El candidato a jefe de Gobierno porteño de La Libertad Avanza (LLA), Ramiro Marra, presentó frente a la Casa Rosada un elefante inflable que simboliza “el enorme tamaño del Estado, que pisa a los que pagan sus impuestos y se alimenta de sus bolsillos”. El ardid recuerda a un truco similar de la derecha argentina en los ochenta.
“Estamos con este elefante que trajimos de manera simbólica. Es una representación de lo que es el Estado en Argentina, poco dinámico, de gran tamaño, que nos pisa constantemente, que nos lo tiran encima. Tenemos que buscar una Ciudad de Buenos Aires distinta, una Argentina distinta”, aseguró el candidato de Javier Milei en la Ciudad.
Según explicó, "el objetivo es generar un acto simbólico que concientice lo que ya muchos saben, que un Estado de este tamaño no sirve sino para enriquecer a los pocos que se benefician de él a la vez que le roban a la gente”.
"Los únicos que se benefician con este modelo son los políticos que se enriquecen mientras aplastan a la sociedad”, aseguró Marra, sin analizar el verdadero peso del costo de la política en el PBI, que no llega al uno por ciento.
Sin embargo, la "performance" efectista lejos está de ser nueva y original. Alberto Albamonte, uno de los rostros de la Unión de Centro Democrático hizo algo similar en la esquina de Cabildo y Juramento en 1985. Con una diferencia: apareció arriba de un elefante de verdad.
Afecto a esos gestos de impacto, el diputado del partido de Álvaro Alsogaray (que después mutó al menemismo y terminó siendo un empresario hotelero), también apareció en esos años en el Congreso con un enorme pollo de plástico. Así quería denunciar supuesta corrupción del Estado en la compra de pollos del exterior, los llamados "pollos de Mazzorín".
Borges decía en Kafka y sus precursores que un escritor puede definirse en función de sus antecesores. "Cada escritor crea a sus precursores", se lee en ese ensayo. Marra quizás pueda definirse en función de Albamonte.