Hay distintas formas de contar una historia y muchas más cuando se trata de la de un país. La de Argentina es una muestra: los relatos que dan cuenta de su genealogía son contradictorios, a veces enfrentados. El historiador pampeano José Carlos Depetris, por ejemplo, propone mirarla a partir del cruce de dos grandes genocidios perpetrados por el Estado. Por un lado, la llamada Conquista del Desierto, que amplió las fronteras del joven país a costa de eliminar a los pueblos que aquí habitaban hasta casi desaparecer sus culturas. Por otro, la que orquestó la última dictadura bajo el lema de la reorganización nacional.
El cineasta Alejandro Urioste toma ese punto de partida para su documental Actas del Salitral, donde ambas tragedias se cruzan en la ciudad de Santa Rosa, La Pampa. Ahí fueron enviados en calidad de trabajadores, aunque en los hechos se trataba de casi esclavos, un grupo de sobrevivientes de pueblos indígenas, ya eliminadas sus verdaderas identidades y bajo los nuevos nombres “cristianos”. Regresaban así a sus tierras, ahora apropiadas por quienes financiaron la campaña del general Julio Roca, para ser los peones y la servidumbre de la nueva aristocracia rural argentina.
Entre los descendientes de aquellos sobrevivientes se encontraban los hermanos Raúl e Inés Uhalde, jóvenes idealistas criados en La Pampa que en los ‘70 abrazaron la militancia política. Raúl, el mayor, fue asesinado por la policía en febrero de 1976. Su hermana fue desaparecida seis meses después. Tenía 20 años. De forma emotiva, Actas del Salitral exhibe la trama histórica que une a ambas tragedias, revelando la intimidad que las conecta. La película tendrá su premiere el 27 de septiembre a las 19:30 en el Centro Municipal de Cultura, Quintana 172, Santa Rosa. Curiosamente, ese día cumple 50 años Iara Uhalde, hija de Raúl y sobrina de Inés, una fecha significativa.
“Hay una referencia inevitable que es la obra de David Viñas, quien decía que los indios son los desaparecidos del siglo XIX”, afirma Urioste al ser consultado por el origen de Actas del Salitral. “Viñas, como nadie, siguió el hilo rojo que atraviesa los antagonismos sociales de la Argentina”. El cineasta también menciona “el trabajo de Daniel Feierstein de pensar los genocidios y la elaboración previa de la imagen del sujeto a ser eliminado, ese ‘sujeto deleznable’, como dice Nilda Redondo”. “‘El bandido’ en el caso de las montoneras, el ‘delincuente terrorista subversivo’ para los protagonistas de las luchas del arco Cordobazo-Villa Constitución. Y la idea de que el genocidio opera a largo plazo como práctica social, incluso mucho después de lo que creíamos reparaciones definitivas, hasta el presente”, dice Urioste.
-Parte de la investigación de Actas del Salitral nace del trabajo Depetris, coautor del guion. ¿De qué forma trabajaron la estructura de la película?
-Depetris es un historiador que abordó como nadie la historia de las clases subalternas de la Pampa y sus obras son referencia obligada de nuevos investigadores. Pero además de su trabajo de investigación, José tiene lazos familiares con los Uhalde, y desde chico escuchó los relatos de su madre y su abuela: es un cronista privilegiado. Juntos trabajamos en la Cooperativa Popular de Electricidad de Santa Rosa, donde yo aún trabajo, y cuando hace unos años me contó esta historia, enseguida agarré viaje. Grabamos sus relatos, que son la estructura de la primera parte, y al mismo tiempo comencé con las entrevistas a Iara y a Silvia Casiró, exesposa de Raúl, y otras personas que los conocieron a ambos, además del trabajo con imágenes de archivo.
-En tiempos donde resurgen discursos negacionistas, ¿hasta dónde debe llegar el cine en su empeño por contar las historias de las víctimas?
-Lo que sucede es que, como dice León Rozitchner, hay que ponerle nombres a las cosas, hay que ponerle rostros. Hay consignas que respeto porque son parte de mi historia, pero que a veces se vacían. La idea era mostrar a Inés y Raúl Uhalde en su dimensión vital, con todas las palpitaciones de la vida insurgente. Entiendo la categoría “víctima”, pero lo que hace esa categoría es cuantificar sujetos. Se puede negar la cifra de 30 mil, cambiarla por tres mil, pero no se pueden negar las vidas, lo que eligieron hacer esas personas. Y ellos, ellas, “los 30 mil”, son necesariamente específicos, son cuerpos que han verificado una coherencia con un colectivo solidario. ¿Nunca más? ¿No deberíamos pensar, como Primo Levi, que siempre puede volver a ocurrir? ¿Por qué deberíamos pensar que la monumentalización de la memoria es comprendida de una manera y no de otra por los jóvenes? Quizás hay que pensar nuevamente en estas cosas.
-¿Qué significa para usted, como pampeano, poder contar la historia y las historias de su patria chica?
-De una experiencia así, uno nunca sale igual a cuando entró. Cambian las maneras en que ves lo que te rodea, incluso lo cotidiano. Yo vivo en tierra ranquel, un lugar invadido por un ejército de ocupación que mató, violó y saqueó. Un lugar que hasta ayer era objeto de descirpciones folklóricas romantizadas y hoy se me aparece con su verdadero rostro: un campo de prisioneros. Ya no voy a mirar los nombres de las calles de la ciudad en que vivo de la misma manera que antes.
-¿Cuál es el punto de equilibrio entre el compromiso discursivo y el hecho artístico que implica una película como Actas del Salitral?
-El punto de equilibrio no existe: si no lograste la imagen, nadie creerá esa línea del guion. Hay que buscar, con el ojo de la cámara y con los ojos propios. Siempre buscar. El cine son miradas, miradas sociales, colectivas, nunca solitarias, aunque lo parezcan. ¿Querés algo más íntimo que la mirada de Raymundo Gleyzer en La tierra quema, que la manera en que Patricio Guzmán mira las estrellas y los huesos del desierto en Nostalgias de la luz? Creo que nadie debería escribir un guion si no tiene a mano un fotómetro y no sabe qué hacer con él. Escribís, sí, pero estás obligado a elegir dónde plantás la cámara, tenés que elegir el plano y las palabras. Tenés que elegir.
-La película se estrena en Santa Rosa el 27 de septiembre, el día en que Iara Uhalde cumple 50 años.
-La verdad en que no nos dimos cuenta de la coincidencia. Por distintos motivos se estableció esa fecha y maravillosamente coincidió. Ocurrió algo parecido cuando entrevisté a Amanda Sánchez, la amiga del alma de Inesita Uhalde: al terminar la entrevista dice: “hoy vamos a celebrar con Iara el cumpleaños de Inés, nunca dejé de festejarlo”. Quedé atónito por la coincidencia. En un documental, burlándose del guion, hay cosas, temas, personas, voces, imágenes que irrumpen sin permiso y se imponen.