"Si yo naciera de nuevo, ¿saben qué me gustaría ser? Deportista. Y el deporte que más me atrapa es el básquet". Fidel Castro fue de todo: abogado, militar, político y un revolucionario, el responsable de cambiar la historia de un país. Pero claro, como todos, tiene un lado B, mucho menos conocido. En este caso, el deportivo. Probó varios, especialmente el béisbol –deporte por excelencia en Cuba, donde fue pitcher en su adolescencia-, fútbol -un delantero voluntarioso, dicen– y boxeo, pero su preferido era el básquet, otra actividad con mucha tradición en la isla.

Tanto le gustaba que, cada vez que pudo, siendo presidente, Castro salió del protocolo y se prendió en picados, con otros políticos y hasta los propios deportistas profesionales. En 1971, durante una visita gubernamental a Chile, se entusiasmó y jugó un partidito en Iquique. En 1974, cuando la selección española recaló en Cuba en la previa del Mundial, el entrenador cubano, Carmelo Ortega llamó a su homónimo de España, Antonio Díaz Miguel, para una consulta particular.

–¿Qué te parece jugar un dos contra dos con alguien especial?

–Claro.

–Viene a jugar Fidel Castro.

No se supo el resultado ni hubo fotos de aquel duelo, pero sí hay otros retratos y testimonios de cómo era el Castro jugador. "Fidel no se caracterizaba por ser un gran defensor, pero era muy activo, penetraba mucho y llegó a desarrollar buenas habilidades de tiro", fue el primer análisis de Tomás Herrera, uno de los símbolos del básquet cubano que llegó a jugar con él. Para luego destacar dos cualidades. "Primero que pegaba mucho, pero también recibía golpes y no decía nada", aclaró para luego dar paso a su lado de liderazgo. "En el momento en que el partido se complicaba más él asumía la responsabilidad de decidir el juego", contó.

También destacó cómo le gustaba aprender y mejorar en su juego. "Luego de los partidos me llamaba para preguntarme qué errores había cometido, lo que demuestra el interés que tenía por hacerlo todo bien", comentó. Los más atrevidos se juegan a hablar que tenía un movimiento llamado El Paso, similar al Eurostep que patentó Manu en la NBA.

Castro jugaba con regularidad en privado y cuando los visitaban diferentes líderes de otros países. Se retiró de las canchas en 1982, a los 56 años, después de romperse un dedo del pie representando a Cuba en uno de esos picados duros y físicos que tanto le gustaban.

Su pasión por el deporte lo llevó a que fuera una prioridad en Cuba. Un decreto firmado en 1961 hizo que el deporte fuera obligatorio en los colegios y así lo convirtió en una de las banderas de la revolución. Había torneos interescuelas, interbarrios, Juegos Escolares y Juegos Juveniles.

Una política deportiva que permitió desarrollar talentos que convirtieron a la isla en constante protagonista de las competencias internacionales. Desde 1954 hasta su muerte, en 2016, Cuba sumó 77 medallas de oro olímpicas, además de 65 de plata y 71 de bronce. Incluso en los Juegos Panamericanos de 1991, organizados en Cuba, el anfitrión superó a Estados Unidos en el medallero.

Con el béisbol sucedieron dos cosas: por un lado abolió el profesionalismo en la isla, cuando el país tenía la segunda mejor liga del mundo y muchos jugadores se terminaron escapando, sobre todo a USA para jugar en las Grandes Ligas. Fidel se enfocó en la selección, que dominó a nivel mundial, ganando tres medallas de oro de los Juegos Olímpicos, 12 en Juegos Panamericanos, 10 Copas Intercontinentales, 25 Copas Mundiales y una medalla de plata en el Clásico Mundial.

En el caso del básquet, Cuba armaba muy buenas preselecciones que tenían largas concentraciones en la isla, con entrenamientos en la arena, en las pistas de atletismo y en la cancha, donde hasta Castro se aparecía. "Fidel jugaba con nosotros en el Coliseo de la Ciudad Deportiva esos partidos nocturnos que tanto le gustaban", recordó Herrera.

El seleccionado luego se probaba en largas giras por Europa del Este, sus aliados comunistas. Un triunfo a Estados Unidos en los Panamericanos de Cali 1971 y un bronce en los Juegos Olímpicos de 1972, donde le ganaron nada más y nada menos que a la Italia del pivote Dino Meneghin y el base Pierluigi Marzorati fueron algunos de los hitos cubanos.

En aquel Mundial del 74 Cuba tuvo un histórico cuarto lugar, producción que Fidel siguió de cerca. "Me llamaba todos los días", contó Ortega, el técnico de aquel equipo que venció a Australia (92-79), Canadá (80-79), España (84-75) y Brasil (85-80). "Fidel siempre nos decía: 'ustedes tienen que aplicar la guerra de guerrillas en la cancha'", contó Tomás el Jabao Herrera, uno de los míticos de aquella selección junto a Chappé y Urgellés.

Una verdadera revelación. Como su lado B. El Fidel deportivo.