La victoria de River ante Arsenal del último domingo había servido para llevar tranquilidad hacia el club de Núñez, por los días convulsionados que le tocó vivir en la intimidad. Pero la carencia que exhibió ante los de Sarandí radicaba en lo futbolístico.
El juego que ofreció no fue convincente, y quedó en evidencia que tenía que volver a reconstruir su identidad, esa que lo llevó a ganar la última Liga Profesional. El rival en esta oportunidad, Atlético Tucumán, arribaba con mejores antecedentes al estadio Monumental: diez partidos sin derrotas, nueve con la nueva dupla técnica y uno con su anterior conductor Lucas Pusineri.
Los tucumanos respaldaron esos números con orden y criterio para controlar la pelota, trasladándola por abajo para que le llegara con frecuencia al único delantero: Maestro Puch. Además, en el aspecto defensivo se agrupaban bien cuando retrocedían, y eso le complicaba la llegada al área al conjunto local.
La mejor opción que tuvo River fue a través de una acción detenida, en la que Funes Mori cabeceó la pelota al lado del palo, luego de un envío de Fernández. El resto fueron tiros de media distancia, que siempre encontraban alguna pierna rival que terminaba rechazando la pelota.
La polémica de la noche llegó en el descuento del primer tiempo, cuando Paulo Díaz convirtió el gol pegándole a la pelota de sobrepique, pero después de varios minutos el VAR lo terminó anulando por posición adelantada.
Atlético decidió esperar en su campo durante el segundo tiempo, sobre todo por los ingresos de Tomás Castro y Tesuri. River también perdió algo de fútbol debido a que Kranevitter ocupó el lugar de Pérez.
El partido se desarrollaba siempre en el campo de los tucumanos, y más aún cuando ingresaron Colidio y Rondón, quienes se sumaron a De La Cruz, Fernández y Barco. Los marcadores centrales eran los únicos que no pasaban la mitad de la cancha. Sin embargo, la presencia de hombres con características ofensivas no le permitían a River hilvanar acciones ofensivas concretas.
El que terminó asustando a todo el estadio fue el ingresado Coronel, que luego de dejar desairado a Funes Mori, remató con la derecha y la pelota dio en la base del palo. El final mostraba al público exigiéndole más empeño a los jugadores, que no tenían la brújula correcta, y Rondón hizo estallar el escenario pero de alegría por el gol.