Ahora empieza la tarea más compleja en Unidos para Cambiar Santa Fe: Cómo convertir un frente electoral en una coalición de gobierno. Nunca fue una tarea sencilla y si bien está claro que el que gana conduce y el que pierde acompaña la clave está en la distancia del acompañamiento. No habrá definiciones concretas hasta después del 22 porque el PRO espera la performance de Patricia Bullrich para establecer los porcentajes de la negociación. Los radicales aguardan con paciencia y tienen un rol muy cómodo a nivel nacional porque acompañan decididamente a la postulante de Juntos por el Cambio aunque saben que las chances de la ex ministra de Seguridad se diluyen cada día que falta hasta las elecciones.
Para el radicalismo “no ganador” de Santa Fe, aquellos que jugaron fuerte y hasta construyeron la alternativa de Carolina Losada frente a Maximiliano Pullaro hoy miran de reojo al socialismo porque saben que la disputa por los espacios va a venir por ese lado. Como ya lo adelantaron algunos macristas que huelen el ninguneo “no sea cosa que esto sea la reedición del Frente Progresista con otra cabeza”.
A esos radicales se les adjudica “la operación” de poner en duda que la presidencia de la Cámara de Diputados sea para Clara García que ganó la categoría y, sobre todo, como ella misma adelantó le ganó al gobernador Omar Perotti. “Quieren meter ruido en la previa, agitar las aguas, pero no van a lograr nada”, dijo un socialista que está en el centro de las negociaciones.
“Por supuesto aspiramos a tener un rol gravitante en la toma de decisiones”, agregó el dirigente del PS aunque todavía no menciona ministerios, secretarías ni nombres para ocuparlos. Pero sí destaca que “tenemos mucha experiencia en frentes, de las buenas, de las más o menos y también de las malas”, sentenció.
Pullaro sabe que deberá hacer el máximo esfuerzo para contener a todos, pero también conoce que la tarea es titánica y a veces imposible. No habrá tiempo para exponer fracturas internas de cara a un 2024 donde seguro no abundarán las buenas noticias. Y así como allanó la transición de la mano de Perotti para no perderse en tensiones distractivas, querrá acelerar también en la conformación de un equipo sólido y representativo, pero también operativo y eficiente en gestión. Por supuesto que el gobernador electo piensa en lograr objetivos difíciles, porque como todo gobernador argentino, en un momento del día se le cruza por la cabeza que podría ser el próximo presidente.
No puede imaginarse aquí un sistema de distribución sencillo como el que llevó Perotti a la práctica mediante un dispositivo de loteo de ministerios y áreas más o menos importantes (ver nota de tapa). Una cosa es repartir entre agrupaciones de un mismo partido y otra muy distinta es hacerlo entre partidos políticos con vida y referencias propias.
El gobierno que termina empezó con el diputado Roberto Mirabella sentándose con las distintas partes del peronismo santafesino preguntándoles: ”Yo tengo un candidato, ¿vos qué tenes?”. Y así se armó rápido el esquema que posibilitó al peronismo recuperar la provincia después de 12 años. ¿Bueno, malo? Los resultados dan indicios de cómo resultó la gestión, pero hay una cosa innegable, a Perotti le facilitó el control total de la botonera hasta el último día de su gobierno. Todo atisbo de rebelión interna de su administración fue sofocado con un arma por demás indolora pero muy efectiva: La indiferencia.
Pullaro concentrará poder, sin duda, pero no podrá hacer la gran Perotti porque es sobre todo un “hombre de partido”. Y de un partido que, con todos sus recorridos sinuosos, funciona de manera mucho más rígida al menos en lo formal. La cantidad de votos que obtuvo lo pone en la cima pero también lo obliga a un cierto grado de generosidad política, de esa que le puede servir para el futuro.
Pero no sólo de nombres y espacios se trata sino también de agendas e instituciones. La convulsión interna del Ministerio Público de la Acusación, con fiscales atropellándose para denunciarse entre sí tiene de alguna manera correlatos en la política y que representarán tensiones que el propio Pullaro deberá resolver. No todos en su entorno tienen la misma idea de justicia y de cómo practicarla aún en temas delicados como la violencia narcocriminal. ¿Qué hacer con un fiscal emblemático de esas luchas pero que también avanza y toca cuerdas sensibles en el senado provincial lo que afecta a viejas y futuras alianzas políticas para el nuevo gobierno?
El senador provincial Lisandro Enrico que fue ratificado en su banca nada menos que con el 83% de los votos del departamento General López es uno de los hombres más cercanos a Pullaro y casi seguro su próximo ministro de Infraestructura y Obras Públicas. Pero su interés siempre estuvo vinculado al accionar policial y al de la justicia y fue precisamente uno de los mayores predicadores pro policía junto al propio Pullaro.
Hay un problema ahí sin siquiera entrar en conjeturas acerca de acciones conniventes, sino sólo considerando esta idea de conducir a la fuerza a través de hombres de confianza que ordenen y cohesionen internamente a los uniformados para tener mejores resultados en seguridad. Pullaro lo llevó adelante como ministro de Seguridad de Miguel Lifschitz durante cuatro años y no resultó. Los amigos con charreteras nunca pudieron darle a cambio al ministro el control de la calle. ¿La receta es la misma?
El impulso que Pullaro y Enrico le dan a una futura ley de narcomenudeo para Santa Fe, sigue esa dirección: Darle más poder a la policía. El ministro de la Corte Suprema Rafael Gutiérrez espera volver de España por estas horas para expresar su profundo rechazo a esa iniciativa cuyos resultados se pueden evaluar en Córdoba y la provincia de Buenos Aires. Ese es otro frente abierto que va a empezar a notarse, la relación del cortesano con el gobernador electo parece irremontable. Gutiérrez ya adelantó desde Madrid que esa ley “sólo servirá para llenar la cárcel de perejiles en una provincia ya desbordada en su sistema penitenciario”.
Dos causas federales que inician su juicio en los próximos días dan cuenta de la irrelevancia de poner el foco en el narcomenudeo que tiene el costado más grave en la violencia, para lo cual no hace falta ninguna nueva ley para combatirla. Desde el 6 de noviembre en los Tribunales Federales, el fiscal Federico Reynares Solari mostrará cómo el empresario Gustavo Shanahan que llegó a ser titular del Puerto Rosario le facilitaba a Los Monos los dólares que la banda necesitaba para la compra mayorista de droga. En una entrevista sobre el caso, el fiscal dijo: "Es fácil caerle a quienes los miembros del Poder Judicial no perciben como integrantes de su propia clase y perseguir delitos que se cometen en los barrios menos favorecidos de Rosario por personas que no forman parte de círculos sociales elevados; pero la sangre de ese delito violento en zonas marginales es el dinero que se disputa en el centro de la ciudad por estructuras más complejas, que tienen abogados, contadores y empresarios. Ahí es donde cuesta mucho más llegar”.
El otro juicio que se viene es el del hallazgo en Rosario de uno de los lotes narco más grandes de la historia reciente: 1658 kilos de cocaína, que serían según la sospecha, enviados a Dubai en barco a través de la hidrovía del Paraná, disimulado en seis contenedores, entre 150 toneladas de pellets de maíz.