En un aula magna colmada, la facultad de Exactas de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA, una vez más, fue escenario de conocimiento y emoción: la genetista estadounidense Mary Claire King recibió el doctorado honoris causa, la máxima distinción entregada por la casa de estudios. Fue reconocida como una de las figuras clave que protagonizó el desarrollo del “índice de abuelidad”, la herramienta estadística-matemática que a partir de los '80 permitió establecer el parentesco entre abuelas y nietos, ante la desaparición de sus padres y madres llevada adelante durante la última dictadura cívico-militar. Así, a partir de sus desarrollos, fue posible determinar la identidad genética de los niños y niñas apropiados.
Ante la presencia de cientos de investigadores, profesores y estudiantes, Estela de Carlotto y Paula Logares --la primera nieta restituida a partir del método promovido por King-- la UBA otorgó una distinción muy esperada por toda la comunidad científica y de derechos humanos, en el marco de un clima atravesado por discursos negacionistas impulsados desde el partido La Libertad Avanza. Entre otras ideas, el candidato a presidente Javier Milei y, puntualmente, su candidata a vicepresidenta, Victorial Villaruel, reivindican a los genocidas del último gobierno de facto y plantean que no hubo 30 mil desaparecidos. De manera reciente, de hecho, la actual diputada convocó a un homenaje “a las víctimas del terrorismo”.
Los vínculos entre ciencia y derechos humanos en Argentina tuvieron varias citas amorosas a lo largo de la historia argentina. Tanto que, gracias a los avances del conocimiento científico de los que King fue una protagonista indiscutible, se abrió la posibilidad de recuperar tantos nietos y nietas hasta la fecha. “En 1977 las Abuelas empezaron a exigir información sobre el paradero de sus hijos y nietos. Buscaron testigos, siguieron a los militares, desarrollaron hipótesis y marcharon. Más tarde, pidieron ayuda a los genetistas. Nosotros desarrollamos el Índice de abuelidad por aquella época y nos solicitaron que trabajáramos en Argentina. Así comenzó la historia”, dijo emocionada King, tras los discursos del prestigioso científico y director del Conicet, Alberto Kornblihtt y Guillermo Durán, decano de Exactas de la misma Universidad.
“Es una gran emoción regresar a Buenos Aires después de 40 años de democracia en este país. Mi trabajo con los Abuelas fue un ejemplo de lo que es capaz el trabajo científico, de lo que es capaz la ciencia. Las ideas más importantes siempre vienen del pueblo”, expresó la genetista que recorrió casos emblemáticos en que la ciencia fue clave para hacer justicia, como el de Logares, Gatica Caracoche, Britos y Lavalle Lemos. Mañana seguirá su agenda de actividades por el país con una conferencia en el Centro Cultural de la Ciencia, espacio que pertenece al Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación.
King es miembro de numerosas academias (entre ellas, la de la prestigiosa Academia Nacional de Ciencias de Estados Unidos y de Francia) y ha recibido toda clase de condecoraciones, en parte, también, por otros desarrollos. Descubrió, por ejemplo, el gen “BRCA-1” que revolucionó el diagnóstico de la predisposición genética a los cánceres de mama y ovario.
Un índice que hizo historia
Si Argentina posee una rica trayectoria en genética forense aplicada a la restitución de identidades es gracias al trabajo de articulación realizado por un científico comprometido: Víctor Penchaszadeh, exiliado en Caracas y luego en Nueva York, tras ser perseguido por la Triple A. Hacia 1982, cuando la dictadura estaba llegando a su fin, se reunió con Estela de Carlotto y Chicha Mariani que, con la tenacidad de siempre, planteaban un interrogante a resolver: “¿Cómo vamos a identificar a nuestros nietos cuando retorne la democracia y comencemos a localizar a estos niños?” Es que, como saldo, el gobierno de Videla y compañía había dejado niños nacidos en cautiverio y apropiados por sus captores. Pequeños cuya identidad había sido reemplazada.
