¿Por qué no considerar estas anotaciones sobre Oscar Masotta escritor a la manera de una de sus “intentos frustrados de escribir sobre Roberto Arlt”? Pero, ¿en qué consiste la frustración de escribir sobre Masotta? En principio, en que no parece haber únicamente un Masotta sino varios. Pocos escritores se han buscado en expresiones tan diferentes y a la vez tan complementarias. Como un detective de sí mismo, Masotta se subyuga por un género, una corriente de moda y, cuando cree haber dominado su mecanismo, al igual que el chico que desarma un juguete (¿rabioso?) lo vuelve a armar, lo abandona y pasa a otra cosa. En su “Introducción a la lectura de Jacques Lacan” pone su propia escritura en entredicho: “Con un breve seminario de seis clases sobre un seminario de Lacan sobre un cuento de Poe, una conferencia pronunciada en un instituto de música y una nota periodística, no se puede pretender que el resultado sea un libro. Pero para una época donde no sólo en las policiales de Raymond Chandler los editores son tanto o menos burgueses que los escritores, lo que hace un libro de un libro es el hecho de su impresión más su diferencia con otros libros. He aquí un ejemplar raro de esa ave vulgar, lector. Todo aquí es diferencia. Un autor sospechoso que escribe sobre temas de psicoanálisis sin ser un psicoanalista, un libro escrito en el español del Río de la Plata y que no intercambia casi una palabra en común con otros libros escritos sobre el tema escritos en el mismo español, un texto que repite y transforma el texto de un autor europeo sin dejar de avisar al lector que ahí donde se repite tal vez traiciona y ahí donde transforma no es sino porque quiere repetir”.

Soy consciente de que plantear “Masotta escritor” puede ir contra los intereses de quienes pretenden reducirlo al campo de estudios lacanianos. La pregunta sobre la frustración que formulaba al comienzo: ¿cuál es la obra que prueba que Masotta es escritor? ¿Cuál es, digamos, su gran novela, su cuento memorable, ese ensayo voluminoso y definitivo? Pero, ¿qué quiere decir definitivo cuando se es consciente de la transitoriedad? ¿Y si la gran novela de Masotta fuera su vida? No hay en Masotta géneros, por diferentes que parezcan, compartimentados. La filosofía, la literatura, las historietas, el happening. Todo tiene que ver con todo. Y todo con uno. Digamos: una escritura en la vida. ¿Y si su narración memorable fuera apenas una crispada semblanza autobiográfica? ¿Y si su gran ensayo fuera una compilación de sus escritos centrados en intereses siempre cambiantes que, en esa mutación constante, permiten atisbar una coherencia que incomoda al crítico académico?

Su atracción por Arlt representa una relación visceral. Aunque sostuvo que al escribir su ensayo “Sexo y traición en Roberto Arlt”, no pensaba en Arlt tanto como en Sartre escribiendo sobre Genet. “Roberto Arlt, yo mismo”, su texto a la vez analítico y narrativo es ejemplar en la literatura autobiográfica nacional. Pero como Masotta no se queda quieto, traiciona. Quienes lo siguieron en lo sartreano serán traicionados por su descubrimiento de Lévi-Strauss, quienes lo adoraron en la vanguardia del pop art, serán traicionados por su hallazgo de Lacan. La traición deviene entonces, al modo siempre arltiano, su coherencia. Nunca volverá donde lo estaban esperando. Nunca tampoco volverá atrás.

En la época contornista a Masotta le costaba esa escritura que en Viñas se manifestaba con plasticidad y soltura. En mi opinión Masotta no publica una novela porque se percata de que no hay novedad en lo que cuenta y como lo cuenta: ya lo contó Viñas. El dilema en Masotta es un deseo de originalidad. Y antes, para él, está Sartre. En este punto, una vez escrita una novela, una vez leída y repensada, la aborta. Masotta debió percibir –además de que Viñas le había ganado de mano– que sus palabras ya habían sido usadas. Es en este punto donde, al no publicar, se llama a silencio como narrador. Quizá será para muchos un psicologismo juzgar este silencio de escritura inicial como un anticipo del que padecerá intelectualmente a raíz de una depresión tras la muerte de su padre. Dos silencios que a su vez derivan en un silencio mayor, cuando ya en el exilio en los ’70, termina padeciendo una sordera progresiva. Una interpretación: Masotta hace su sordera para escuchar/se mejor. Pero, ¿se puede curar si se prescinde de la palabra del otro? Cura, escribí. Pero, ¿de qué cura hablamos bajo el capitalismo?, nos interroga el Masotta sartreano. Y se dará cuenta, también en este punto, de la imposibilidad de una “salud mental” bajo un sistema enloquecedor. Acá, de nuevo, un eco sartreano. Porque, en el fondo, Masotta nunca renegó de su formación sartreana. “La enfermedad mental es inútil”, dice en “Roberto Arlt, yo mismo” coincidiendo con Foucault en que loco es aquel que no produce. Masotta, superado presuntamente de su angst, se lanzará a una producción intelectual frenética. “Los libros me salvaron”, diría.

“Arlt y yo habíamos salido de la misma salsa, conocimos los mismos ruidos y los mismos olores de la misma ciudad, caminamos por las mismas calles, soportamos seguramente los mismos miedos económicos.” Pero ningún sueño realizado es como se lo esperaba. Después de la consagración como intelectual de elite, ¿el desencanto, el crack up? Entonces su interés en Freud y Lacan, el psicoanálisis como monasterio personal. Se hace maestro. O, si se prefiere, gurú.

 

Hay que subrayar qué significaba para Masotta el compromiso de escribir. Lo dice en su ensayo sobre Arlt: “Para defenderse de la gratuidad del acto de escribir había que escribir sobre temas que lo pusieran a uno en situación de peligro, que lo descolocaran ante los demás. Y hay entre otras (puesto que si se redacta un panfleto político el peligro es bastante inminente, policial y real) una manera de hacerlo. Escribir sobre uno mismo. Para desnudarse o para confesarse. Pero quien se confiesa se confiesa de algo, y para hacerlo es preciso un juicio retrospectivo y negativo, sobre ese algo. ¿Sería este mi caso? Y, por otra parte, es difícil sortear el peligro de la falta de peligro. Es necesario decidirse entonces a sumarse en todos estos peligros para intentar sortearlos”. Lo que intento subrayar: qué significaba para Masotta el compromiso de escribir. Lo dice en su ensayo sobre Arlt: “Para defenderse de la gratuidad del acto de escribir había que escribir sobre temas que lo pusieran a uno en situación de peligro, que lo descolocaran ante los demás. Y hay entre otras (puesto que si se redacta un panfleto político el peligro es bastante inminente, policial y real) una manera de hacerlo. Escribir sobre uno mismo. Para desnudarse o para confesarse. Pero quien se confiesa se confiesa de algo, y para hacerlo es preciso un juicio retrospectivo y negativo, sobre ese algo. ¿Sería este mi caso? Y, por otra parte, es difícil sortear el peligro de la falta de peligro. Es necesario decidirse entonces a sumarse en todos estos peligros para intentar sortearlos”.