Se llama Alas sin pena. Es apenas su segundo disco y ya no solo la rodearon tipos y tipas como Nahuel Pennisi, Teresa Parodi, Lula Bertoldi, Lidia Borda y Manu Sija, sino que también levantó un premio “Mercedes Sosa” en el rubro mejor álbum solista de folklore. La “bien rodeada”, la del disco y la del premio es, pues, Eli Fernández, cantautora pampeana aquerenciada en Córdoba. “Aprendizaje enorme y mágico el que me brindó este disco. No todos los días tenés la posibilidad de cantar al lado de Teresa, por ejemplo. ¿Qué puedo decir?, fue como tener el mejor plantel de jugadores pateando para mi equipo”, se emociona Eli, formada y fogueada en y por las resonancias de Raúl Carnota, Fito Páez, Mercedes Sosa y el Chango Farías Gómez. “Cuando los escuché de adolescente me volaron la cabeza”, dice de ellos, sus circunstancias y sus músicas, que por supuesto derivaron como influencia en Alas sin pena.
Disco poblado por once canciones, todas bajo producción y arreglos de Gustavo “Popi” Spatocco, cuya intervención Eli describe también como una “experiencia increíble”. “`Popi´ me incentivó desde el primer momento a trabajar en mis canciones y eso fue un gran empuje para animarme a mostrarlas, porque hace varios años que compongo, pero no me animaba”, recalca la cantautora, quien suma en su haber otro disco llamado Canto soy -nominado a los Gardel 2019- y una lucida intervención en Vení que te cuento -disco de tango hecho por mujeres- que también tiene un lazo emocional. “Mi papá me tenía en su falda mientras escuchaba tango. Eso no me lo olvido más”.
-¿Qué ha significado para vos, además de “atreverte” a mostrar tus canciones, el hecho de haber ganado el premio Mercedes?
-Una alegría inmensa, no sólo por el premio en sí, que desde ya simboliza un montón porque lleva el nombre de nuestra madre del canto, sino también porque me emociona que a los jurados/as les haya gustado el disco y lo hayan votado. Obvio que la reina es la canción y ella va por delante de todo. Pero si eso obtiene estos abrazos en forma de “premios” yo los recibo con una sonrisa de oreja a oreja.
Alas sin pena, que también es el nombre de un huayno inserto en el disco con letra de Fernández y música de Spatocco, se llama así precisamente porque –confiesa ella- cuando se vio escribiéndola, sintió que tenía una doble acepción. Por un lado, sentía que le estaba escribiendo a su madre, a sus abuelas, a su hermana y, por extensión, a todas las mujeres. “Sentí que en definitiva era un canto hacia la mujer, un canto de lucha por el momento tan importante que atravesábamos, y que aún nos convoca… sentir que estamos juntas y que, pase lo que pase, no nos vamos a callar más, porque seguiremos en esa lucha por nuestros derechos aunque a veces cueste”.
Por otro lado, la otra arista compositiva de “Alas sin pena” –el tema-, es ella y su presente como mujer. “Cuando la escribí, pensé en dejar atrás eso que duele, que hace mal y desplegar las alas”, sostiene. “Es más, este disco llegó en un momento no muy fácil de mi vida y, cuando escribí esta canción, me dije que el disco se llamaría así, por todo lo que representaba para mí ese tema.
-¿Qué rasgos vinculan Alas sin pena con Canto soy, tu trabajo anterior?
-Para los dos pensé que sus canciones se fueran entrelazando. Yo le digo canciones hermanas. Ambos, además, tienen una mirada profunda hacia adentro y siempre el canto como bandera, sanando y abrazando los procesos.