En una época no muy lejana del fútbol argentino, los grandes equipos salían de memoria. Los técnicos no metían tanta mano ni forzaban rotaciones exageradas. Había una formación base que se ajustaba sólo cuando algún jugador bajaba demasiado su rendimiento o sufría una lesión de importancia. Eran otros tiempos también: no se jugaban tres partidos en diez días ni tres competencias en simultáneo con viajes de por medio. El campeonato local iba los domingos y ocasionalmente algún que otro miércoles y en la Copa Libertadores participaban sólo dos clubes, a lo sumo tres.

Ahora todo es diferente. El capitalismo desatado en la Argentina y en gran parte del mundo necesita que haya fútbol a toda hora. De lunes a lunes. La exigencia es enorme y los técnicos demandan planteles amplios, con dos y hasta tres jugadores por puesto para repartir el esfuerzo. La competencia interna es intensa y cada minuto en la cancha tiene un valor inmenso.

Jorge Almirón, como técnico de Boca y Martín Demichelis, al frente de River, sobrellevan esa presión como pueden. Más que la identidad y el estilo, les interesa que todos sus futbolistas tengan oportunidades y estén contentos. Por eso rotan, cambian y mueven sus formaciones sin parar. Pero con esta política, a ninguno de los dos les está yendo bien. Juegan mal, ganan poco (Boca, dos partidos de los últimos once, River tres de los últimos seis) y no convencen a nadie.

Almirón ya adelantó que el equipo que pondrá el domingo contra River en La Bombonera dependerá de cómo le vaya a Boca el jueves en la primera semifinal copera ante Palmeiras. Y que no descarta afrontar el Superclásico con una formación alternativa para reservar jugadores de cara al desquite de la próxima semana en San Pablo. Sería la tercera vez en siete fechas que Almirón haría algo así (con los suplentes perdió ante Sarmiento en Junin y le ganó a Central Córdoba en Santiago del Estero). Pero se entiende: la Copa Libertadores es la medida de todas las cosas en la Boca, prioridad absoluta, obsesión absorbente.

Por el contrario, Demichelis cambia porque sí, sin razón aparente. Eliminado de la Libertadores y la Copa Argentina, River carece de actividad entresemana en este segundo semestre. Sin embargo, en lugar de potenciar al equipo que salió campeón con amplitud de la Liga Profesional, Demichelis optó por desarmarlo. Casi nadie está seguro de su puesto. Y los cambios que multiplica antes y durante cada partido, reflejan mas la voluntad de repartir los minutos disponibles entre la mayor cantidad de jugadores posibles que la de introducir correcciones y resolver problemas. Algunos referentes del plantel, incluso no estarían tan de acuerdo con tanto manoseo.

Con ese ánimo, River irá el domingo a La Bombonera a jugar otro Superclásico. No ganó todavía de visitante y no llega como favorito. Pero tiene un consuelo: Boca tampoco está mejor. Tiene la cabeza puesta en la Copa y con tanta entrada y salida de jugadores, su técnico Almirón parece tan desorientado como lo está Demichelis.