De a poco y por un caminito al costado del mundo, pero su palabra sigue andando. Jorge Marziali falleció hace seis años en fecha y lugar emblemáticos (9 de julio en Santa Clara, Cuba), pero ciertamente algo hizo para que su palabra conjugue en futuro permanente. Fue de su pluma, que nació allá lejos y en el tiempo (1983) Este Manuel que yo canto, maravillosa oda al poeta Manuel Castilla. Suyas también son “Los obreros de Morón”, esa milonga que habla de esos changarines que se levantan antes de que cante el gallo para conseguir un trabajo en la ciudad; “Coplas de la libertad” –de la verdadera-, o “El Cuchi Musiqueador”, en honor al Leguizamón salteño. Cuatro de sus temas fuertes, claro. Pero no los únicos. Más bien todo lo contrario: apenas un puñado de entre una profusa producción que tal vez no ha sido reconocida a la altura de sus méritos. Un poco por cosas del bendito mercado, y otro porque lisa y llanamente nunca vieron la luz.

Es lo que viene a reparar pues el sello “Registros de Cultura”, a través de un álbum póstumo y cuádruple que lleva por nombre Palabra que anda (así se llamaba el programa radial que Marziali conducía en Radio Nacional Folklórica) y que se deja poblar por 44 obras inéditas que el juglar mendocino de Guaymallén devenido platense, grabó de entrecasa, solo con su guitarra, con el objeto de legarlas a nuevas generaciones.

Casi en simultáneo al hecho de haber sido declarado -post mortem- personalidad destacada de la ciudad de La Plata, acaban de ver luz digital estos temas de su autoría. Canciones ellas, que Marziali solía grabar para despuntar el vicio, y siempre bajo una premisa que él repetía como un mantra, cada vez que tenía una consola de grabación, o cualquier aparato que grabe al alcance: “para que no se pierda”.

Entre las que no se perderán ya más, figuran temas de sencilla y austera belleza, que a veces remiten al Silvio Rodríguez trovero del Tríptico (“Generación”). Otras a la más amplia y sustanciosa tradición cuyana (“La sexta pata al gato”, “Huanacache”, “Cuando tu sombra no duela”). Y una tercera vía, cuya reminiscencia ancla en su más puro acervo hecho de redescubrimientos, muy personales en ciertos casos. Andarivel este por el que transitan el lúdico y satírico “Minué del gran comunicador”, un huayno de hermosa y calma factura llamado “La puerta”, y un tanguito de esos que de vez en cuando hacía, en este caso dedicado al juez español Baltasar Garzón: “De tapas con Garzón”.

Entre las canciones grabadas entre 2003 y 2016, tampoco falta el sentido reconocimiento de la otredad que también convirtió a Marziali en un agradecido por sus influencias, y por tanto bien dispuesto a homenajear a colegas. Pisan fuerte en este sentido, “El patio de Mario Paz”, al que el cuyano solía concurrir con “fines de locro”. “Moreno Palacios, Pancho”, una milonga que suma al cantautor pampero a su zaga de homenajes de grandes figuras de la música nacional y popular. “Lo fui estudiando de adentro, admirándolo despacio, como quien busca de adentro, pa`sentarse a descansar”, canta el trovador, en otra de las perlas que, además de la gravitación del sello antedicho, contó con el trabajo de sus hijos, los marzialitos Mariana, Amáqui, Simón y Emilio, quien pronuncia estas palabras sobre su padre: “Este renacer de Jorge Marziali lo festejo lleno de amigos y querencias que devuelven el cariño que supo dar… escucharlo nuevamente, nos acerca un poco más hacia su obra y a lo que le gustaba hacer, esconderse atrás del arte como manifestación de su ser”. 

“Es una deuda amorosa. Es mi deseo que, a través de este rescate, puedan conocer otra parte de su obra y lleve nuevos asombros a los seguidores del enorme juglar”, dijo por su parte la cantautora entrerriana Marita Londra, su última pareja, acerca del excelente trabajo que incluye además una mirada poética sobre Armando Tejada Gómez, vestida de lúdica guajira. “Este es el canto de un criollo / de corazón en la tierra (que) anda cantándole al viento / una canción para todos”.

Palabra que anda suma fuerte a un legado marcado también por la profusa labor que Marziali ejerció como tallerista, conferencista, autor de músicas para niños, periodista y actor, incluso, como ocurrió cuando Jorge Coscia no solo lo convocó para componer las canciones de la película El general y la fiebre, sino también para actuar en ella. De su pluma emergieron asimismo el libro El amor en otro sitio y los textos de una obra teatral hecha junto a Daniel Viola, a la que urge volver hoy, ayer y siempre: Jauretche camina.