Extraña forma de vida 8 puntos
Strange Way of Life, España/Francia, 2023
Dirección y guion: Pedro Almodóvar
Duración: 31 minutos
Intérpretes: Ethan Hawke, Pedro Pascal, Manu Ríos, George Steane, José Condessa, Jason Fernández, Sara Sálamo, Erenice Lohan, Oihana Cueto.
Estreno: Disponible en salas.
Si bien sería inexacto decir que se trata del primer western gay, Extraña forma de vida, de Pedro Almodóvar, podría ser el primer western de estilo “clásico” (aunque con el manchego esa categoría siempre es difícil de aplicar) que cuenta de forma abierta una historia de amor entre dos vaqueros. El primer gaystern, para proponer una de esas etiquetas tan cómodas como inútiles que ponen las cosas conservadora y graciosamente en algún lugar. Pero nada de eso resulta tan curioso como el formato que el director de Átame eligió para contar esta historia, porque se trata de un cortometraje.
Si bien no es la primera vez que Almodóvar escoge el camino corto para una de sus historias -ya lo hizo hace tres años con La voz humana, protagonizada por Tilda Swynton-, sí es la primera de su tipo que el cineasta estrena de forma masiva en salas de todo el mundo. Con un detalle: Extraña forma de vida se proyecta junto a una larga entrevista (dura casi el doble que el corto) en la que Almodóvar habla sobre este último trabajo. El díptico de algún modo replica la experiencia de un festival, donde tras la película el público puede quedarse un rato más en la sala, oyendo al director hablar sobre las motivaciones, influencias y búsquedas detrás de escena.
Se puede decir que se trata de un western clásico en tanto sus protagonistas responden a una serie de arquetipos, desarrollan un vínculo y son parte de una trama que en muchos sentidos responden a aquello que define al género como tal. Silva (Pedro Pascal) es un ranchero que atraviesa el desierto para ir hasta un típico pueblo del oeste, dice, para ver al médico. Pero ahí se encuentra con Jake (Ethan Hawke) , otro hombre maduro con el que se conocen hace tiempo, de otra vida. Una en la que ambos eran pistoleros y formaban parte de una de esas pandillas nómades que vagaban por aquellos territorios todavía “salvajes”, en todos los sentidos que se le pueden dar a esa palabra.
En Extraña forma de vida también hay una mujer asesinada, un amante violento al que culpar, mandatos familiares que cumplir y hombres dispuestos a desenfundar sus armas para resolver cualquier conflicto. Y, sobre todo, una vieja historia personal que el tiempo ha dejado inconclusa y que 25 años después reclama su final. Sobre esa estructura clásica, la película va abriendo pequeñas brechas que permitirán que el género vaya un paso más allá. Porque es solo eso, nada menos, lo que ocurre en Extraña forma de vida: Almodóvar toma todo el subtexto homoerótico que el western fue construyendo en sus 120 años de historia, para por fin atreverse a decir su nombre.
Un fado cantado por la voz andrógina de Caetano Veloso; un vaquero con un vestuario que hace palidecer a la bandera arcoiris, cortesía de la casa Saint Laurent; un odre de vino perforado a balazos que tiene las reconocibles formas de una venus. Como Dios, Almodóvar vive en los detalles. Todo es útil para poner en acción ese deseo que hace que el bueno y el malo siempre se atraigan en las películas del oeste. Era hora de que dos pistoleros fueran libres de pistolear. Resultaba inverosímil que entre todos esos hombres solos ninguno haya cedido, hasta ahora, a la pulsión física de sentirse más atraido por otro de ellos que por las bailarinas del saloon.
A pesar de sus licencias, Almodóvar no se permite ningún tipo de exceso ni explicitud, más allá de alguna mirada indiscreta o algún plano con algo de carne expuesta. Pero tampoco se queda a mitad de camino: Extraña forma de vida muestra lo que quiere mostrar y cuenta lo que quiere contar con las imágenes y las palabras justas. Un Almodóvar de los que no se olvidan.