El junket de Unicornio, la película argentina que se estrena este jueves, es distinto a todos los conocidos. No porque no haya habido un planificado y detallado cronograma de entrevistas y horarios con las cuatro protagonistas del film y con su directora. Toda la estructura clásica que caracteriza a este tipo de eventos de lanzamiento está presente. Lo que lo vuelve atípico es cómo la pretendida y habitual formalidad vuela por los aires, con una naturalidad propia de un grupo de mujeres que formaron un grupo que trasciende el simple encuentro furtivo para la filmación de una película.
Nancy Dupláa, Carolina Ramírez, Sofía Dieguez y Camila Azul Sosa, las protagonistas de la película, se chicanean entre sí, se cruzan en las entrevistas, irrumpen en las notas de las otras y las risas copan la escena una y otra vez, ante la complicidad de la directora Natural Arpajou, que se prende a cada situación. Son mujeres libres y orgullosas, que -como las protagonistas de la película- construyeron un vínculo que en su conjunto las hace más fuertes que en su individualidad.
Unicornio es una película sobre mujeres golpeadas, frágiles, condicionadas por pasados y presentes que les impiden vivir sus amores en libertad, sin ataduras. Grace (Dupláa) es una manicura de barrio que superó los cincuenta y que no puede resolver una larga historia de amor con un hombre casado que hace de la promesa de una vida en conjunto una cárcel infinita y angustiante. Diana (Dieguez) es una mujer trans a la que su novio oculta y que sufre la imposibilidad de vivir ese amor a pleno. Amanda (Ramírez) es una bailarina de strip-tease a la que su pasado le impide dejarse llevar por un amor sano y puro. Y por ultimo está Lila (Sosa), la adolescente del grupo cuyo inicio en el mundo amoroso está trabado por el maltrato de una madre tirana y cruel que la desprecia y asfixia a diario. Son mujeres sufrientes, trabajadoras, que lloran y ríen, que padecen y bailan, que se necesitan y acompañan. Que juntas, saben, los dolores se vuelven más soportables.
“En Unicornio quería hablar sobre el amor, abarcando la mayor cantidad de amores y desamores posibles: de pareja, de amistad, de familia, del que cada uno de nosotros tenemos con nosotros mismos”, cuenta Arpajou a Página/12, en relación a su tercer film como directora tras Yo, niña y Libre. “Son cuatro personajes rotos, cuatro mujeres que no tienen un base muy sólida, y que transitan sus vínculos como pueden más que como quieren”, subraya Dupláa. “Es una película que no plantea un cuento de hadas con final feliz ni tampoco un drama inevitable, sino el andar de cuatro mujeres que cuyos males se alivian cuando están juntas”, agrega Sosa.
-La película cuenta una historia coral, en la que cuatro mujeres viven amores de maneras muy diferentes pero con el denominador común de autoestimas golpeadas por la vida. ¿En el fondo todos estamos más o menos cruzados por los mismos sentimientos?
Natural Arpajou: -Mi desafío como realizadora es contar emociones lo más humanas posibles. Es lo que intento. Si se logra o no la gente lo dirá. Pero en general es eso: contar experiencias humanas. Me parece que el mundo está necesitado de eso, sentirse en el otro, reflejarse un poco en el otro. No me gusta dar mensajes porque no soy nadie, sino simplemente dialogar con el público. ¿Qué es el amor? Y todos los tipos de amores que transitan la peli no solo son posibles sino que nos rodean todo el tiempo. Hay una personaje atravesado por el desamor familiar y el desarraigo como sucede con Amanda, la violencia familiar como condicionante en Lila, la autoestima rota de Grace y la insatisfacción de Diana de no poder gozar de un vínculo con naturalidad.
