El papa Francisco pidió este sábado "responsabilidad europea" para enfrentar el "fenómeno migratorio" y denunció el "fanatismo de la indiferencia", antes de cerrar su visita a Marsella, en una multitudinaria misa.
El viaje papal se realizó días después que unos 8.500 migrantes llegaran a la pequeña isla italiana de Lampedusa tras cruzar el Mediterráneo, desde Africa a Europa, donde más de 28.000 desaparecieron desde 2014 , según la Organización Internacional para las Migraciones (OIM).
"Quien arriesga su vida en el mar no invade, busca acogida", afirmó el pontífice. Y definió que el "fenómeno migratorio" es un proceso que "involucra a tres continentes en torno al Mediterráneo" y que "debe ser gobernado con responsabilidad europea".
Francisco, de 86 años, dio finalizada de esta manera una semana de discusiones entre jóvenes y obispos del Mediterráneo en el Palacio de Pharo, adonde entró en silla de ruedas tras dar unos pasos apoyado en el presidente francés, Emmanuel Macron, y en un bastón.
No es nuevo este llamado del Papa argentino. Desde que fue elegido como sumo pontífice, en 2013, una de sus prioridades fue alertar sobre las tragedias de los migrantes, desde el Mediterráneo a Centroamérica o Venezuela, pasando por África, Oriente Medio, Europa o Estados Unidos.
Este viernes, en la basílica neobizantina de Nuestra Señora de la Guardia, uno de los símbolos para los marselleses, Francisco depositó una corona de flores ante el memorial a los desaparecidos en el mar y lanzó un alegato en favor de los migrantes y las ONGs que los socorren.
"Deben ser socorridas las personas que, al ser abandonadas sobre las olas, corren el riesgo de ahogarse. Es un deber de humanidad, es un deber de civilización", y denunció el "fanatismo de la indiferencia" hacia esta crisis humanitaria.
Francisco habló en un contexto cada vez más hostil para estos exiliados en Europa. Precisamente, Francia advirtió, a través de su ministro del Interior, Gérald Darmanin, que "no acogerá" ninguno de Lampedusa.
Polémica con Macron
Este viaje apostólico, el número 44 de Francisco al exterior, fue, a su vez, el primero a Marsella de un papa desde 1533, por lo que tuvo un gran interés a pesar del declive del catolicismo en Francia, un país laico desde 1905 y donde las acusaciones de abusos sexuales en la Iglesia aceleraron la crisis.
"Bienvenido Santo Padre", decía en español uno de los carteles en el barrio de Saint Mauron, de los más pobres de la ciudad portuaria, en la mañana a Francisco, que desayunó y mantuvo un encuentro con personas necesitadas de varios países, de Albania, Armenia e incluso Colombia.
En su segunda jornada en Marsella, Francisco presidirá una misa a las 16.15 (hora local) ante unas 60.000 personas que asistirán al Estadio Velódromo, en tanto, otras 100.000 seguirán el recorrido del pontífice en papamóvil por las calles de la segunda ciudad de Francia.
Tras una reunión con Francisco, el presidente francés, Macron, asistirá junto a su esposa Brigitte, pese a las críticas de la izquierda, que estima que su presencia en la liturgia "pisotea" la neutralidad religiosa.
"Yo considero que mi lugar es asistir. No iré como católico, sino como presidente", dijo Macron, quien será el primer presidente, desde Valéry Giscard d'Estaing en 1980, en asistir a una misa papal. Si bien existe una tradición de presidentes católicos, creyentes practicantes, del general De Gaulle a Nicolas Sarkozy.
Macron fue bautizado como católico a los 12 años y fue educado por los jesuitas, la orden religiosa a la que pertenece el papa Francisco. Su discusión con el papa llega cuando Francia se dispone a desvelar sus planes sobre la eutanasia.
"¿Quién escucha los gemidos de los ancianos solos que, en lugar de ser valorados, son aparcados con la perspectiva falsamente digna de una muerte dulce, pero que en realidad es más salada que las aguas del mar?", advirtió Francisco este sábado.