Desde Sevilla
Alberto Núñez Feijóo perdió el primer round para convertirse en presidente del Gobierno de España y todo apunta a que este viernes perderá el segundo. Con toda seguridad, el resultado será idéntico: 172 votos a favor de su investidura y 178 en contra. La votación, realizada de manera nominal y pública, no arrojó sorpresas y el candidato del Partido Popular (PP) se quedó a cuatro votos de la mayoría absoluta que requería para conseguir su objetivo.
Al candidato del PP le queda todavía una segunda oportunidad, aunque no existe ningún indicio que apunte a que vaya a conseguir un resultado diferente. El sistema institucional español establece que 48 horas después de concluida la primera votación se realice una segunda en la que no es necesario obtener la mayoría absoluta. En esta, que se celebrará el viernes a la una y media del mediodia, a Núñez Feijóo le bastaría con conseguir más síes que noes. Al no haberse registrado abstenciones, nada indica que algún diputado vaya a cambiar el sentido de su voto.
Los bloques están bien definidos y así quedó demostrado durante todo el debate, en el que el líder del PP se mostró impotente a la hora de sumar a su investidura a algún voto más proveniente de los numerosos partidos regionalistas o nacionalistas de los muchos que pueblan el Congreso español. El apoyo de Vox, aunque imprescindible para el Partido Popular, se ha convertido en una losa a la hora de conseguir aliados en la España periférica.
Durante las últimas semanas, después de que los históricos líderes socialistas Felipe González y Alfonso Guerra se desmarcaran claramente de la línea oficial de su partido y criticaran sin tapujos las previsibles cesiones que Pedro Sánchez hará a los nacionalistas catalanes y vascos, desde el PP se lanzaron mensajes a los diputados del PSOE para que algunos rompieran la disciplina de voto. Estos llamamientos al transfuguismo también cayeron en saco roto.
El portavoz socialista en el Congreso, Patxi López, fue contundente al valorar la soledad parlamentaria de Núñez Feijóo, lastrada por el acercamiento de la extrema derecha, de donde el PP aspira a recuperar los votos que se le fueron cuando el bipartidismo saltó por los aires. “No ha sido capaz de hacer un solo amigo y se ha dedicado a insultar a quienes no lo votan”, señaló.
Marta Lois, portavoz de la coalición de izquierdas Sumar, incidió en el mismo sentido. En su opinión, Vox es “el aliado que hace que Feijóo esté arrinconado”.
No obstante, el Partido Popular está lejos de alejarse de un aliado que le ha permitido tras las elecciones autonómicas y municipales del pasado 28 de mayo conseguir el gobierno de seis comunidades autonómas y donde considera que están los votos que le permitirán en algún momento volver a La Moncloa.
De hecho, en su discurso del martes, Núñez Feijóo hizo varios gestos dirigidos a ese electorado. Denunció el “adoctrinamiento en las aulas”, que es como la ultraderecha se refiere a la educación en valores de igualdad de género, criticó la “dictadura activista” en materia de lucha contra el cambio climático y arremetió contra la entrada sin control de productos agrícolas de terceros países, una de las banderas principales de Vox en su cruzada contra las políticas de la Unión Europea y lo que califican de “globalismo”. “Confiamos en que su discurso sea el precedente para llevar medidas conjuntas donde gobiernan con nosotros”, dijo al concluir la jornada la portavoz de Vox, Pepa Millán.
Pese a no haber conseguido su objetivo, en el Partido Popular consideran que Núñez Feijóo ha salido reforzado del debate. Recuerdan que ninguno de sus presidentes logró llegar a La Moncloa en el primer intento. Aznar fue derrotado por Felipe Gónzales en 1993, tras años antes de vencerlo en las urnas, y Mariano Rajoy cayó ante Rodríguez Zapatero dos veces, en 2004 y 2007, antes de conseguir derrotarlo en 2011. Núñez Feijóo, aseguran, no será la excepción. Para ello, necesitan recuperar los votos que se les vienen escapando por su flanco derecho.
Con la reconfiguración de la derecha en el plano del medio plazo, lo inmediato tras el fracaso del candidato del PP es saber si Pedro Sánchez podrá seguir siendo el presidente del Gobierno. Una vez puesto en marcha el reloj instuticional con este fallido debate de investidura, se abre un plazo de dos meses para que el rey designe a un nuevo candidato, lo que sólo hará si Sánchez le comunica que cuenta con los apoyos necesarios y desea intentarlo. Si no, España volvería a ir a las urnas en enero de 2024.
Superada la primera etapa de cerrarle el camino al Núñez Feijóo, al secretario general del PSOE se le presenta una tarea más difícil: convertir el bloque de rechazo al candidato popular en una alianza que respalde su investidura como presidente.
Aunque desde el PSOE y el conjunto de la izquierda se presenta a quienes votaron en contra del candidato popular como una “mayoría progresista”, un término con el que vienen insistiendo desde la misma noche electoral el pasado 23 de julio, lo cierto es que Sánchez tiene ante sí el desafío de convencer a formaciones tradicionalmente de derecha y alejadas de cualquier concepción progresista, como el Partido Nacionalista Vasco o Junts per Catalunya, la fuerza liderada por el expresidente del gobierno catalán y actualmente prófugo de la justicia española, Carles Puigdemont.
En el centro de las exigencias del nacionalismo catalán está la amnistía para los participantes en la intentona separatista del 1 de octubre de 2017, un asunto sobre el que Pedro Sánchez aún no ha abierto la boca. De hecho, se interpreta que su decisión de no participar en el debate de investidura del candidato del PP estuvo motivada por la decisión de no pronunciarse sobre ese asunto, que levanta tantas controversias políticas como jurídicas. “Cuando tenga que hablar lo haré con claridad” fue lo único que dijo.
Quienes sí se han pronunciado a favor de la amnistía son, además de los nacionalistas catalanes, los portavoces de Sumar. Pero lo han hecho desde perspectivas diferentes. Para la coalición de izquierdas, el perdón serviría para cerrar el capítulo del problema catalán. Para los nacionalistas, no sería más que un punto de partida que debería desembocar en un nuevo referéndum sobre la independencia catalana. Y ahí está el mayor problema al que deberá enfrentarse ahora el presidente socialista que aspira a seguir siéndolo.