La sorpresa del domingo 13 de agosto por la tarde noche fue grande, la preocupación también. En la provincia de Salta el precandidato a presidente más votado fue el ultraderechista Javier Milei, con casi el 50% de los votos, dejando en segundo lugar al frente Unión por la Patria. Los resultados en todo el país dejaron a Milei primero, rompiendo todas las encuestas y pronósticos.
Estas PASO tuvieron dos ganadores, por un lado el candidato más votado y por otro lado Juan Grabois, quien entre idas y vueltas se subió a una interna difícil y complicada y que, a pesar de las adversidades y la desigualdad en la competencia, logró cosechar 1.400.000 votos, que representaron el 5.5%. Si bien ambos candidatos se encuentran en extremos opuestos en ideología, modos de pensar y de accionar, algo tienen en común que nos puede servir para analizar los resultados: ambos fueron audaces.
La audacia es una virtud, es la “capacidad para emprender acciones poco comunes sin temer las dificultades o el riesgo que implican”. [1] En un país y un sistema político marcado por la grieta entre dos coaliciones, parecido a un partido reñido de Copa Libertadores donde los equipos juegan a un 0-0 y llegar a los penales para ser favorecidos por la suerte o un gran arquero, estos dos candidatos patearon el tablero, jugaron fuerte, salieron de la comodidad y de los discursos y sentidos comunes, muchas veces “políticamente correctos” y marcaron una novedad. El electorado acompañó esa audacia, esa ruptura de los establecido, cada uno en su medida (no se compara cuantitativamente ambos resultados sino la acumulación política de estos, en sus discursos, propuestas y figuras).
Estamos en tiempos difíciles, complejos, donde la mayoría de nuestras familias ven su calidad de vida disminuida, experimentan la escasez y dificultad económica en el día a día, cuando vamos a la farmacia o la carnicería. Venimos de muchos años de sentir que no podemos crecer, que no se progresa, donde los grandes sueños se alejan y vamos conquistando o festejando pequeños pasos, en el mejor de los casos. Los dos últimos gobiernos, aún con sus abismales diferencias, no han significado en la vida de la gran mayoría de nuestro Pueblo progreso, crecimiento y dignidad. El macrismo con su modelo de país para pocos, no productivo, endeudado y sin soberanía. El gobierno actual, por límites estructurales como la deuda con el FMI, cuestiones coyunturales como la pandemia, y errores propios como la división y las internas de palacio, no logró cumplir ese contrato electoral.
Como Pueblo necesitamos esperanza, y que ella se traduzca en un proyecto de vida mejor, no es una ilusión vana. Y, como dice el Papa Francisco, “la Esperanza es audaz, sabe mirar más allá de las comodidades personales para abrirse a los grandes ideales que hacen la vida más bella y digna”[2]. El movimiento nacional y popular, cuya columna vertebral es el peronismo, necesita recuperar la audacia, en sus liderazgos, en sus acciones de gobierno y en su plataforma electoral. Nos creímos durante casi 4 años que este era un gobierno de transición, marcado por los límites y administrando escasez, y hoy crece la preocupación y la pregunta de ¿transición hacia qué? ¿Hacia una Argentina gobernada por Milei? Errores que tuvieron un costo muy alto, especialmente en nuestro Pueblo, y que puede ser aún peor. No nos lo podemos permitir.
Creemos también que el voto a Milei representa eso, el desencanto, el enojo, la frustración, fruto de promesas incumplidas, de vivir mal, de peleas estériles, de sorderas, de una clase política que no da la talla y, por supuesto, de los medios masivos de comunicación con sus intereses y los poderes fácticos que se enriquecen con la grieta. Millones de hermanos y hermanas que votan creyendo que la respuesta no está en la política, o que ni siquiera van a votar. Que tienen sus buenas razones para esas posturas.
Pero también vemos en esos millones de hermanos y hermanas que prima la solidaridad, el amor, el cuidado de la familia, del trabajo, de la casa común. Somos un pueblo grandioso. En cada rincón de nuestra provincia y nuestra patria hay organización comunitaria, a veces espontánea y a veces más institucionalizada, que se ocupa de sostener la vida de todos y todas, de organizar el barrio para pelear por los derechos, de organizar el festejo del Día del Niño o de Reyes. Que cuando un vecino/a pasa un momento difícil está ahí, sin preguntar mucho y dando muchas respuestas, agregándole un poco más de agua al guiso para que alcance y sobre. En estos días volvimos a ser testigos y protagonistas de esto que vive y hace nuestro pueblo en la solidaridad con los peregrinos/as del Milagro.
¿Y quién gana? O dicho de otra manera, ¿qué gana? Aquello que prima en el alma de nuestro pueblo, de la mayoría de él, la solidaridad, la empatía, la lucha por el bienestar de nuestros hijos e hijas; o el enojo, la frustración con justa causa, y la canalización de ella en el voto a un candidato que expresa explícitamente lo contrario a lo que somos: el individualismo, el sálvese quien pueda, el egoísmo, la falta de interés y amor por el prójimo.
Necesitamos recuperar la audacia para que brote esperanza. Volver a construir el gran movimiento nacional con el peronismo, el movimiento obrero organizado, los movimientos sociales, los clubes de barrio, las iglesias, las organizaciones, las doñas, los merenderos, las comunidades, la ruralidad, etc. Necesitamos dejar de pensar la política actual desde la grieta, como un empate táctico entre posiciones que no permite arriesgar, dar un salto, avanzar.
Tenemos vocación de mayoría, de poder, de gobierno, y estos tiempos requieren posiciones jugadas. O inventamos o erramos diría Simón Rodríguez.
[1]Real Academia Española
[2]Fratelli Tutti