Vinieron hace unos años, pero la escena estaba en otra. Iban a volver en 2020, pero covid. Casi concretan a principios de este año, pero se suspendió "por causas ajenas". Al fin, sin peros, este sábado Natos y Waor, hijos pródigos de la ruina madrileña, tocarán en Groove. Su reinado viene de tanto tiempo ya, con una década de protagonismo y media más de mito previo, que les permitió acumular una solidez narrativa, musical, estética y de desarrollo de carrera independiente muy propia, y excitante. Como en las series más excepcionales, es posible aislar cualquier escena, cualquier grupo de barras suyas a antojo, para encontrar ahí las fibras que los hacen únicos en lo que hacen.

"De la escuela de los Levi's petados, los tatuajes, las ojeras, los pendientes de aro, de las ruletas, las familias en paro, del bájame aquello y mañana te lo pago", definía Waor hace unos años, en el arranque de Generación perdida, y todo eso son: rap, punk, noche, derroche, joda, moda, crisis, libreta de almacenero y un ronquido generacional para la juvenilia de la crisis española. Pero también global si se lo hilvana por otra punta: la manija es tan internacional como la angustia posadolescente vendida por gramo: "En el lavabo partiendo una Hello Kitty con mi hermano, reventándonos el tarro". Natos y Waor no sacan la mano ni la piedra.

Hace unos días, el mayor cumplió 35 años: Waor, alias del español Fernando Hisado, que nació en 1988, mientras Andrés Calamaro publicaba Por mirarte y esa canción sobre cómo los que no pueden dormir de noche siempre van de a dos por la vida. Pasaron casi 23 años para que Waor encontrara su par noctifloro: Natos, aka del argentino Gonzalo Cidre, que tenía 10 años cuando llegó a España con su familia, gambeteando la debacle de 2001. La referencia a Andrés no es de bocajarro: es uno de los argentinos que entran en sus barras, como Maradona también varias veces. ¿Hace falta señalar cuál es, entonces, su marco de referencia?

Fue otra crisis, la que atravesó España desde 2008, la que acondicionó su encuentro en las incipientes batallas de plaza, con premios de cuatro duros. Ahí, en el Parque del Oeste de Moncloa, en La Bombilla de Príncipe Pio y en casas okupas, empezó la leyenda de Waor, el punki grafitero capaz de caer y ganar donde fuera, y de Natos, el argentino petulante que podía asestar rimas letales pero en general estaba muy puesto para tomarse el esfuerzo.

Esa misma crisis les dio primero un marco teórico y práctico para su proyecto: todas sus maquetas (dos juntos y la primera de Hijos de la Ruina) y todo Caja negra, su disco oficial debut, se enhebran en la oscuridad del rap underground, del trap naciente y de una nación despelotada, definanciada, con atentados, con guerra social y tensiones raciales. Y, cuando lograron acomodar el barco pirata, también esa crisis los obligó a crearse una oportunidad de salida: hoy Natos y Waor siguen siendo hijos de la ruina, pero ahora con negocio propio, siempre amantes de la noche, los autoproclamados reyes del underground del rap español.

"Natos y Waor me parece la voz de una generación", dice el referente Zatu, miembro de SFDK, sobre el final de Underground Kings, el documental de más de dos horas que está disponible en YouTube y que recupera muy bien la historia y el pensamiento del dúo. "Yo llevo mucho tiempo aquí y siempre se ha hablado de el cambio, el cambio, llevo un montón de años escuchando eso pero el cambio real no llegó hasta que hubo grupos como Natos y Waor. Y justo ese cambio llegó en un momento puntual del país, donde atravesábamos la famosa crisis, cuando de lo que hablábamos los raperos, ese rap hablando del rap, estaba perdiendo el sentido, y estos chavales aparecieron hablando de unas cosas que sentía gente que estaba creciendo en un país perdido".

Waor lo acepta, lo reivindica: "Las nuestras han sido vidas marcadas por las crisis y por una incertidumbre sobre el futuro... ¿Qué hacemos? ¿Estudiamos? Porque para nuestra generación, estudiar tampoco garantizaba ni el futuro ni un buen sueldo. Y en medio de esa vorágine nos nació una necesidad de expresarnos, de vomitar sentimientos, que empezó siendo puro hobbie y acabó siendo nuestro medio de ganarnos la vida, por suerte muy bien. Estamos muy agradecidos, y no tenemos pensado parar", jura el más consistente en vestir de negro.

"Nunca planeamos tener una imagen determinada ni nos lo planteamos como vender un producto. Hemos sido muy honestos en cuanto a la estética, las pintas, los principios, y creo que eso nos ha acompañado durante los más de 10 años que llevamos como grupo", marca Waor por Zoom, en exclusiva para el NO. "Eso transparenta hacia la gente, y quien se ha parado a dedicarnos un mínimo de tiempo, nota que somos gente auténtica. Obviamente ha habido cambios, porque al final vamos cumpliendo años, vamos teniendo nuevas intrigas, somos más curiosos con probar ciertos estilos que antes no nos habríamos atrevido, pero en esencia somos los mismos de siempre y seguimos en la misma línea."

