Leatherface debe estar sacudiendo su motosierra en el aire con mucha bronca y, quizás, algunas lágrimas en los ojos. A los 74 años, y sin que se conozcan aún las causas, su papá acaba de fallecer en su residencia de California. A pocas semanas de la muerte de George A. Romero, el cine de horror continúa de luto. Porque podrán discutirse picos y mesetas en una filmografía que atraviesa varias décadas -una carrera que, a pesar de algunos desvíos, estuvo esencialmente dedicada al terror y el fantástico cinematográficos-, pero pocos pondrán en duda que su creación más influyente ha sido y continúa siendo esa escueta y potente película conocida en nuestro país con el particular título de El loco de la motosierra. Basada muy libremente en las sangrientas correrías del asesino serial (y auténtico body snatcher, aunque sin fines de lucro) Ed Gain, el segundo largometraje de Tobe Hooper, estrenado en los Estados Unidos en 1974, estableció un puente entre los horrores fílmicos del pasado y el futuro, llevando el suspenso al límite de la tolerancia de muchos espectadores y anticipando los placeres catárticos de la sangre que sería derramada en decenas y decenas de slasher films. Seis años antes del comienzo de la década del 80, el hijo psicópata y caníbal de la familia texana más temible en la historia del cine se convertía así en el prototipo de los Michael Myers, Jasons y Freddies que acecharían las pantallas durante los años subsiguientes.
Nacido en Austin, Texas, en 1943, el contacto del joven Hooper con el cine comenzó desde muy temprano: su padre era dueño de una sala y, poco antes de cumplir los diez años, ya manipulaba la cámara familiar de 8mm milímetros. Luego de pasar un tiempo como productor de documentales televisivos e impartir clases en la universidad, su debut como realizador en 1969, Eggshells, lo encontraría al mando de una fantasía hippie de bajísimo presupuesto rodada en su Austin natal. Un lustro más tarde, The Texas Chainsaw Massacre, filmada según sus propios cálculos con apenas unos 30.000 dólares de presupuesto, se convertiría en un rotundo éxito comercial tanto en su país de origen como en el mercado internacional, incluso a pesar de la persecución de diversas censuras. Paradójicamente, el film es mucho menos explícito que otros títulos de terror de esa era, cabal demostración de su enorme poder de sugestión. En particular, durante los últimos veinte minutos de metraje, cuando el secuestro, tortura y escape de la única sobreviviente de la masacre deriva en una virtualmente insoportable persecución por los bosques aledaños al hogar de “Cara de cuero” y su maldito clan. Vilipendiada en el momento del estreno, su estatus de película de culto iría creciendo con los años y, en la actualidad, su categoría de clásico en la historia del cine resulta indiscutible.
Dos años más tarde, Eaten Alive continuaría cimentando su estatus de arquitecto de sangrientas pesadillas sureñas, con la historia de un hotel infernal regenteado por otro típico redneck endemoniado, amo de la mascota más impensada: un cocodrilo con apetito por la carne humana. En 1979, el realizador volvería a la televisión, aunque esta vez como realizador de una adaptación del ya por entonces popular novelista Stephen King. La miniserie en dos episodios Salem’s Lot, protagonizada por un inmejorable David Soul y James Mason como su némesis (más el inolvidable vampiro interpretado por el austríaco Reggie Nalder), está repleta de homenajes visuales al Nosferatu de Murnau, y su arquetípico relato de miedos infantiles que se vuelven terrible realidad es otra de las grandes creaciones de Hooper. La escena del hermanito menor, ya vampirizado, golpeando los vidrios de la ventana en plena noche es una de las imágenes más genuinamente espeluznantes en la cronología del cine de terror. La grotesca y sangrienta Carnaval de terror (1981), en la cual un parque de diversiones se transforma en el ámbito ideal para dar rienda suelta a la carnicería, daría inicio a un período de coqueteo con la industria de Hollywood, de la cual nunca terminaría de formar parte, al menos de sus capas más profundas.
Con un presupuesto elevadísimo, Poltergeist (1982) se transformó en el mayor éxito comercial de toda su carrera y, al mismo tiempo, en su película menos personal, tanto en términos temáticos como estilísticos. La impronta del productor y guionista Steven Spielberg en el fantasmagórico relato resulta evidente en casi todas las escenas y los rumores de que una parte sustancial del film pudo haber sido dirigida por el director de E.T. (rumores que comenzaron a circular incluso antes de su estreno) no harían más que confirmar el estatus de Hooper como “realizador por encargo”. Muchos años más tarde, sería el propio T.H. el encargado de destacar a Poltergeist como un esfuerzo colaborativo: “Me encantan los cambios que se le hicieron a mi versión. Trabajé para un muy buen productor que, además, es un gran showman. Sentí que eso era un plus, porque tanto Steven como yo pensamos en los mismos términos a nivel de estilo visual”. Durante los años siguientes, Hooper volvería a los presupuestos más moderados, trabajando bajo el paraguas de la extinta compañía Cannon Films, que produciría dos de los films más característicos de su obra en los años 80: Fuerza siniestra (1985) e Invasores de Marte (1986), donde el horror es reemplazado en parte por algunos de los tópicos de la ciencia ficción, en particular aquella derivada de la sensibilidad de la década del 50, años formativos como espectador del propio realizador.
También producida por el mandamás Menahem Golan, The Texas Chainsaw Massacre 2 demostraría que, a veces, las segundas partes son (muy) buenas: con un impagable Dennis Hopper como el tío de la única sobreviviente del film original, la historia de esta particularísima y muy irónica secuela lleva hasta límites demenciales el concepto de venganza, particularmente sangrienta en su versión original sin cortes. De allí en más, sobre todo durante los años 90, la carrera de Hooper alternaría títulos interesantes, pero no del todo logrados como Combustión espontánea (1990) y The Mangler (1995), con una gran cantidad de capítulos para series televisivas como Cuentos asombrosos, Las pesadillas de Freddy y Cuentos de la cripta. Poco activo durante los últimos quince años, dirigió sin embargo un par de episodios de la serie Masters of Horror y algunos largometrajes destinados al mercado del “directo a video” como Crocodile y Mortuary, ninguno de ellos a la altura de sus mejores obras. A diferencia de colegas generacionales como Romero o Wes Craven, Tobe Hooper no pudo disfrutar de una última etapa de reconocimiento popular y cinéfilo. A pesar de ello, el creador de Leatherface tiene su merecidísimo lugar ganado en el cielo (o el infierno) de los mejores realizadores de ese noble género cinematográfico tantas veces mancillado.