Portada original de Moro Satragni

Antes de que los “featurings” se pusieran de moda, el baterista Oscar Moro y el bajista Beto Satragni grabaron un disco plagado de invitados que tuvo más que ver con el placer de tocar juntos que con las sugerencias comerciales de la industria. Moro Satragni fue, como decía Andrés Calamaro, rock de verdad con amistad. Un proyecto que acaba de reeditarse y que en 1983 reunió a músicos de distintos géneros que recuerdan con placer esa experiencia hecha de jazz rock y candombe. “Yo venía con la idea de reeditar el disco desde hace rato. Que hayan sido cuarenta años fue una casualidad”, reconoce Juanito Moro, hijo de Oscar. La nueva edición de Moro Satragni, a cargo del sello de la disquería RGS, se consigue en vinilo y CD e incluye ocho bonus tracks. Algunos de ellos estaban en viejos casetes que Juanito guardaba en un bolso. “Este disco era esperado por mucha gente. Un disco de culto que estaba medio perdido”, sigue explicando el hijo de Moro, de 44 años, que también es baterista, tocó con JAF, Celeste Carballo y Willy Crook, y curiosamente no estudió con su padre sino que fue alumno de Daniel Colombres. “Mi viejo me trató de enseñar, pero no anduvo. Él era muy autodidacta”, cuenta.

Este disco fue una excusa perfecta tras varios intentos frustrados de Moro y Satragni de tocar juntos. Se conocían desde principios de los 70, cuando Moro todavía estaba en Color Humano y Beto era un músico uruguayo, de Canelones, recién llegado a Buenos Aires. “Yo escuchaba todos los discos de Los Gatos”, le decía Satragni a la Expreso Imaginario en 1981 al repasar ese momento. Moro hacía lo mismo en una Pelo: “Beto vivía en San Telmo, en un lugar muy lindo, y a mí me gustaba su onda, entonces empecé a acercarme. Tuvo mucho que ver que nos copaba la misma música, había un entendimiento. Con el tiempo empezamos a hablar de la posibilidad de trabajar juntos”. Oscar y Beto zapaban, proyectaban, pero las iniciativas quedaban en la nada. Incluso a mediados de los ‘70, antes de que Satragni formara Raíces, se unieron a Apocalipsis, un grupo que también integraba Alfredo Toth y que se acabó de inmediato. En los ‘80, mientras Moro se encargaba de los parches de Serú Girán, Beto formaba parte de Spinetta Jade. El momento no llegaba.

Pero el final abrupto de Serú abrió nuevos caminos. Después de que Satragni sonara como reemplazo de Pedro Aznar para los shows en vivo del grupo, Serú Girán se terminó definitivamente y Moro pudo grabar un disco solista gracias al contrato que unía al cuarteto con Interdisc. Todos los ex Seru hicieron el suyo, pero para el baterista era un problema: “¿Qué iba a hacer en un disco solista? ¿Un solo de batería en un lado y ponerme a bailar sobre el otro?”, confesó con una risotada en una entrevista para la revista Cantarock. “Entonces le ofrecí a Beto que lo hiciéramos juntos. Él seleccionó mi material y yo el suyo. Estuvimos trabajando un tiempo armando las bases y después empezamos a llamar a los músicos para completar el grupo”, le decía el baterista a la Pelo en octubre del 83.

Oscar Moro (Foto: Andy Cherniavsky)

DALE AMOR A TU TIERRA

Los dos amigos se juntaron en los estudios Panda con Amílcar Gilabert, habitual encargado de las grabaciones de Serú, que se puso al frente de un equipo que incluía a la ingeniera Laura Fonzo y a Mario Breuer, que aún mantiene a Moro Satragni en un lugar destacado. “Está entre los diez discos que más me gustan en los cuales yo intervine”, dice Breuer desde Agua de Oro, la localidad cordobesa en la que vive y trabaja. Breuer, que en ese Top 10 incluye a clásicos como Parte de la religión, Luzbelito, La mosca y la sopa y Hecho en Memphis, habla con mucho entusiasmo de Moro Satragni. “Tiene mi tema favorito de Charly García, que se lo dejó a ellos”, dice.

