Hoy en día es casi imposible recorrer una calle de cualquier ciudad del mundo y no dar con una fachada en la que se anuncie que aquí vivió un poeta, aquí nació un músico, aquí se inventó el aceite de papaya. Ya se sabe, uno cincela el pasado en una placa de bronce y el presente lo devora de inmediato. Es entonces cuando nos miramos con los ojos de ayer, creyendo comprender cómo somos, viéndonos en el certero espejo de lo fuimos.
Dicen que la única forma de cambiar un destino ya predestinado es rebelarse contra él. Es lo que hizo el dueño de una casa de Salzburgo: "No se detenga, aquí no vivió Stefan Sweig". Es que vivimos en tiempos de tanto reconocimiento fácil que si tu edificio no contiene un simple recordatorio está destinado al olvido. Ese olvido que es un intruso imposible de gobernar. Tal vez todavía uno esté a tiempo. Si desea que su edificio despierte en un soplo de vida primaveral coloque este cartel en el portal: "Aquí vivió Ramiro Marra". A esta alturas de la posverdad nadie le preguntará nada, es más, se le llenará el portal de turistas españoles con ganas de compartir una foto y dejar algunas propinas. Este "ultraliberal" acostumbrado a masticar vidrio picado es un verdadero reclamo. Un nuevo tipo de rebelde libertario convertido en una centrifugadora de decir disparates, alzándose como el gran provocador del momento, aceitado hasta las trancas de sainete y pandereta. Es lo que tiene este mundo lleno de parodojas: avanzamos hacia la inteligencia artificial, y algunos todavía buscando la suya. Como decía el poeta, cuanta gente ahí afuera, en la noche cerrada, con el cerebro y el corazón a la intemperie.
Volviendo a los recordatorios más ilustres, uno de los más exitosos se diseñó en Barcelona: "A este bar entró una vez a mear Maradona". Se desconoce si Diego tuvo ese repentino ataque de vejiga, pero la inscripción tomó una velocidad inesperada y se difundió por toda la Ciudad Condal. Aquel cartelito insignificante en un bar intrascendente alzó a los altares aquella famosa frase de Andy Warhol: "el marketing soy yo". Maradona debutó en Primera División el 20 de octubre de 1976, a la edad de 15 años. Lo que ocurrió a partir de entonces es bien conocido.
Tal vez menos universal sea el origen histórico de Argentinos Juniors. Una sigla que no fue la inicial. De hecho, se trató de la fusión de dos equipos rivales y amigos: Mártires de Chicago, de Villa Crespo, y Sol de la Victoria, de La Paternal. En 1904, los dos equipos compuestos por obreros anarquistas y socialistas decidieron fundirse en uno. De allí salió la Asociación Atlética y Futbolística Argentinos Unidos de Villa Crespo, la AAFAUVC. Por una cuestión de lógica practicidad la imprenta sugirió reducir las siglas. Al final se quedó en Asociación Atlética Argentinos Juniors. Sobre el color no hubo dudas: rojo, sin dudarlo, rojo. El nombre de "Los Mártires de Chicago" fue en homenaje al asesinato judicial de los cinco sindicalistas de la ciudad que habían participado en la huelga de Haymarket por la jornada de ocho horas diarias. Lo que hoy se conmemora como Primero de Mayo. Sol de la Victoria se inspiraba en el himno de los socialistas italianos, compuesto en 1886 (el mismo año de Haymarket), en el que se hablaba de la bandera libre sobre la que resplandecía "el sol del porvenir".
En estos tiempos donde la avalancha privatizadora de corte neoliberal está dejando al fútbol exhausto, sin representación social, aquel sueño obrero resiste. Un sueño necesitado de compasión, de la mejor compasión, sin exaltaciones, ni consuelos vacíos, con el sonido dulce de la infancia en el oído, sabiendo que la verdadera nostalgia, la más honda, no tiene que ver con el pasado sino con el futuro.
(*) Periodista, ex jugador de Vélez, clubes de España y campeón del Mundo 1979.