Nancy Dupláa: -Lo que nos pasa determina cada cosa que hacemos. Como nos quieren también nos sentimos, en un punto. Los primeros años de vida son donde más vas absorbiendo lo que vas viviendo alrededor. Estas mujeres están rotas. Poner de manifiesto en una ficción nuestros dolores es una manera de exorcizarlos. Poder decir que uno está roto permite comprender la existencia de un desamor, y el poco amor propio te puede llevar a exponer tu cuerpo y tu alma a situaciones espantosas. No te valorás ni un poco. Poner eso en un personaje, mostrarlo y decir que es válido que te pase es dar un paso. Porque una vez que uno lo reconoce, lo experimenta, lo puede sanar. ¿Cómo se sana? A veces necesitás el puntapié y la ayuda de tus amigas, ¿no? Que son las que te limpian el vómito o la caca cuando estás hecha mierda. Las cuatro protagonistas tienen ese arco hermoso de resiliencia, de poder transformar algo feo, doloroso en una esperanza. De poder cambiar.
-¿Es una película que busca dejar un mensaje, no sé si positivo, pero sí “sanador”?
N. A.: -No tengamos miedo de decir positivo, porque tampoco es sanar… es poder sobrellevar nuestros sufrimientos.
Camila Sosa: -Me parece que la idea de positivismo que tiene la gente no es la misma idea que plantea la película. Los personajes no terminan de una manera de cuento de hadas, en donde todas son felices y están en su mejor momento. Dentro de esa comunidad que construyen, están bien con ellas mismas. La felicidad también se alcanza cuando se encuentran espacios que vuelven más llevaderos los males.
N. D.: -La canción del final dice “no dejes que nunca se olvide el pasado, nunca lo ignores, lleva contigo eso que hiciste y abrázalo bien”. Y lo que pasa en la película es un poco eso. Todas tenemos un pasado espantoso. El tema es qué hacemos con él. La peli plantea verlo de frente, que es de mucha valentía, porque no es fácil animarse a luchar contra esos monstruos, que son propios, que es lo que nos tocó. Y una vez que lo ves y enfrentás al monstruo, ya le tenés un poquitito menos de miedo. Lo abrazamos y nos da la chance de poder empezar a transformar nuestra vida en algo un poquitito más feliz. El dolor también hace que nos unamos en comunidad, en amor, en manada.
N. A.: -Las pequeñas manadas que construimos son las que nos salvan. Nuestras amigas o amigos, nuestra familia, son la red que nos dan fuerzas para seguir siempre luchando y hacer más soportable y disfrutable lo que nos pasa.
-En la trama las protagonistas transitan momentos de mucho dolor y angustia, pero también de felicidad y de risas. ¿Hay una búsqueda de profundidad pero también de relatividad sobre lo que sucede?
N. A.: -La vida está llena de matices. Por eso elegí a Julieta Venegas y a Lucy Patané para que musicalizaran la película, ya que su música es agridulce. En ninguna de sus canciones es todo positivo o todo negativo. Mis películas son un equivalente a cómo Julieta mira el mundo. La vida es un poco eso: la alegría y la tristeza, la esperanza y el pesimismo… Cada uno de nosotros cargamos con nuestras heridas, nuestras fragilidades, y nuestras historias condicionan la manera en que enfrentamos el amor: hay personas que nos hundimos en el amor, hay otras que nos volcamos demasiado al amor, hay personas que intentan alejarse del amor, hay de todo…. Cada persona tiene un universo. Y esa pequeña manada que hacemos, ya sea con tus perras, tus amigas, tus amigos, tu familia, son validas. Todas las manadas son válidas. Las herramientas que tenemos para sobreponernos son las manadas que elegimos, cantar, bailar, llorar, tomarte una copa de vino, embriagarte y al otro día darte cuenta que la vida sigue y que estás viva para enfrentarla.
-Si bien todos sufrimos por amor, ¿creen que Unicornio hubiera sido contada de la misma manera si hubiera estado protagonizada por cuatro hombres?
N. D.: -Creo -sin pretensión científica- que las mujeres nos animamos a mostrarnos mas rotas con las amigas. A los varones les cuesta un poco mas entablar la charla, conversar.
N. A.: -Las mujeres nos contamos el cuerpo. Lo que nos pasó o lo que no nos pasó, si la ropa nos ajustaba de más o si el vino estaba bueno o picado. Todo. Por historia y naturaleza, las mujeres somos de contarnos todo y mucho más en esta época.
