María Cristina Orive nació y murió en Antigua, Guatemala, pero en entre actos vivió en los Estados Unidos, en París y en Buenos Aires donde fundó junto a Sara Facio La Azotea, la primera editorial argentina dedicada a libros fotográficos de autores latinoamericanos: “Amábamos la fotografía con el mismo fervor. Creíamos en los creadores de nuestra América latina, históricos y actuales y teníamos un entusiasmo incontenible”, escribió Sara Facio cuando María Cristina murió, en 2017.
En 1973, el sueño de Sara de ganar el Prode para poner “una editorial de fotos” se cumplió gracias a María Cristina y sus ahorros. Editaron libros de Martín Chambi, J.J. Yas, J.D. Noriega, Luis González Palma, Sandra Eleta, Alejandro S. Witcomb, Grete Stern, Annemarie Heinrich y Adriana Lestido, entre otrxs. A comienzos de 1980 también con Sara Facio y con prólogo de Miguel Ángel Asturias publicó Actos de Fe en Guatemala, un documento fotográfico sobre las distintas religiones que pisan la tierra guatemalteca, un recorrido devoto con antecedencias mayas y cuñas pendencieras de la conquista.
En Antigua, antes de que se mudara a París, María Cristina, “la hija fina de una familia rica vinculada al mundo del café", presentaba óperas en un programa de radio y escribía en el diario El Imparcial sobre música, arte y teatro. Cuando la década del cincuenta bordeaba su final se instaló en el viejo mundo y fue desde el micrófono de la Radio de la Televisión Francesa la voz en español que le contaba a Iberoamérica las peripecias culturales parisinas. Su relato escoltado por el cuchicheo percusionista de los ensayos y los secretos que siempre esconden los decorados anticipaba el encuadre por venir.
El visor vibraba cada vez más cerca. Con antifaz de cronista, los ojos cámara de María Cristina hacían su entrada inaugural al mundo que reproduce al infinito lo que ha ocurrido solo una vez. Las primeras fotos las hizo para ASA Press y aparecieron en Life, las siguientes las tomó cruzando el canal de Panamá a bordo de un barco soviético. Un itinerario a cielo abierto trazó la mirada sobre el pensamiento del continente.
Fotos del Vargas Llosa de La casa verde, de Miguel Ángel Asturias, de Salvador Allende. Es especialmente la foto del presidente chileno con el brazo en alto uno de los primeros retratos que la nombran cuando ya no está. Una imagen icónica y un recuerdo, marca de agua que no vela el revelado. Sus otras fotos, las coloridas, también imponen esa mirada íntima y sin maquillaje sobre las personas y su paisaje. La rueda de amigas y amigos que la evoca subraya su sonrisa infinita, su ardor luminoso rompiendo esquemas conservadores y su lenguaje global.
Un mantra en una oración sencilla: “hoy todo es más fácil, pero debes continuar” y un punto de referencia en la construcción y en la formación de una identidad. Una fotógrafa y su cámara unidas en comunión divulgadora y febril, distinguida impertinencia de un doble de cuerpo sin escamoteo. En la reserva del Museo Nacional de Bellas Artes de Buenos Aires, La cobanera (fotografía color sobre papel de una mujer), una obra de María Cristina que donó Sara Facio, espera luz de sala.