Ese aporte es lo más recordado de todo el proyecto, una canción que parte al medio el disco. “Cómo me gustaría ser negro” es un preferido oculto de los fans, que Charly presentó en 1982, durante la gira de Yendo de la cama al living. Charly la tocaba en vivo con su banda de aquellos años, formada por Cachorro López, Andrés Calamaro, Gustavo Bazterrica y Willy Iturri, y la grabó en Moro Satragni con una inolvidable performance vocal, justo antes de viajar a Nueva York a crear Clics Modernos. “Esto es parte de un mal sueño”, arrancaba, casi susurrando, hasta que llegaba al verso final del estribillo (“¡Y con mucho olor!”) y su voz se expandía hasta el infinito como hacía la cara de Freddie Mercury en el video de “Bohemian Rhapsody”.

“Un día Charly me llama y me dice '¿Vasco, tenés tu guitarra polifónica? ¿Por qué no te acercás al estudio, que estamos grabando con Moro y con Beto?'. Fui y usé la guitarra polifónica sintetizada, que le daba un sonido muy particular”, recuerda Bazterrica. “Le aconsejo a la gente que lo escuche en profundidad a este tema, porque es hermoso. Yo sólo puedo decir que disfrutaba mucho tocándolo, desde el primer momento, y la culminación en el estudio fue lo que corroboró mi intuición”, sigue.

Una curiosidad de Moro Satragni es la aparición de un joven Ricardo Mollo, que toca un breve solo de guitarra en “Aguantando con fiebre”, la primera canción del disco. En ese momento, el guitarrista formaba parte de la banda Demo, liderada por Rinaldo Rafanelli, que en aquellos meses del 83 grabó Lumpen, un álbum donde quedó registrada la voz del Mollo que todavía no tenía influencias de Luca Prodan.

En “Canecandombe” y “Dale amor a tu tierra”, Satragni respira Uruguay. Habla de las calles, los olores y los sonidos que lo forjaron. “Yo vivía entre el clásico y la calle. Los tablados, las murgas y el candombe estaban por todos lados”, le decía a la Expreso al repasar esos momentos que también reflejó en el disco. “Tocábamos para los borrachos que se reunían en esos bares sin sillas y después pasábamos el sombrerito y nos comprábamos algunas gaseosas cortadas con vinito”, decía.

Beto Satragni (Foto: Andy Cherniavsky)

TODO LO QUE PUEDA HACERME BIEN

El disco también traía una canción de Spinetta, “Mirada azul”, en la que el Flaco aportó guitarra e indicaciones permanentes para Breuer. “Luis Alberto me decía: 'En vez de cámara, ponele un delay cortito en 50, 60 milisegundos, sacale agudos y ponelo bajito. Vas a ver que se arma como una habitación'”, cuenta, mientras imita el tono de voz spinetteano. “Ese truco lo sigo usando hoy”, agrega.

Otro que aprendió durante la grabación fue Oscar Feldman, que aportó su saxo soprano para la instrumental “Canción de alguien”, única pieza firmada exclusivamente por Moro, ya que la mayor parte de la composición del álbum corrió por cuenta de Satragni. “Fue uno de los mejores sonidos que yo haya obtenido”, dice Feldman desde Nueva York, y recuerda que desde que se instaló en Estados Unidos, hace treinta años, conoció a músicos de varios países de Latinoamérica que tuvieron a Moro Satragni como una referencia.

Feldman y Moro se conocían gracias a que Litto Nebbia había convocado al baterista para tocar con Los Músicos del Centro en 1982. “Hicimos una gira por todo el país, nos hicimos muy amigos”, dice el saxofonista, y opina que “como todo disco”, Moro Satragni “fue grabado sin ninguna expectativa y resultó ser un álbum hermoso”. “A veces salen esos álbumes, como te sale de pronto una buena pintura, una buena poesía o un buen partido de fútbol”, dice.