N. D.: -De hecho, esta película hecha por mujeres tuvo desde el minuto uno una propuesta diferencial, que trascendió lo profesional: lo primero que tuvimos que hacer fue conocernos entre nosotras. ¿Cómo? Natural nos invitó a su casa en Pompeya, en un barrio de casas bajas, con la pelopincho y los perritos. Ahí empezó a armarse la comunidad entre nosotras cinco. Lo que teníamos que armar era una amistad creíble para la película.
-¿Previo a todo el trabajo profesional de relecturas de guiones y ensayos?
C. S.: -Sí. Lo interesante del proyecto es que tuvimos dos meses previos para conocernos, ver lo que teníamos que hacer y cómo lo íbamos a hacer. Ese nivel de preparación y conocimiento nos hizo más fácil el trabajo. No solo en relación a nuestro vínculo personal, y el que tejen los personajes, sino a entender cómo Natural lo pensaba en su cabeza.
N. D.: -Fue una experiencia bien humana. Repasábamos texto y repensábamos algo…
N. A.: -¡Mentira! (risas) Llevaban la letra, pero al final decían menos el texto de lo que hablaban de cualquier cosa. Y yo promoví eso, quería que eso pasara. Los productores nos habían ofrecido un lugar para encontrarnos, en una productora, pero creí que no iba a servir para lo que buscábamos y por eso les propuse hacerlo en casa. Creo que el cine tiene que ver siempre con la experiencia humana. Me gusta contar historias humanas. Incluso, si algún día llego a dirigir una película sobre extraterrestres, probablemente lo haga con un fuerte componente de experiencia humana. El cine es una excusa para el encuentro humano. Por eso disfrutábamos esas charlas, donde cada una nos contaba cosas de su vida cotidiana…
-¿Esos encuentros en tu casa, previos al trabajo profesional en sí, fueron claves para que haya autenticidad en la amistad? Algo que se refuerza con los barrios de Constitución y Pompeya como escenografía, corriéndose de la tríada Palermo-Belgrano-Colegiales como lugares tan transitados por el cine nacional.
N. A.: -Soy una directora que viene del barro. Vengo de una familia muy humilde, me crié en el interior y vine a la gran ciudad para ser peluquera. Nací en Mar del Plata, pero me crié en Lago Puelo, Chubut. Me vine a Buenos Aires a las 17 años. La mirada de cada uno y una está condicionada por lo que observa cotidianamente. Los directores somos medio freakes y estamos todo el día observando. Antes de vivir en Pompeya, yo vivía en San Cristóbal, pegado a Constitución, que fue inspirador. Tanto la peluquería del personaje de Nancy, como el lavadero de ropa, los tomé de ahí. Quisimos grabar en esos lugares, pero el tema fue que después de la pandemia el barrio se puso muy denso y había perdido la cosa barrial que queríamos transmitir. Entonces, filmamos algunas cosas en Constitución y otras en Pompeya. Yo hago historias del cotidiano.
N. D.: -Yo la conozco a Natural porque ella da clases de cine en un centro cultural en la Villa 21, como una forma de incluir a los pibes del barrio a través del arte. Entre todos escribieron una película y para demostrarles que si uno estudia y se esfuerza algunas cosas se pueden lograr, quisieron filmarla. Me contaron la idea y me dije “¿cómo no voy a ser parte de eso si también creo en esas cosas?”.
N. A.: -Libre fue una película completamente independiente, estuvo en Málaga y otros festivales. No fue un proyecto comercial; nadie cobró un peso. El equipo técnico estaba formado por gente del medio y por los alumnos. La gente más conocida, profesional, como Nancy o Gastón Pauls, hicieron bolos. Fueron los alumnos los que pidieron por Nancy. Empecé a acosarla por las redes y le escribí a su papá para contactarla. Éramos amigos en Facebook con el papá de Nancy, sin saber bien por qué. Y Nancy se copó, se vino a la villa y nos enamoramos. Me encantó.
