Historia del miedo

Benjamín Naishtat

2014

La ópera prima de Benjamín Naishtat transcurre en gran medida dentro del perímetro de un barrio cerrado, al cual acceden solamente algunas personas “de afuera”: un chico que se encarga de cortar el pasto, una empleada doméstica. No se afirma de manera rotunda ni se muestra explícitamente, pero resulta claro que en los alrededores del exclusivo complejo habitacional se erige un barrio marginal. De allí llega el humo de alguna quema, aunque las razones de los cortes de luz constantes parecen tener un origen más complejo. Estrenada en el Festival de Berlín en 2014, Historia del miedo “es una suerte de ensamblaje de distintas piezas que abordan la violencia social, tanto visible como invisible, que se percibe no sólo en mi país, sino también en toda América Latina”, según las palabras del realizador en la conferencia de prensa. “La atmósfera juega un rol fundamental, porque intenté hacer una suerte de mezcla entre distintos géneros: el thriller y el film social, pero también con elementos del cine experimental”.

El movimiento

Benjamín Naishtat

2015

Rodada en un blanco y negro de enormes contrastes, con Pablo Cedrón en uno de los papeles centrales, el segundo largometraje (aunque breve, de 70 minutos) de Naishtat imagina un pasado histórico que funciona no tanto como reconstrucción fiel, como podría imaginarla un historiador, sino como espejo de los distintos pasados y también del presente nacional. Una línea que recorre los cuerpos y los espíritus a lo largo de más de dos siglos de existencia. “Yo apenas tenía unos bocetos de la época de las guerras civiles anteriores a la sanción de la Constitución Nacional, más precisamente del período que va desde Mayo hasta que se firma la Constitución y se organiza un poco más el Estado”, declaró el director en su momento. “Quería entender un poco hacia atrás de dónde viene esta organización territorial que tenemos, los conflictos de federales y unitarios, esta forma de entender la política. Tenía una curiosidad por entender lo fundacional, los orígenes. Me parece que es una época que tiene muchas respuestas”.

Rojo

Benjamín Naishtat

2018

A diferencia de lo que ocurría en Historia del miedo, en Rojo la presencia de lo ominoso no es la antesala de una violencia que puede llegar a ocurrir sino su compañera inseparable. Un signo inevitable de los tiempos en los que transcurre la historia: la Argentina de los meses previos al golpe de 1976, años de grupos enfrentados, desapariciones y muertes de las cuales parecía mejor no hablar, ni en voz alta ni en susurros. En palabras de su autor, la película, que contó con la participación de Darío Grandinetti, Andrea Frigerio y el chileno Alfredo Castro, “nació de querer abordar un lado B de la historia, como en los cassettes o los LP, donde tenés el lado A con los hits y el lado B con cosas que se escuchan menos, pero que a veces tienen más duración en el tiempo. Me parecía que esta cuestión de la sociedad civil, de la clase media de la época, está muy poco contada en el cine, habiendo tantas películas sobre los 70. Ese fue el punto de partida. Después, se fue armando el policial y fue tomando más forma”.

Familia sumergida

María Alché

2019

La ópera prima de María Alché, protagonizada por una Mercedes Morán en estado de gracia, acompaña el proceso de duelo de una mujer luego de la muerte de su hermana. Con su sobrecarga de recuerdos reales y no tanto, que hacen confluir diferentes tiempos y espacios en el ajustado espacio de un living, la realizadora reflexiona sobre el rol de la memoria en la construcción del imaginario de una familia. “Imaginé que una persona que se encuentra cerca de alguien que está próximo al fin y, por lo tanto, piensa en su propia finitud, podía encontrarse en una zona más metafísica”, dijo Alché en una entrevista publicada cerca del estreno en Radar. “Y allí la película comenzó a tomar, por un lado, dimensiones muy mundanas, domésticas, y por el otro algo cercano a lo sagrado, lo existencial. O de un orden más inexplicable. Quería que ambos mundos estuvieran permeados. Que ese no lugar atópico, platónico en el cual están todos los tiempos y los parientes que conoció y los que no conoció, se cruzara con lo mundano”.