dispuesto a lograr que todos estén en la miseria. Ser socialista, amigo LatónPlus, es una enfermedad del espíritu, una enfermedad del alma. Los socialistas y los comunistas son malas personas, esa es la realidad. Bien parece que no estás cursado en esto de la aventura de ser el candidato de la oposición de ultraderecha.

Y así diciendo espoleó su caballo hacia los molinos, empuñando la alabarda de von Hayek y flameando el gallardete de la escuela económica austríaca.

Volvió el caballero rodando por el campo, como es sabido, maltrecho y con la lanza rota, pero continuó ensartando otros disparates, todos al modo de los que sus libros le habían enseñado, imitando en cuanto podía su lenguaje.

--Y verás, amigo LatónPLus, lo que te digo que dice uno de los libros de caballerías más leídos en la historia de la literatura, escrita por el famoso gentilhombre del brazo extendido y el bigote mosca, al que dio por título Mein Kampf. Se refiere a los judíos como bichos parásitos, microbios nocivos, pero nomás por considerarlos inventores ladinos y perversos del pensar marxista --que es lo que importa, porque sabrás que antes los judíos eran distintos-- y asegura que el pueblo que los hospede será exterminado con mayor o menor rapidez.

--Vuestra merced repite obviedades muy trilladas y perimidas.

--Pues no ha de ser pura casualidad que en ese escrito sesudo que es Mein kampf, el hijodalgo escritor natural de Viena denuncia a los políticos que solo quieren llegar al Parlamento para perpetuarse en el poder a fin de vivir de los dineros públicos pues la política no será para ellos más que la lucha por conservar a perpetuidad ese biberón con que mantendrán su vida y la de su familia.

--Ah, parecería que en esas lecturas abrevó su merced su descripción de la casta.

--Y verás que también devela en Mein Kampf que la prensa social demócrata y del comunismo marxista, cooptada por los judíos, provoca la degeneración en el arte, la literatura, el teatro y la música, en contra de los valores tradicionales. Pero no te confundas, porque eso es cosa pura del marxismo. Ahora los judíos son buenos...

--¡Aaah! En los disparates de esa caballería folletinesca también habéis pergeñado eso del marxismo cultural.

--Me tienes hasta los cojones con tu lata, LatónPlus. Estás despedido. Ve a que mi hermana te prepare la liquidación.

--Oye, amigo Sancho, ¿tu crees que la periodista que escribe esta nota está plagiando burlescamente nuestra historia?

--Qué duda os cabe, mi señor. ¿Vos consideráis, en vuestro parecer, que renacen los caballeros andantes del fascismo?

--Decía Marx, querido Sancho, en El 18 Brumario de Luis Bonaparte, citando a Hegel, que los grandes hechos y personajes de la historia universal aparecen, como si dijéramos, dos veces, pero una vez como tragedia y la otra como farsa. Nuestro nuevo fascismo ha sido privatizado por el poder de los fondos financieros globales y la industria militar que modelan el funcionamiento de los Estados de Occidente. Es anárquico y libertario y se presenta a la nueva estructura social del siglo XXI como divertido y novedoso. Libera de las ataduras del sentir democrático, ridiculiza los derechos humanos, excita el valor del mérito individual, enmierda la justicia social, extirpa del corazón la conciencia del otro y ante el desarrollo tecnológico, la robótica, la inteligencia artificial que deja sin recursos para ganarse la vida dignamente a tres mil o cuatro mil millones de habitantes del planeta, los que piensan haber entendido, a su manera, el cambio civilizatorio, se unen a los mercaderes de sustancias tóxicas o financian su carrera universitaria especulando en la bolsa y en los mercados de divisas, adoctrinados por los videos un tal señor de Marras.

--¿Cómo hemos de valer a los que poco pueden, arreglar entuertos y castigar alevosías, vuestra merced?

--Hemos de militar, Sancho. Cabalguemos.

 

--Claro, su merced, pero no volváis a confundir los molinos.