Un relato en primera persona hace de la biografía un hecho frenético, casi una obsesión. El biodrama deviene en una instancia donde una actriz intenta analizar su vida a partir de una persistencia, un deseo o algo similar al destino. Ella fue siempre la elegida. La palabra divina llega en el colegio de monjas y le dice que ser la elegida tiene algo espiritual, una exigencia que el personaje que interpreta Laura Nevole quiere indagar casi como si la escena fuese un espacio ensayístico donde los hechos, las situaciones que se exponen, intentan recrear ese tema hasta separarla de su rol.
Hay datos concretos que pueden pertenecer a lo biográfico pero lo que prevalece en La elegida es una reflexión sobre esa necesidad de convertirse en la mejor, la chica perfecta, la persona capaz de conseguir sus objetivos. Diferenciarse del resto, ocupar el lugar de la elegida implica también cierta soledad, una configuración individual que está marcada por ese primer pacto con la fe que establece la idea de la excepcionalidad.
Los recursos del biodrama pueden ser el material que hace posible la ficción. En esta obra que Nevole escribe junto a Paula Fanelli los datos reales permiten discutir el por qué de esa búsqueda que une la fe con la idea de ser una elegida, alguien diferente al resto, alguien que se destaca pero que a su vez debe asumir en su propio cuerpo esa exigencia. Es interesante aquí como los cambios físicos que la llevan a engordar o adelgazar se unen narrativamente con los comienzos de su sexualidad y una vida que registra los efectos de ser la preferida ¿Era ella la que se ubicaba en el lugar de la elegida o se trató de una repetición que moldeó su vida hasta que se decidió a salir de ese lugar y convertirse en una más? Esa puede ser también la expresión del crecimiento. No solo por el cambio de roles sino por entender que en la vida no siempre somos el mismo personaje. Esa fijación empieza a ser, en el relato de Nevole, casi la consumación de un estereotipo que ella se saca de encima para asumir las contradicciones. El impulso dogmático de la fe la convertía en un ser de una pieza, cuando pasa a enfrentar ciertas dificultades, los conflictos le muestran un recorrido menos previsible y seguro.
Un momento de pasaje es el relato sobre un aborto que realizan tanto Nevole como actriz como Fanelli desde la direccción. La escena se cuenta a partir de un mecanismo de sustracción, lo único que sucede en escena es el deambular de ella por el conurbano preguntando por una dirección. Allí aparece despojada de ese universo anterior donde se la ve sobreadaptada en ese dispositivo que construye con los músicos en vivo a mostrarse siempre como si estuviera preparada para enfrentarse a cualquier prueba, con una voluntad resolutiva, dinámica y productiva.
En cada escena, su lugar era el de protagonista, el de organizadora, del texto surgen imágenes donde identificamos a una niña y adolescente siempre inspirada por un llamado divino. La diferencia y la distancia entre el personaje que narra, que puede analizar los hechos, que sabe el desenlace y lo que quiere es desmenuzar las situaciones para interrogarse y ese personaje que puede ser tan real como ficcional que surge de la evocación, marca la estructura de la obra y su verdadero conflicto.
La elegida de esta historia estaba posesionada ante cada una de las circunstancias, tanto desde la creencia religiosa como desde su lugar en los acontecimientos y nosotrxs como público sabemos que lo que le depara es una desilución que la convierta en un ser más abierto y complejo.
Laura Nevole tiene una capacidad técnica que le permite sacudir, cortar, separar y dinamitar cada secuencia mientras se identifica. Logra apartarse un poco, mirar a la platea como narradora y emocionarse como si todo fuera a ocurrir otra vez.
La elegida se presenta los miércoles a las 21 en Nün Teatro Bar.