La noticia de un disco póstumo editado a trece años de la muerte de su autor puede traer un aire de registro inacabado, un consuelo para fans rescatado de un pasado continuo entre borradores y descartes. Pero ese no es el caso de Bird Machine, el trabajo lanzado a comienzos de septiembre que el atormentado cantautor Mark Linkous –el nombre detrás de ese proyecto de oscura belleza llamado Sparklehorse– dejó prácticamente listo antes de la noche de 2010 en que decidió terminar su vida con un disparo de rifle en el corazón. “Nunca va a parar: los cuervos con sus flechas y sus arcos pequeñitos”, es lo primero que se lo escucha cantar entre guitarras podridas y su característica voz distorsionada con efectos baratos. Un mensaje desde el otro lado como apertura de transmisión en clave de dibujito animado que puede o no haber planeado, lo cierto es que antes de quitarse la vida –embarcado en un regreso que parecía entusiasmarlo tras una larga depresión– Linkous grabó el esqueleto del disco más dulce y descorazonador de toda su carrera.
“Estaba escribiendo sus últimas canciones sin saberlo, o quizás lo sabía”, escribió Tom Waits en un mensaje difundido por el sello Anti el día del lanzamiento. “Su voz sin cuerpo resuena fantasmal, pero a través de Bird Machine todo parece más vivo. Su voz de puerta chirriante, su pastiche de sonidos del espacio exterior y sus melodías de telaraña como intrincadas esculturas de vidrio que te rompen el corazón. Es un disco hermoso, y con Kathleen lamentamos no poder decírselo”. Waits –que alguna vez habló de la música de Linkous como una extraña transmisión de radio que aparece en el dial entre dos señales– no es el único artista de peso que en más de una ocasión mostró su amor incondicional por el cantautor oriundo de Virginia. También lo hicieron Patti Smith, PJ Harvey o David Lynch, junto a quien Linkous grabó poco antes de su muerte el disco Dark Night of the Soul, con producción de Danger Mouse y voces del mismo director, Nina Persson, Iggy Pop o Frank Black. En un reciente documental sobre el proyecto, Lynch comentó: “Hay pocas personas con la que conectás inmediatamente sin necesidad de hablar mucho. Mark era una de ellas, y era genial sentarse un rato y tomar algo con él”.
Nacido en 1962 en una familia con tres generaciones de obreros de las minas de carbón, Linkous creció entre historias de su abuelo sobre fantasmas que le pedían fuego a los mineros y brujas que vivían en cuevas y detenían el corazón de quien las miraba. “Cuando era chico vi a lo lejos un caballo negro sobre la nieve de una colina. Mientras yo caminaba, el caballo avanzaba a la par mío. Nunca voy a olvidar el profundo miedo que tuve”, contó en una entrevista. Sus primeras incursiones en la música se dieron a través de una banda pop-rock con la que a mediados de los ochenta probó suerte sin éxito en Los Angeles. Unos años después, desilusionado con la industria y complicado con la heroína, volvió a su pueblo y comenzó a trabajar como lavaplatos o pintando casas mientras compraba equipos antiguos en tiendas de segundamano.
Devoto de Cormac McCarthy, la imaginería del folk sureño, Tom Waits o Daniel Johnston (a quien produjo en su disco Fear Yourself), todas esas influencias confluyeron en el lo-fi rockero y rural del debut de Sparklehorse en 1995, Vivadixiesubmarinetransmissionplot. “Los parásitos te van a amar cuando estés muerto, lalalala”, cantaba entre melodías dulces en “Weird Sisters”. En 1997, durante una gira como soporte de Radiohead, un accidente con calmantes lo dejó inconsciente en su habitación de hotel durante catorce horas sin que nadie lo descubriera, sus piernas atrapadas bajo su cuerpo y flexionadas hacia atrás. Tras ese episodio, que lo dejó con una dificultad permanente para caminar, grabó tres discos más como solista con gran recibimiento crítico y poca repercusión comercial, siempre bajo la sombra de una profunda depresión que se acentuó en 2009 cuando se divorció tras veinte años de matrimonio.
El póstumo Bird Machine comenzó a tomar forma hace seis años, cuando Matt Linkous y su compañera Melisa Moore –hermano y cuñada de Mark– se dispusieron a revolver entre una montaña de cintas, anotaciones y grabaciones digitales con la intención de preservar y catalogar el material. Mark había les había hablado del disco con entusiasmo: quería volver a las raíces de su amor por los Beatles o los Kinks y dejar de lado su obsesión perfeccionista para grabar algo más directo. Llegó a registrar seis pistas con Steve Albini y trabajó en las demás en el estudio que tenía en su casa, pero los tracks quedaron perdidos en la inmensa cantidad de material que guardaba. En 2017 Matt y Melissa encontraron en una de sus libretas un apartado con las palabras Bird Machine escritas en birome. Y allí dentro los nombres de las canciones, las letras y su orden en el disco. “Mientras las escuchaba pensaba ‘Dios, esto es hermoso’. Eran tan puras y honestas”, contó Matt, que con Melissa habían acompañado más de una a Mark vez en shows y grabaciones. Tras el descubrimiento llegó una larga pausa. La gran duda era si lo editarían tal como estaba o si completarían las canciones sin terminar. “Fue la decisión más difícil de mi vida. Hacer elecciones con el arte de otra persona es complejo, incluso si es tu hermano o tu mejor amigo. Finalmente todo quedó en un círculo muy íntimo. Llamamos a colaboradores que siempre estuvieron muy cerca suyo y decidimos que lo completaríamos sin buscar embellecerlo en el proceso”.
Entre los convocados, Jason Lytle (Grandaddy) completó algunas voces, y Robyn Hitchcock aportó dibujos y escribió a mano las letras para el video del cover de su tema “Listening to the Higsons”, que Linkous había grabado para el disco. “Te amo, Mark. Gracias por la púa”, puede leerse al final. Con el diario del lunes no es difícil encontrar en Bird Machine un aura de despedida en sus referencias a todos los discos de Sparklehorse y sus letras pobladas con fantasmas, momentos oníricos y picos conmovedores como la balada country “Hello Lord”, la lennoniana “Daddy’s Gone” o la estremecedora “O Child”, en la que incluyó un mensaje de su sobrino de cinco años –hijo de Matt y Melissa, que también participó del disco ya como adulto– en un contestador telefónico: “Tío, ¿cómo estás?”. “Solo trabajé con él durante un par de semanas, pero pocas veces me encontré con alguien tan abierto, sincero y ajeno a las poses”, comentó Steve Albini. “No había prestado atención antes a su música, pero durante esas sesiones me impresionó tremendamente. No hay mucho que pueda decir sobre su muerte. Solo que me pareció un buen tipo, y su arte era genuino. No sé si hay mucho más que se le pueda pedir a nadie”.