“El cine es un espejo pintado”, expresó alguna vez el realizador italiano Ettore Scola, y entre las pinceladas que ese espejo devuelve hay muchas trazadas a nivel local, con la potencia de historias propias. Así, hace pocos días tuvo su preestreno "Sachasandia", un cortometraje escrito y dirigido por Daniela Marinaro y producido por Caschi.
En la pantalla se ve a un elenco mayormente tartagalense: Laura González, Daniel Cabot, Milagros Arroyo, Sebino Simplicio, Ana Alicia Doria, Claudia Simplicio, Maximiliano Sánchez, Carolina Miranda, Nacho Torres, Cristian Jurado, Juana Loria y Jorge Lucas Romero. Todos le ponen el cuerpo a una trama que muestra la tirantez entre el universo wichí y el mundo “criollo”, la sabiduría ancestral, la desobediencia y hasta la violencia de género, entre otras cuestiones.
En ese marco, Marinaro recorrió algunos detalles de su obra, que en noviembre será parte del Festival internacional de cine de Mar del Plata y en 2024 se exhibirá en Espacio INCAA Goumont, en Buenos Aires, y aseguró que tener un equipo 100% local “es un sueño cumplido”.
-En tu obra -que tuvo su preestreno en la Semana del Cine en Salta- la protagonista se debate entre la cosmovisión wichí y la “criolla”¿por qué hiciste foco en esa tensión?
-En el cortometraje Sachasandía, Lisandra, la protagonista, convive con la realidad de su familia, que pertenece a una comunidad wichí del noreste salteño, y también convive con sus compañeros de estudios, de salidas, que pertenecen a distintas dimensiones de nuestra sociedad. Hay criollos (sí, todavía puede usarse esa definición), hijos de empresarios rurales, chicos de pueblo. Un abanico muy amplio. Ella reniega de las costumbres de su familia, porque está en un proceso de cambio, de transculturación, seguramente considera que lo ajeno a ella es mejor que lo propio. Para mí, como realizadora, ese punto de cambio y de tensión es uno de los aspectos que más me interesaron para contar esta historia.
-Desde lo argumental se observa una negación identitaria, el anhelo de “querer encajar”, también aparece cierta violencia instalada del varón hacia la mujer como objeto de deseo ¿cómo pensaste en estas líneas narrativas que, en mayor o menor medida, suponen una reflexión?
-Cuando fui indagando acerca de los motivos por los cuales una joven desearía “comer el fruto de la sachasandía”, asumiendo las consecuencias negativas que eso traería, cuestiones vinculadas al amor, al deseo sexual, aparecieron como fundamentales. Pero en ese juego amoroso, pudimos observar también qué dispar y difícil que es para las mujeres jóvenes, ser valoradas, ser respetadas, ser cuidadas. Convivimos en sociedades sumamente machistas en donde la mujer está en peligro. Y la situación se acentúa en lugares donde hay segregación étnica y de género.
-En este sentido, ¿el cine debe ser un andamiaje para que la sociedad se desconstruya o se repiense o puede ser simplemente un producto para entretener a las personas? Y más aún ¿hay una dicotomía entre un cine para analizar y otro para entretener o un mismo film puede cumplir ambas funciones?
-Realmente me encanta que el cine pueda ser un ámbito donde nos pensemos, que nos ayude a filosofar, a cuestionarnos, a mirarnos. También entretenernos. No creo que haya una dicotomía, por suerte hay películas que pueden cumplir ambos objetivos. Sí considero que es fundamental para mí no caer en miradas simples, sin compromiso y sin registrar las repercusiones de lo que uno hace.
-A partir de un fruto diminuto como la sachasandía, escribiste un cortometraje con diversos aristas, ¿te considerás una realizadora de los detalles, partís de lo pequeño para contar otras cosas?
-No es fácil dar con una anécdota, o una punta de un iceberg que pueda llevar a desarrollar una historia que te apasione, y te den ganas de trabajarla durante mucho tiempo. Este cortometraje surgió de una anécdota que me contaron durante la realización del casting de Zama, en Formosa. Una amiga y colega, formoseña, que nos llevaba a conocer las comunidades de la zona y a buscar a los futuros actores de la película. Cuando escuché que este fruto podría ser alimento y veneno me atrapó, estuve investigando mucho tiempo. Pude ver en esa contradicción lo que me interesaba contar. Los detalles fueron surgiendo a medida que iba tomando dimensión.
