Desde el Olimpo queer bajó una diosa a esta tierra para adentrarse en el templo del pop. Otra deidad más a la cual podemos prenderle una vela, al menos quienes caminamos por los sótanos de Buenos Aires y creemos en la religión de la disco y el microcentro. Ese ser que ahora está en la escena cultural de esta ciudad, es la música y artista Mailén Pankonin, que acaba de sacar su segundo disco: Affaire. Con 12 canciones, este álbum es una mezcla de pop bailable y tango arrabalero. Pankonin se mueve entre la tradición y la novedad como si no hubiera ninguna diferencia entre un reggaeton triste y un tema de Charly García. “Siempre tengo como referencia la música que tengo más cerca, desde el rock nacional hasta lo que se hace en otros lugares de América Latina”, dice la artista en diálogo con SOY.

Affair es un álbum conectado con el contexto en el que aparece. En las letras y las melodías hay un aire de fin de época, parecido al que se respira cuando caminamos en la calle. En esas canciones está la crisis económica, los desencuentros sexoafectivos y una manera de habitar la noche.

-A mí me interesa la noche como tema porque creo que es el único momento en el que puede pasar cualquier cosa, es decir, que existen las posibilidades para que ocurran otras cosas que son imposibles que pasen de día, cuando estamos atrapados en la rutina y las obligaciones.

¿Cuál es esa noche que te interesa, la que aparece en Affaire?

-La noche queer, la noche porteña, gay, chiflada, de artistas y desertores de las obligaciones del sistema en el que vivimos.

¿Y ese interés cómo condiciona tus canciones?

-Me permite hablar de un montón de temas cotidianos, que son un bajón, sin que el disco suene demasiado depre. Mi álbum anterior sí era más claro en ese sentido: se notaba que eran canciones no muy felices y punto. Acá no, acá es diferente. Es más ambiguo.

-Ahí es donde aparece lo queer, en la cosa no definida.

-Totalmente. Gracias a esa cosa no definida puedo hablar de un romance que duró una noche, de una estupidez de la vida diaria o de un malestar común o universal. Yo me esforcé para que el disco no sea literal, para que le escapé a eso. Siempre pienso en Epumer y su estilo, parecía decirnos: “Estoy deprimida pero que no se note tanto”. Una persona que escucha el disco puede marearse y pensar: “Se preocupa porque no tiene plata, pero me pone a bailar aunque está intentando sobrevivir”.

Affaire funciona como un registro del momento social en el que aparece. No es que el álbum en sí tenga la obligación de tener que registrar algo, o de cumplir una función histórica porque no es obligación de las artes dar cuenta del momento en el que se crea –ni siquiera tiene que servir para algo, más bien todo lo contrario-. Sin embargo, Affaire es como un mapita para -intentar- entender una sensibilidad muy de nuestra época: no tengo un mango, me cuesta el amor, el encuentro con las otras personas y siento un no future respirándome en la nuca, próximo a materializarse. En este sentido, la obra de Pankonin genera una conversación con otros discos que aparecieron en el último tiempo y que tienen una sensibilidad apocalíptica: desde El final de las cosas, de Barbi Recanati, hasta El diablo en el cuerpo, de Alex Anwandter.

La definición más conocida de la palabra “affaire” es la que la define como una relación romántica o sexual que no implica mucho compromiso. Un amor pasajero, básicamente. Pero hay otra acepción, menos conocida y menos utilizada, que la define como un negocio ilegal o algo ilícito y escandaloso. El Affaire de Mailén tiene las dos cosas: escenitas de amor fugaces y pequeños delitos de la vida cotidiana, como ir a probar “algo nuevo" en el baño de atrás.

¿Cuándo empezaste a trabajar en estas canciones?

-Empecé a hacerlas en 2021. Aparecieron en un momento en el que sentí que tenía que empezar a producir algo, a darle una pelea a la procrastinación y sobre todo a no quedarme atrapada en un trauma que tenía en ese momento.

¿Cómo fue el proceso de composición?

-Mi manera de hacer canciones es bastante simple: me siento con un teclado y voy armando las melodías y las letras. Para Affaire sí tuve una búsqueda intencional que fue ponerle más capas a las canciones. Es decir, transformar eso que al principio fue piano y voz en algo más sólido, por decirlo de alguna manera. Sin embargo, el proceso para mí sigue teniendo algo misterioso porque si bien el disco es súper pop hay canciones, como “Meibelin”, que están lejos de esa estética popera que es re arriba.

Más allá del tono arrabalero o introspectivo que tienen algunas canciones, como la que mencionás, el disco tiene algo de colectividad. Es decir, se siente que incluye a muchas personas e historias.

-Eso pasa porque para mí una gran referencia son mis amigxs. Haciendo este álbum me di cuenta de que el momento en el que tengo la cabeza más atenta es cuando hablo con mis amigxs. Ahí es cuando más pienso. Sin eso no tendría nada. Gracias a eso las canciones aparecen un poco solas.

Este segundo disco de Pankonin es un pequeño castillito de resistencia contra la apatía y la indiferencia. Con estas canciones, la artista intenta terminar con el estado de queja y malestar generalizado. Lo que esta artista está tratando de encontrar es una manera de funcionar en el barro, de poder mantener una conexión musical –pero sobre todo afectiva– con el mundo que la rodea.

Affaire se viste con telas de electropop, ese es el drag de este álbum. Pero debajo del traje hay un espíritu tanguero y levemente nostálgico. Son canciones que ponen al frente la voz de una chica que dice “sólo quiero que me quieran”. Es decir, son canciones que piden lo que pedimos todos: un poquito de amor.