Barrial y colorido

Hay decenas de restaurantes populares peruanos en la ciudad porteña, pero pocos muestran un espacio tan cuidado, prolijo y bonito como el de Chicha Morada, en el barrio de Flores. Un local vistoso y cálido, con carteles que dicen “quisiera ser el limón de tu ceviche” o “el amor puede esperar; un pisco no”. 

Creado por el cocinero Lino Santos, Chicha Morada recorre la gastronomía de Perú a través de sus platos más conocidos. “Todo esto nace en un departamento de Caballito. Yo estudiaba abogacía, pero me gustaba cocinar. En un momento me animé, me anoté en el Gato Dumas, trabajé en el hotel Melia donde fui jefe de partida, hasta que en 2011 quise independizarme y arranqué vendiendo viandas que hacía en mi casa”, cuenta Lino.

El local de Chicha Morada arrancó modesto en 2019, sobrevivió a la pandemia y hoy se muestra en su mejor momento. Los platos son generosos, siempre para compartir, con opciones como las papas a la huancaína ($3200) y la causa de pollo ($3100). Se puede seguir con anticuchos de corazón o de pollo ($3300/3500), siempre hay caldos y sopas, también clásicos como el lomo saltado ($3800), el bistec a lo pobre ($4100) o los arroces chaufas (desde $3700). Orgulloso de cultura, los pescados y mariscos juegan un papel protagónico: “Hago un buen ceviche, es lo que me dice la gente”, cuenta Lino: el de pescado sale $4600, hay también jalea mixta ($5300), ají de langostinos ($4500), leche de tigre a $3300, entre más opciones.

A tono con el barrio comercial donde se ubica, en los mediodías Chicha Morada ofrece un menú imbatible de entrada y plato a $2200 (por ejemplo, una ocopa repleta de aroma a huacatay y un olluquito de carne con arroz); y suma unos jugosos pollos enteros que se cocinan en un spiedo a la brasa que salen apenas $6000 con papas fritas y ensaladas; o $7200 agregando además un chaufa. Y los fines de semana es común que haya cena shows de música folclórica en un pequeño escenario colocado en uno de los extremos del salón, incentivando al baile entre las mesas hasta entrada la madrugada. Económico, rico, lindo: qué más pedir.

Chicha Morada queda en Av. Nazca 811. WhatsApp: 11-5121-1045. Horario de atención: martes a domingos de 11 a 23. Instagram: @chichamoradaok.

Con acento chileno

Con cuecas bailadas sobre la vereda, con sendas empanadas y completos, el pasado fin de semana Pirruken celebró las fiestas patrias de Chile a puro ritmo callejero. Esta pequeña y joven esquina del barrio de Almagro es hoy uno de los puntos neurálgicos donde la colectividad chilena se encuentra a rescatar sabores, tonadas y también memoria y alegría. “Hace siete años arranqué con Doña Empaná, en eventos y deliveries, vendiendo la típica empanada chilena. En 2021 encontramos este lugar tan lindo, la esquinita del sol, y así nació Pirruken, como una evolución de esas empanadas. Este es un barrio migrante, un barrio cultural”, cuenta Angie.

Abierto desde temprano, con mates, café, galletitas de limón caseras, panqueque con mermelada de mora y otros desayunos, el lugar crece en intensidad a lo largo del día. La especialidad de la casa son las empanadas de pino (“el nombre deriva del término pirru, como se le dice en mapuche a la mezcla de carne picada y cebolla”, cuentan), que suman huevo y aceitunas ($1000, su tamaño equivale a dos o tres empanadas locales); también las sopaipillas (suerte de torta frita), que viene en seis que pueden salir con pebre ($1500) o guacamole ($1800); y los panchos (de $1600 a $2000): el Completo sale con salsa americana, chucrut, tomate y mayonesa; el Napolitano con tomate, queso y aceituna; el Campesino con queso, choclo y champignones.

Hay más: rico el pastel de choclo, también los platos del día (desde $2000) que van de un guiso de lentejas chileno a un pollo arvejado. De beber salen piscolas ($1900), terremoto ($2100) y una fresquísima Michelada ($1200, una cerveza con limón y borde labeado con merken ahumado).

Pirruken es un lugar alegre, vivo. Por fuera, dos murales dan color al espacio: de un lado, aparecen las casitas de Valparaíso; del otro, los palafitos de la isla de Chiloe. En una ventanita está pintado el Negro Matapacos, un famoso perro que participaba en las manifestaciones estudiantiles que sacudieron a Chile en 2011, ladrándole a los carabineros.

Pirruken queda en Guardia Vieja 3700. Horario de atención: martes a jueves de 9 a 24; viernes hasta la 1.30; sábados y domingos de 13 a 24. Instagram: @pirruken.

La patria de Evo

Más allá de que la Argentina tenga una populosa inmigración llegada desde Bolivia, la gastronomía de aquel país andino brilla más que nada por su ausencia en Buenos Aires. Hay algunos lugares en Liniers, otros más en Flores, unos pocos en Constitución, pero en su mayoría son comedores poco atractivos con una cocina que carece de brillo. Por suerte, ahí está Comidas Bolivianas de Carlitos, en plena zona comercial de Once, casi en la esquina de Tucumán y Av. Pueyrredón. Un local cómodo, amplio y bien conservado, manejado por el paceño Carlos Mendoza.

De almuerzo lo que más sale son los menúes económicos, que varían cada día, arrancando con una sopa (deliciosa la de maní) y continuando con, por ejemplo, un picante de pollo o un asado a la olla ($2800 con vaso de jugo incluido). Pero vale la pena pedir a la carta para recorrer algunos de los sabores más tradicionales de Bolivia. Se puede arrancar con unas salteñas de pollo (empanadas en extremo jugosas, $700), seguir con un caldo de ranga ranga (mondongo, papa hervida y una criolla por encima, $2700), para luego pasar a los platos fuertes, esa comida calórica e intensa que requiere vivir en las alturas de los Andes. 

La chuleta especial trae bife de costilla, arroz, dos huevos fritos, ensalada y papas fritas ($3600), para el lomo borracho cocinan la carne con cerveza ($4000), el charque kan es un sabor adquirido ($4200). Hay pique a lo macho (carne, salchichas, papas fritas, huevo duro, ensalada, todo por $5300), hay un rico falso conejo (como una milanesa salseada con chuño, $3400), hay varios picantes (guisos bien completos), sajta de pollo, chicharrón de cerdo y fricasé, entre otros. Más allá de no tener salida al mar, en Carlitos le dan importancia a los pescados de agua dulce, como sábalo, trucha y pejerrey.

Las mesas están siempre concurridas por la colectividad boliviana que llega a Carlitos para recuperar sus sabores, y se suman comensales al por mayor atraídos por una cocina poco conocida en el país, que acá se ofrece en cantidades generosas y precios amigables. Un lugar para tener en la agenda.

Comidas Bolivianas de Carlitos está en Tucumán 2678. Horario de atención: martes a viernes de 12 a 21; sábados de 9.30 a 21; domingos de 9.30 a 18. Instagram: @comidasbolivianasdecarlitos.