Su estilo entre boombapero, reventado y maliantero de alguna forma integra el bajofondo no solo musical sino social de la España cosmopolita de la crisis. Fernando de hecho se crió en Aluche, en La Latina, una zona de fuerte presencia peruana, paraguaya y colombiana, pero también ucraniana y china. Y responde también a una era de música global y de música total, en todos lados, a toda hora, escupida desde los balcones, los coches y los comercios, en los garitos para pijos y en las casas okupas.

"Dentro del tracklist de un disco o el setlist de un concierto, siempre somos de una de cal y una de arena, no dejamos que el oyente se duerma. Podemos dar algo bien cañero, que pone al público eufórico, y que la canción siguiente sea más reflexiva, y luego otra más vacilona o con una percusión de reggaetón, pero que fluimos como nos da la gana. También tenemos temas que tiran bastante hacia el rock... La gente que ha crecido con nosotros nos entiende cuando nos ponemos a probar cosas, y entiende que no hay nada más auténtico que hacer realmente lo que te da la gana", completa Waor.

Caso testigo de eso es el último Barras Bravas, su saga de sesiones/colaboraciones: el Vol. 25, Montecarlo, que comparten con Delaossa e Ill Pekeño. "Es un tema que podríamos haber hecho hace 7 años, por el estilo", acomoda Fernando. De alguna forma, luego de Caja negra, en la discografía de Natos y Waor, que pasa por tres discos uno mejor que el otro (Martes 13, Cicatrices y Luna llena), fueron repartiendo juego y agitando el abanico. En Hijos de la Ruina, su proyecto con Recycled J, su gran amigo en común de los años de plaza, quedó "algo de lo más traperillo y de lo más clubero".

Recycled J, aka Cool o simplemente Jorge, es de hecho uno de los pocos feats de su nuevo disco. En más de 10 años, Natos y Waor han colaborado con cantidad de artistas, algunas veces con puntos memorables como sus colabos con Costa, Denom y nuestros Bardero$, Homer el Mero Mero y C.R.O. En Luna llena solamente aparecen Recycled J y Kutxi Romero, el cantante de los rockeros Marea, a quien fueron a buscar con una idea muy específica para Quiero volar. "En las otras 10 canciones somos solo nosotros dos, que es lo que queríamos: que se notara esa simbiosis, esa manera de compenetrarnos."

  • Su balance es perfecto, pocas duplas se sienten tan fifty-fifty con el micro, sin que uno sea el ying y otro el yang, ni tener que jugar a policía bueno y policía malo...
  • Con Gonzalo tenemos gustos parecidos, que teníamos antes de conocernos en persona, y cuando nos juntamos nos entendimos muy bien, nos gustaba mucho lo que hacía el otro. Y a base de compartir rato y estudio y hacer muchas canciones juntos, se nos da una cosa muy curiosa que es que muchas veces al estar escribiendo sin ver lo que está haciendo el otro, y enseñarnos, encontramos que teníamos una frase igual o muy parecida o queriendo decir lo mismo, y que nunca habíamos escuchado o nos habíamos dicho antes. Estamos especialmente conectados, entonces a veces puede parecer que nos hubiéramos puesto de acuerdo hacia dónde van esos giros en las canciones, pero es pura casualidad.

"Tenemos un respeto y una admiración muy altos por Andrés Calamaro, ojalá algún día podamos hacer una canción juntos, sería como poner un check, algo que nos gustaría mucho hacer", acepta Waor cuando se le espeta la referencia en varios temas al Salmón, algo similar a lo que pasa con Camarón (de la Isla, claro) o con Roc Marciano. En la charla tampoco tarda en mencionar a Acru ("Le admiramos muchísimo"), a YSY A, a Trueno y a Duki, además de la amistad que pudieron montar con Homer y con C.R.O., tal vez lo más parecido que tengamos a unos Natos y Waor locales.

"La escena argentina me da una envidia sana, porque salen artistas no solo exitosos sino primero buenos, y en consecuencia exitosos, hasta debajo de las piedras. Todos los ojos de la música en habla hispana están puestos en Argentina, a un nivel que me parece muy comparable con lo que pasó en los 90 y 2000 con Puerto Rico y el reggaetón", alaba Fer. "Es algo muy similar, con muchos talentos, muy jóvenes, todos emergiendo a la vez."

  • Costó un montón que vinieran, ¿qué pasó?
  • Tenemos la espina clavada porque en Argentina la única vez que estuvimos fue en 2018 (NdR: en Palermo Club, con su disco Cicatrices). Íbamos a volver en 2020, pero fue la pandemia. Lo íbamos a hacer finalmente con el disco nuevo, a principios de este año, y tuvimos que posponer también por motivos ajenos a nosotros. Así que estamos deseándolo mucho, porque la energía que nos transmitió el público es muy grande. Ya el hecho de hacer 10 o 12 mil kilómetros de casa y ver que la gente te espera con tanta emoción, es acojonante.


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