A partir de los mecanismos de herencia, se sabía que las características genéticas de un hijo debían estar presentes en ambos padres. El obstáculo que las Abuelas tenían en claro era que para esa ocasión los padres de los niños y las niñas a identificar habían sido desaparecidos. Por tanto, había que evaluar qué posibilidades había a partir de la información genética provista por abuelos y abuelas. A diferencia de lo que ocurría con el índice de paternidad, el azar tenía una cuota mayor de participación: básicamente, había que comparar los caracteres con cuatro personas en lugar de dos.
Ante esta situación, Penchaszadeh realizó los contactos necesarios para articular esfuerzos con una científica de EEUU que, por aquel momento, ya destacaba. El grupo que finalmente investigó cómo solucionar el conflicto estaba en California y era liderado por la genetista Mary Claire King, que trabajó en colaboración con el italiano Luca Cavalli-Sforza, el chileno Cristian Orrego y el francés Pierre Darlu.
King y su equipo se esforzaron en emplear algún indicio que les permitiera resolver la incógnita. Así fue como, en primera instancia, observaron que los antígenos de histocompatibilidad (HLA) podían funcionar como aliados. Se trata de proteínas que “pueden diferenciar lo propio de lo ajeno” y son las responsables, por ejemplo, de que un órgano sea aceptado o no en un trasplante. El equipo concluyó que la variabilidad genética que producen las distintas versiones de HLA puede funcionar como parámetro para establecer semejanza entre individuos. Con esa premisa, se reunieron con la inmunogenetista Ana Di Lonardo, en cuyo laboratorio en el Hospital Durand se realizó la primera identificación. En 1984, Paula Logares se transformó en la primera nieta restituida a partir del método científico.
Pero los avances en el campo de la genética continuaron floreciendo a partir de los 90’s. Los desarrollos en las investigaciones de ADN mitocondrial liderados por King fueron un paso crucial en los estudios de filiación. Se trata de un ADN que se hereda a través de línea materna y varía mucho de familia a familia, por lo tanto, si hay coincidencia, las chances de parentesco son elevadas. En paralelo, estos estudios se complementaron con los del cromosoma Y, que a diferencia del anterior se transmite por línea paterna.
Combinadas, las investigaciones en el campo dieron como resultado un conjunto de pruebas que se traducen en una fórmula estadístico-matemática que, en el presente, asegura un piso de 99,99 por ciento de certeza en la probabilidad de parentesco.
El Banco, el Equipo, las Abuelas, los derechos
En el país existen diversas instituciones que contribuyen, a partir de la puesta en marcha de las herramientas científicas, a restituir identidades y derechos.
Cuando Argentina recuperó la democracia y se realizaron los primeros juicios a la Junta, diversos jueces ordenaron realizar exhumaciones que se llevaron a cabo en forma no científica y supervisadas por personal forense que no contaba con la confianza de los familiares de las víctimas. En este marco, a mediados de los 80’s, surgió el Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF).
Una institución científica que, con los más altos estándares de calidad científica, se concentró en descubrir restos óseos de personas desaparecidas para reconocerlas de forma legal y restituirlas a sus familias. El testimonio de Clyde Snow (uno de los más destacados antropólogos del mundo) en el Juicio a las Juntas Militares en Argentina resultó vital para demostrar científicamente el asesinato de desaparecidos a partir del análisis de las lesiones de cuerpos recuperados de fosas clandestinas. Su trabajo a nivel nacional e internacional es tan excepcional que, incluso, sus miembros fueron propuestos como candidatos al Nobel de la Paz.
El trabajo del EAAF se complementa con el realizado por el del Banco Nacional de Datos Genéticos (BNDG, creado en 1987), el archivo público y sistemático de material genético y muestras biológicas de familiares de personas secuestradas y desaparecidas durante la última dictadura.
A través del análisis de ADN, los estudios que realiza esta institución permiten identificar vínculos biológicos entre personas que sospechan ser hijos de desaparecidos y sus familias de origen. Las probabilidades de parentesco (paternidad, hermandad o abuelidad) son lo suficientemente altas como para confirmar o descartar un vínculo genético. En este sentido, el BNDG es fundamental porque es el organismo encargado de guardar la “memoria genética” de las Abuelas de Plaza de Mayo y sus familias para cruzar los datos y realizar la identificación de nietos apropiados.