-Este corto se realizó íntegramente con actores y equipo técnico del NOA, en el interior de la provincia ¿cómo se dio el casting y el proceso de rodaje en general, qué significado tiene que un corto sea 100% salteño?
-Fue realmente un anhelo de muchos años que se cumplió, poder contar con el equipo técnico que me acompañó, son amigos y compañeros de trabajo desde hace muchos años, y fue lindo encontrarme encabezando el equipo esta vez. La productora Caschi Cine es un referente y un motor de proyectos del NOA. Que me acompañen fue un lujo. Con respecto al casting, es mi oficio, desde que empecé a trabajar profesionalmente he estado en el equipo de casting así que es algo que me gusta mucho hacer. Conocer personas interesadas en actuar y poder ayudarlas a sacar lo mejor de ellas mismas ante cámara es muy gratificante. En esta oportunidad, nos gustaba que trabajen la mayor cantidad de actores del norte salteño: Tartagal, Mosconi, Orán , etcétera.
-En la sinopsis se lee que una joven wichí rechaza el conocimiento ancestral de su abuela. En esta tónica ¿cuál es el valor o legado de las personas mayores que pertenecen a los pueblos originarios?
-Cuando hacíamos el casting conocimos a Juana, es una de las abuelas que salen en el corto. Ella tiene la visión bastante reducida por su edad, y me hizo pensar en una especie de Tiresias, aquel sabio ciego que puede ver el futuro. Creo que las personas mayores, más si pertenecen a una cultura originaria, tienen una visión tan distinta y amplia, tan linda para poder trasmitirla.
-¿Cómo reaccionaron las y los espectadores al corto, que se vio recientemente en la Semana del Cine de Salta?
-Estoy en ese momento en el cual me interesa mucho saber qué vio y pensó cada espectador, para poder ir aprendiendo y registrando. Hasta el momento he sentido una buena aceptación y mucho cariño. Por otra parte, el cortometraje tendrá un preestreno oficial en el Festival de Mar del Plata en noviembre, y será estrenado en marzo del 2024 en Gaumont, junto con otros cortometrajes del concurso Historias Breves.
-Has participado en películas de Lucrecia Martel, en"Güemes: una gesta heroica", de Mauricio Minotti y en diversas cintas a lo largo del país ¿existe una salteñidad dentro del cine, en el modo de generarlo?
-No creo que haya una salteñidad en el cine, creo que hay directores salteños que trasmiten cada uno su impronta. Decir que hay una salteñidad en el cine sería pensar que hay sólo una forma de ser salteño y no creo eso. De hecho, los jóvenes nos van mostrando que están cambiando cada vez más, y su forma de ser y pensar es bien distinta a la nuestra o de nuestros padres. Sí pienso que hay movimientos que se vuelven colectivos, y quizás uno pertenece a un movimiento que lo ha acompañado, impulsado, educado.
-¿En qué proyectos trabajás actualmente?
-Con el proyecto de largometraje “El remanso”, que luego cambió el título por “Una feria americana”, obtuve el Fondo Ciudadano de Desarrollo Cultural, la beca de Argentores federal. También participó del concurso "Raymundo Gleyzer", es un largometraje en el cual he estado trabajando en su escritura y desarrollo. También, actualmente, estamos armando una productora audiovisual, con una mirada etnográfica, interdisciplinaria e intercultural, junto con mi pareja, que es antropólogo, y amigos.
-¿Cuáles creés que son las victorias y las cuentas pendientes del séptimo arte hoy, a nivel nacional y local?
-Creo que hay mucha gente trabajando para que las cosas sean mejores para los artistas en general, y eso ha sido una victoria. También observo, con tristeza, que todo es tan frágil, que depende de las decisiones políticas e ideológicas de nuestra gente. Si para nuestra sociedad, hacer cine local es algo importante, seguramente se lo apoyará cada vez más. El tema es poder ver ese valor y que lo defendamos.