N. D.: -“Nena, nena, dale bola a esta piba que es divino el trabajo que hace”, me dijo mi viejo, casi como un reto. Ver a los pibes del barrio incluidos en la producción fue una experiencia hermosa y emocionante. Una chica me hizo la manicura, otra me maquilló, estaban tan contentas, tenían tantas ganas, que me encantó. Yo soy una privilegiada, que tengo la posibilidad de filmar en grandes producciones, pero también disfruto de este tipo de experiencias que son profesionales y humanas.
N. A.: -No la conocía a Nancy y cuando vino a filmar estaba reentregada. Es más: nos faltaban escenas y no quería molestarla porque no le estábamos pagando. Y la llamé y me dijo: “estaba esperando que me llamaras porque me quedé con ganas de más”. Ella fue super copada y laburó con todo el mundo de esa manera, con esa esencia. Fue un placer.
N. D.: -Siento que Natural tiene una vibración parecida a la mía porque yo no me meto en personajes demasiado complejos, a los que crea que no pueda llegar a incorporarlos a mi registro. Me tiene que pasar algo con los personajes, de entrada. Y Grace, mi personaje en la peli, es un poco las dos. Todas las mujeres hemos pasado por momentos en donde nos hemos despreciado a nosotras mismas y nos hemos entregado a situaciones espantosas. Y Grace nos representa eso, me identifica, por eso quise ser parte. Es interesante que el cine muestre a una mujer, entrando a los cincuenta años, que es mirada por el afuera como alguien que entra en una debacle de su vida.
C. S.: -El arquetipo social imperante determina que las mujeres de más de 50 años salen de un plano para entrar en otro. La juventud parece ser lo único que vale, asociada a la belleza y a todo lo bueno que tiene el ser humano.
N. A.: -Nancy es hegemónicamente hermosa. Tuve la suerte de que me concedieran que no se maquillaran o que lo hagan con el maquillaje corrido para darle más naturalidad a la película.
N. D.: -¡Me hiciste aparecer en culo, Natural! (Risas)
-¿Por qué esa decisión de mostrarlas “naturales”?
N. A.: -Yo le pregunté hasta dónde se animaba, porque ella transita una exposición pública que es difícil de manejar. Son las cuatro unas diosas, pero cada una maneja su cuerpo como quiere. Y no tuve ningún “pero” de nadie. A mí me interesaba romper la cuestión de la belleza hegemónica, porque yo personalmente tengo esos miedos, que nos atraviesa a todas las minas que no somos hegemónicamente bellas. Nos cuesta mucho transitar el mundo, y mucho más a las actrices que atravesaron los 50. ¡Es cruel y estúpido! La mirada que existe en la sociedad hacia las mujeres mayores de cincuenta lastima y hace mucho daño.
N. D.: -La película es una oportunidad para poder contar historias de otro tipo de mujeres y edades. Se están contando cada vez más historias de mujeres de más de 40 años, que transitan por otros miedos y formas de vivir. Yo tengo muchos años transcurridos y puedo asegurar que mis 53 años no los cambio por lo de los 40, porque me siento más serena, más contenta, disfruto más de las cosas, tengo más paciencia. Los años te dan sabiduría además de un desgaste físico.
N. A.: -La película intenta romper con la belleza hegemónica. Las protagonistas son hermosas, pero se transforman en personajes que no son compatibles con lo que hoy la sociedad considera bellas.
-Desde su concepción y punto de vista, Unicornio asume una posición femenina, pero no cae en parlamentos aleccionadores. ¿Es una película militante?
N. A.: -No es una película militante porque tengo la idea de no mandar ningún mensaje, sino de dialogar con lo que nos pasa. Con una mirada.
C. S.: -Hay una decisión de no mostrar íconos o símbolos, sino contar historias de lo que nos pasa a las mujeres.
N. D.: -Militamos por ser nosotras mismas.
N. A.: -No es una militancia de choque. Todo lo que hacemos en la vida es una militancia de lo que queremos. Desde que nos levantamos hasta que nos dormimos. Elijo contar estas historias y del modo que están contadas.