En la Biblioteca Nacional (Agüero 2502) acaba de inaugurarse Tango que fuiste y serás, una muestra dedicada a la historia de uno de los productos culturales más característicos de la Argentina. La exposición ocupa gran parte del primer piso del edificio y tiene varios aciertos que vale destacar. El primero es aquello que sus curadores –Florencia Ubertalli y Diego Antico- decidieron no hacer. Tango que fuiste y serás no es un repaso de los grandes nombres, no hay un busto gigante dedicado a Carlos Gardel (ni a ningún otro u otra), y ni siquiera hay una recorrida histórica como la que se puede ver en la muestra permanente de la Academia Nacional de Tango. La perspectiva que adoptaron los curadores –que además de trabajar en la Biblioteca Nacional son músicos que viven, recorren y militan el tango cada día de sus vidas- es la de abordar distintos ejes temáticos en los que el tango aparece esencialmente como industria cultural, pero también como dispositivo que genera vínculos (debates y reacciones) sociales.
La muestra tiene varios ejes incluyendo un espacio dedicado a los aparatos de registro sonoro -que incluye los primeros cilindros en los cuales se grabó su música-, una suerte de instalación fotográfica que emula una milonga, y sus vínculos con grandes industrias culturales en su edad de oro, como el cine o la radio. Hay, también, un sector vinculado a la literatura –con Jorge Luis Borges a la cabeza, como amerita la institución-. Todos estos espacios son necesarios para construir una mirada abarcadora de la cuestión, pero se apoyan en temas más transitados por la historiografía del género. Son acaso, menos novedosos. Lo más interesante y disruptivo, lo más valioso de Tango que fuiste y serás está en los otros ejes temáticos.
Empezando por el título de la muestra, que anticipa que el tango “será”. O más bien, que el tango seguirá “siendo”, contra lo que vienen advirtiendo los cascarrabias del género desde hace “algunos” añitos. Los curadores dieron con sentencias de muerte al tango en años tan tempranos del género como 1903. Ya se ve: Rodolfo Mederos, habitual apologista de la muerte del tango, ni siquiera es original en su prédica. En las paredes de la sala Leopoldo Marechal de la Biblioteca Nacional incluso hay un gesto de desafío a Mederos y, en él, a todos los que supusieron la muerte del tango en los últimos 120 años. Se trata de la tapa de este suplemento de Página/12 en ocasión del décimo aniversario de la Fernández Fierro. Para entonces toda la formación de esa orquesta típica, emblema del tango del siglo XXI, lució ante la cámara tirados en el piso de la entrada del CAFF. Una ironía que sigue vigente.
Junto a la reproducción de esa fotografía de Página/12 hay otra instalación que simula ser el baño de un antro tanguero de los de ahora. Será imposible encontrarla en el catálogo de la muestra –que por cierto, es muy bueno y tiene artículos muy interesantes tanto de los curadores como de Juan Sasturain, Mercedes Liska, Matías Mauricio, Martín Prestía, el coleccionista Guillermo Elías (quien aportó mucho material a la muestra) y otros. Es que como instalación es un work-in-progress al que los curadores invitan a quienes se dedican al tango a que aporten las pegatinas de sus bandas y espacios. Ahí también hay unos fanzines de distribución gratuita de sugestivo título: “Tango Siglo XXI”.
Otro sector interesante de la muestra es el dedicado al vínculo entre tango y política. Es una relación bastante estudiada, pero que pese a todo suele ser olvidada incluso por tangueros y milongueros, acaso porque la industria cultural de consumo masivo terminó imponiendo los tangos vinculados a la nostalgia, el desamor y el rezongo tristón. La línea de tiempo –y las partituras- que se exhiben son explícitas: “Unión Cívica”, “A Leandro”, “Ley residencia”, “Tirana Unitaria” o “Pan” (un tango de raigambre anarquista que cantó y grabó Gardel), allá cerca de sus comienzos, hasta los más recientes tangos anarquistas que grabó el Quinteto Negro La Boca junto a Osvaldo Bayer o el emblemático “Puente Pueyrredón”, de Pablo Sensottera, acaso de uno de los trabajos que mejor define el espíritu de los primeros años del tango siglo XXI.
Hay, finalmente, otro bloque conceptual al que prestarle atención que es el vinculado a las estéticas del tango, que hace especial hincapié en la producción visual –con cuadros del guitarrista y plástico Juan Lorenzo y de la bailarina e ilustradora Romina Pernigotte-. Estos trabajos dialogan de buen grado con los ganadores y menciones del concurso fotográfico “Postales del tango de hoy”, que también lanzó la Biblioteca Nacional y que dan cuenta de un cambio de sentido en la postal añeja del compadrito, el farolito y la esquina.
De yapa, Tango que fuiste y serás incluye una serie de actividades que irán sucediendo de aquí hasta su cierre en marzo del año próximo. Si en la apertura cantó la santafesina Luisina Matthieu y bailaron Martín Chili y Juampy Ramírez, este jueves será el turno de la Orquesta Típica Di Pasquale. Además, habrá más shows, debates y conversatorios, para mantener la atención en torno a la muestra que, como el tango, tiene para rato.