El tecladista Leo Sujatovich, que participó de la mayoría de las canciones del disco, señala que “siempre era muy tentador juntarse con Beto para hacer cualquier cosa”. “A mí siempre me gustó mucho su aproach musical, su cosa tan uruguaya y legítima, tan genuina”, dice. Osvaldo Fattoruso, a quien Moro consideraba el mejor baterista que había por estas latitudes, se encargó de la percusión. David Lebón firmó y cantó “Todo lo que pueda hacerme bien”, el tema que cerraba el álbum. Además aparecían Lito Epumer, Diego Rapoport, Pablo Rodríguez y Oscar Kreimer.

“Todo lo que pueda hacerme bien” le daba un final más pop al disco, con una letra que iba en la misma senda que Lebón retomaría para escribir “Mundo agradable” en Serú 92. En los bonus tracks de esta reedición aparece un demo de “Tu canción me hace daño”, que Lebón incluyó en su disco Siempre estaré, también publicado en el 83.

AGUANTANDO CON FIEBRE

A partir de la salida del álbum, el dúo se convirtió en un grupo por el que pasaron Epumer, Rapoport, Rubén Goldín, Gringui Herrerra, entre otros. Una banda que tuvo varios cambios de integrantes, pocos shows y algunas presentaciones destacadas, como un festival el Día de la Primavera del 83 en el por entonces Circuito KDT junto a Nito Mestre, Los Abuelos de la Nada y Los Twist. “Sea volado... pero de vez en cuando haga base”, decía el aviso a página completa del disco publicado en los medios de la época.

En febrero del 84 tocaron en La Falda, durante una noche salvaje, según recuerda el pianista Adrián Iaies, que tocaba teclados en la banda. “Fue un caos, una batalla campal, como eran siempre los conciertos en ese festival. Después, encima, se largó a llover. Siempre llovía. La Falda siempre era Vietnam”, dice. “Empezamos a ensayar en Haedo, en lo que era mi casa, que había quedado vacía porque mi viejo había muerto y mi mamá se había mudado. Vivía yo solo ahí, así que era medio un descontrol el volumen al que se ensayaba. Eran ensayos de siete, ocho horas”, cuenta Iaies, que recuerda a Beto Satragni, que murió en 2010, como un gran líder. “Era muy buen conductor, muy buen director. En el sentido de los detalles, de la precisión, del tempo. Se trabajaba mucho todo. Para mí fue una experiencia impresionante, porque yo era muy pendejo y lo que venía haciendo eran laburos de sesionista. “Nunca había laburado en una banda de rock a ese nivel. Para mí era como ir a la escuela. Y era el pendejo así que un poco me bardeaban y me gastaban, pero la pasé muy bien”, dice.

Para mediados del 84, Moro Satragni era un grupo que además integraban Goldín, Gringui y Tweety González, que ingresó de la mano de Lito Epumer, y cuenta: “Yo venía de tocar con Celeste Carballo. Necesitaban a alguien que toque todo lo que habían grabado Leo Sujatovich y Diego Rapoport en el disco. Y el único que estaba equipado igual y que tenía un background jazzero era yo, aunque era muy chiquito y muy novato”. Si bien fue una experiencia breve, ya que al poco tiempo pasó a formar parte de la banda de Fito Páez, Tweety recuerda los ensayos. “Era muy lindo ir a ensayar. La onda que tenían todos era genial. Los ensayos eran bastante intensos, meticulosos”, dice, y destaca “la onda que tenían” Moro y Satragni entre ellos. “Se querían mucho”, cuenta.

La última formacion de la banda preparó canciones para un segundo disco que nunca llegó. Esta reedición incluye un ensayo con música pensada para ese álbum. Juanito Moro dice que su padre “podría haberse juntado con alguien más pop si hubiese pensado más en su carrera como artista”, pero, “apostó a que sea algo musical, a los amigos. Apostó a hacer algo artística y musicalmente bueno, más que comercial”. El propio Moro, fallecido en 2006, ya opinaba algo similar en los ‘80, cuando promocionaba el disco. “Todo es cuestión de olvidarte que estás tocando para de ese modo tener libertad. Cuando tocás pensando en lo que estás tocando, se te complica todo y se te hace difícil llevar bien el tempo”, decía. Y cerraba: “Yo toco bien cuando me sale del corazón, no de la mente”.