"Perón estaba en el balcón. Vio que abajo estaban Fimenich y Perdía, que gritaban con la gente: ¡La vida por Perón! ¡La vida por Perón! Entonces Perón lanza una pluma y les dice: A quien le caiga esta pluma, dará la vida por mí. Y desde arriba del balcón ve cómo Firmenich y Perdía se ponen a soplar: ¡La vida por Perón! ¡Fffff! ¡La vida por Perón! ¡Ffffffffff!". Mario Wainfeld era el tipo capaz de traer ese chiste desde el fondo de los años 70, en un intercambio de WhatsApp de un mediodía cualquiera, para hablar de liderazgos, de agachadas políticas, de Milei como emergente. Pero no sólo eso: al audio siguiente contaba cómo el chiste había ido mutando, porque en las distintas versiones a veces la que soplaba la pluma era la masa de gente, luego iban cambiando los sopladores y los escenarios, y cómo eso se relacionaba con distintos contextos de país. Y no sólo eso: todo lo decía desde el más llano lugar de par, ese que no le correspondía porque era Mario Wainfeld, pero en el que siempre eligió pararse. Preguntaba, sobre todo: "¿vos cómo la ves?", era su latiguillo. Porque de verdad le interesaba saber cómo la veían los otros, siempre más ávido por entender que por decir, aún con todo lo que decía y todo lo que entendía.
Generoso como pocos, Mario era el primero en incentivar tirando un tema, felicitando por tal nota, o con tanta delicadeza como piedad marcando lo que "había faltado" en tal otra. Hacía rato que su rol había pasado a ser exclusivamente el de columnista, por fuera del trajín más de operario de redacción, sin embargo en esos intercambios de WhatsApp para armar la edición de domingo nunca dejó de interesarse por el todo, de la tapa a cada sección --en especial política, claro--, viejo animal del diario en papel, un tipo que ponía una dedicación amorosa y pasional en lo que hacía.
"Oi oi oi", escribía y repetía cuando se empezaba a armar la edición de domingo, porque siempre el humor era su marca y siempre el corolario era que estábamos atribulados, complicados, pasados, en figurillas: por el diario, por el laburo, por el país, por el mundo. Y siempre venía luego el relato del recorrido que ya tenía completo en su cabeza antes de escribir su nota, perfecto, abarcativo.
La verdad es que ahora mismo tendría que estar recibiendo uno de sus audios mezclados con chistes o guiños en los que arengaba: "¿Y? ¿Cómo venimos?". Pero en cambio esto es absurdo y vuelvo a escuchar los mensajes después de cerrar su última nota, sobre la medianoche del sábado: "de mañana para pasado laburo también, con la elección de Chaco, la seguimos". Qué enorme periodista, qué laburante. La seguimos, Mario. Claro que la seguimos.