“Viene llegando la primavera sembrando alergias en nuestro vergel”, podría decir aquella vieja canción, aggiornada, y –mientras las golondrinas se acercan a nuestro hemisferio, y los capitales dudan sobre el lugar adonde ir a hacer sus nidos financieros–, uno busca lleno de esperanzas la señal de que algo anda bien, o de que podría andar bien, o de que ojalá ande bien.

“Si gana las elecciones un ministro de Economía en un país con más del 100 por ciento de inflación anual, es porque están todes loques”, explican algunes; y otros les responden: “Si no las gana, es que están más loques aún, porque los otros candidates prometen deflación, recesión, estanflación, desocupación, privatización y otras terroríficas 'ciones' más, mientras reemplazan el sesentoso “sexo, droga, y rock and roll” por “cárcel, bala y dinamita”, provocando pesadillas a todes les argentines de bien, y a unes cuantes de más o menos.

Dije, y me hago cargo de lo dicho, que las cosas horribles que nos promete la ultraderecha para ver si nos da un ataque de masoquismo y la votamos, no van a ser posibles, porque no van a ganar. Lo dije, lo digo, y lo sigo sosteniendo, porque confío en cierto instinto vital, “pulsión erótica”, diría Freud, que nos aferra, singular y colectivamente, a la vida posible.

Pero a veces me pregunto "¿y si sí?”. ¿Y si son más los tanáticos, áticas y átiques? ¿Y si una motosierra destruye nuestra pobrecita neurona y la transforma en algo más inútil que Maurífice con una pala (¿recuerdan que no sabía cómo agarrarla?)? ¿Y si un delirio avícola vulnera nuestras mentes, y nos creemos halcones que sobrevuelan y bombardean la realidad dejándosela servida a los buitres fondos, que vendrán felices por la carroña? No, no, nada de esto va a suceder, me repito cual mantra mientras me aferro a mi osito de peluche, como millonario a su caja de seguridad.

Pero… no la tengo a mano a la Licenciada A., ¿la recuerdan? La socióloga con la que hace unos años compartí deciles, centiles y percibiles. Ella me tranquilizaría explicándome que los pasajes al otro lado de la curva de Gauss están caros y son en dólares. Yo la escucharía con suma atención hasta que me convenciera o me hiciera quedar dormido (lo que probablemente ocurriría primero).

Tampoco me parece pertinente consultarlo al Licenciado A. ¿Qué saben los psicoanalistas de política? Bueno, lo mismo que el resto de las personas, pero tienen un buen manejo de la angustia (al menos, de la ajena).

Pensando en todo esto, el sube y baja de "la razón pesimista" y "la voluntad optimista" se bandeó para el lado positivo. Y me dije: “¡Ya sé! ¡El 22 de octubre a la noche voy a invitar a algunos familiares y amigos muy queridos a comer un delicioso pastel de papa para festejar todos juntos!". (Me sale bueno, con puré, cebollita frita, carne picada, pasas de uva, aceitunas, salsa de tomate y un piso de batata; y además era el plato preferido del general Perón). Comencé a plantear la idea con algunes posibles convidades, y fue recibida con mucho entusiasmo. De hecho, cada uno hacía su aporte (papas fritas, fainá, empanadas, knishes, humus, vino, chocotorta, masitas de ricota, delicioso café...), y yo sentí que, con todo eso a nuestro favor, era imposible perder. Que no había fuerza capaz de derrotar a semejante banquete electoral. Y que en caso de que hubiera balotaje, repetiríamos, quizás con una pizza party o un tremendo asadote, nuestra ceremonia.

Pero –siempre hay un pero– las urnas no admiten golosinas. Y una sombra de duda, un fantasma como el descripto por Marx en el Manifiesto, atravesaba, no Europa, pero sí mi pantagruélico banquete: "¿y si no?".

Bueno, ahí fue cuando decidí que “un búnker es un búnker”, y si no podíamos festejar la victoria relámpago en primera vuelta, las vituallas servirían para acumular energía, o al menos calorías, para triunfar, esta vez sí, en la segunda. Y si los hados nos eran ridículamente adversos (cosa inimaginable, quiero aclarar), pues sería esa mesa el primer acto de un tiempo de resistencia, porque va a ser con amor, compañerismo, alegría, arte y mucho pero mucho Eros como tendremos que enfrentar esos tiempos mesozoico-medievales que nos prometen. Pero de solo pensarlo, se me activó la angustia y, casi sin darme cuenta, tenía el celu en mis manos y había marcado el número del Licenciado A.

–Hola –contestó–. En estos momentos no lo puedo atender, porque estoy preparando un pastel de papas para el 22 de octubre a la noche.

Les sugiero acompañar esta columna con una buena porción de pastel de papas, y seguir escuchando, compartiendo y reenviando hasta las elecciones el video “El Massa” de Rudy-Sanz: