Para Miguel Santucho –el “Tano”-- los 27 de septiembre no son una fecha más: es el día del cumpleaños de su mamá, Cristina Navajas de Santucho. Este miércoles, Cristina tendría que haber cumplido 74 años, pero la dictadura se lo impidió: la secuestró en julio de 1976 y, desde abril de 1977, está desaparecida. No fue un aniversario más: en el espacio de memoria que funciona en el Pozo de Banfield –donde dio a luz a su tercer hijo, quien restituyó su identidad en julio pasado– decidieron homenajearla a ella y a otras tres detenidas-desaparecidas que eran trabajadoras de la educación. El “Tano” y otros integrantes de la familia Santucho-Navajas fueron parte del homenaje. “Quiero decirle a mi mamá que la extraño, que la quiero mucho, pero que ahora estamos felices porque su hijo, mi hermano, está acá con nosotros”, dijo durante la ceremonia.
El sol ya había empezado a caer en la antigua brigada de la policía bonaerense, ubicada en la intersección de las calles Siciliano y Vernet –a unas pocas cuadras del Camino Negro–, cuando los asistentes al acto iniciaron una recorrida por lo que fue el campo de concentración que funcionó desde tiempo antes del golpe de Estado.
Los asistentes subieron por las escaleras de mosaico rojo –de las que hablaban los sobrevivientes–hasta llegar a la zona de las celdas. Algunos entraron a una especie de cocina que servía de maternidad clandestina. Otros no juntaron coraje para traspasar el umbral. Hace unos pocos días, el sitio de memoria incorporó una nueva señalética que incluye fotos –algunas tomadas por la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (Conadep)--. Frente a la maternidad clandestina, se colocaron ocho retratos de mujeres que tuvieron a sus hijos e hijas en ese horror de pisos rojos y cerámicas blancas en la pared. Una de las caras era la de Cristina Navajas, mamá del nieto 133, el último que fue encontrado por la búsqueda de Abuelas de Plaza de Mayo.
Resistencia y amor
Esa visita funcionó como antesala para el homenaje que el Sindicato Unificado de Trabajadores/as de la Educación de Buenos Aires (SUTEBA) organizó para recordar a Cristina Navajas, Susana Mata, Mónica Lemos y Stella Maris Montesano. A ellas porque, al decir de Marcia Figueroa –referente de Derechos Humanos del SUTEBA de Lomas de Zamora, encarnaron un ejemplo de amor y resistencia dentro del horror.
Susana Mata fue una de las fundadoras de la Confederación de Trabajadores de la Educación de la República Argentina (CTERA). A finales de 1974, fue secuestrada y llevada al Pozo de Banfield. En marzo del año siguiente parió a su hija, Alejandrina Barry, en el penal de Olmos. Susana y su compañero, Alejandro Barry, recuperaron la libertad y se mudaron a Uruguay. Hacía allá viajó una patota de la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA) en diciembre de 1977, que actuó en coordinación con las fuerzas armadas uruguayas. La pareja fue asesinada durante el operativo. Alejandrina, una flequilluda rubia de tres años, fue víctima de una de las operaciones psicológicas más recordadas de la dictadura: distintas publicaciones de la editorial Atlántida usaron sus fotos para decir que era víctima de sus padres a quienes presentaban como “subversivos” o “terroristas”.
Stella Maris Montesano fue secuestrada con su esposo el 16 de octubre de 1976 en La Plata y llevada al Pozo de Banfield. En la cuna quedó su hijita Virginia. Stella Maris estaba embarazada de ocho meses. El 5 de diciembre de 1976 dio a luz a su hijo. Su suegra, Delia Giovanola, fue una de las fundadoras de Abuelas de Plaza de Mayo y, en 2015, finalmente puedo abrazarse a su nieto, Diego Martín. Como él vive en el exterior, no pudo participar del homenaje pero mandó un texto en el que recordaba que su mamá había estudiado en el Normal de Lenguas Vivas y había sido alumna particular de su abuela Delia.
Mónica María Lemos fue secuestrada el 21 de julio de 1977 con su compañero, Gustavo Lavalle, y su hijita mayor, María. Los tres fueron llevados a la Brigada de San Justo. A los pocos días, la nena fue devuelta a sus abuelos. Mónica y Gustavo fueron trasladados al Pozo de Banfield, donde ella dio a luz en septiembre de ese año a su segunda hija, María José Lavalle Lemos, que fue apropiada y hallada por Abuelas de Plaza de Mayo. "Cocó" fue parte de la ceremonia.
“No pudieron con nosotros”
Durante la ceremonia, el “Tano” Santucho se levantó y tomó la palabra. Al momento del secuestro de su mamá --que era docente en las escuelas del Partido Revolucionario del Pueblo (PRT)--, él tenía nueve meses. Su hermano Camilo, tres años. Junto con su mamá, se habían mudado a la casa de su tía Manuela Santucho. Su papá, Julio Santucho, había sido destinado por el Partido al frente internacional y había viajado unas semanas antes de los secuestros. El 13 de julio de 1976, una patota llegó al departamento de la calle Warnes donde estaban Cristina Navajas, Manuela Santucho y Alicia D’Ambra. Se llevaron a las tres mujeres y dejaron a tres chiquitos –al “Tano”, a Camilo y a Diego Genoud, hijo de Manuela. Nélida Gómez de Navajas fue a buscarlos cuando un vecino le avisó lo que había pasado. Llegó acompañada por su hijo Jorge, que el miércoles también estuvo en el Pozo de Banfield para rendirle homenaje a su hermana.
– Hoy era el cumpleaños de Cristina. Yo no suelo venir por estos lados, pero ésta es la segunda vez que vengo en este mes. Tiene un poco de sentido acercarme a ella y contarle lo que nos está pasando. Yo siempre le hablaba –y le hablo– a mi mamá en los cumpleaños. El sentido que le encuentro ahora es decirle que estamos todos juntos, que no pudieron con nosotros y que espero que ella lo esté viendo y se esté enterando –dijo emocionado por haber encontrado a su hermano menor hace dos meses.
En la sala, las lágrimas rodaban por varias mejillas. “Es una victoria contra este terrorismo de Estado que, una vez más, sentimos en la piel cómo nos cruzó”, completó.
Después, los familiares se levantaron y fueron a descubrir una placa en homenaje a las cuatro trabajadoras de la educación que están desaparecidas. El recordatorio quedó emplazado en lo que es el ingreso hacia las aulas que se montaron para quienes van a cursar el Plan de Finalización de Estudios Primarios y Secundarios (FinES) en lo que fuera una dependencia de la Bonaerense, que fue desafectada en 2006 tras una larga lucha de la multisectorial Chau Pozo.
“Cuando entren, les decimos: ‘acá vos estudiás, acá hacemos historia y acá cambiamos la historia’”, dijo Juana Eva Campero, referente del espacio de memoria que tiene a padre y a su madre desaparecidos. “Decimos también que luchar será nuestro objetivo hasta que aparezca el último. No vamos a claudicar ahora que se escuchan pavadas”, dijo en referencia a la emergencia de los discursos que niegan o justifican el accionar criminal de a última dictadura. “A nosotros nos guía el amor; a ellos, el odio”.