El daño profundo provocado por el terrorismo estatal quedó expuesto, una vez más, en un homenaje que la Asociación de Docentes e Investigadores de la Universidad Nacional de Salta (Adiunsa) le realizó al joven estudiante de Ciencias Económicas Ángel Esteban Rodríguez Concha, asesinado el 24 de septiembre de 1976. 

Rodríguez Concha, de 22 años, fue secuestrado el 23 de septiembre del 76, a las 7 de la mañana, cuando salía de su "departamentito" en la avenida San Martín al 1500 con destino al trabajo. Su cuerpo, con los ojos vendados con su propia corbata, fue abandonado en el predio de la Unsa, en la avenida que pasa por su frente, y fue encontrado por otros estudiantes la mañana del 24. El 28 de septiembre, a 47 años de este hecho, la Adiunsa descubrió una placa recordatoria. 

Sus hermanas María Esther y Norma participaron del acto del jueves último con creciente emoción que llegó a las lágrimas. En ese marco, Norma agradeció tener el cuerpo de su hermano, a diferencia de la gran mayoría de familiares de víctimas del terrorismo estatal. "Gracias a Dios que nos entregaron su cuerpo, nosotros tenemos el cuerpo de él, sabemos (donde está), podemos visitarlo, es lo único que podemos agradecerle" a sus asesinos, dijo.

(Imagen: gentileza María Alaniz).

Cuando habló con este diario, María Esther se refirió a Ángel como "mi querido hermano Ángel Esteban”. “Fue un chico muy bueno, en todo aspecto", estudioso, familiero, compañero, lo describió; en el acto también se destacó su solidaridad y generosidad. Nacido en el campo, niño que tuvo que migrar para hacer el secundario, en Tartagal, y luego a la ciudad de Salta para estudiar la carrera de contador, sin embargo, Ángel mantenía un vínculo estrecho con su familia, “no se perdía de la madre, el día del padre, los cumpleaños, se hacía escapadita de fin de semana como sea”, contó María Esther. 

Como el mayor de sus hermanas, Ángel abrió el camino del campo a la ciudad y a medida que María Esther y Norma fueron terminando la primaria y yendo también ellas a Tartagal, se convirtió en "el papá, la mamá, nuestro hermano, nuestro profesor y nuestro amigo", en palabras de Norma. Además de ayudar en los estudios a sus hermanas, también apoyaba a sus compañeros, que iban a estudiar en su casa. Y amaba el fútbol, al punto que jugaba todos los días. 

Ángel empezó la universidad en 1974. Además, trabajó en comercios y en el 75 o 76 ingresó a trabajar en la Policía de Salta, merced a “una invitación del jefe de la Policía a los alumnos de la Universidad para poder jerarquizar la Policía”, contó Norma. Cumplía funciones de administrativo en una oficina del área de Investigaciones de la Policía “y así fue como él se interiorizaba de todos estos problemas que estaban ocurriendo en el país. Él sabía. Tenía sus compañeritos que habían desaparecido incluso, él sabía que podía pasarle algo, aún así tuvo el coraje y la valentía para no escapar del país y afrontar este problema".

El plan criminal de la última dictadura cívico militar lo alcanzó cuando salía a trabajar en su bicicleta, que quedó abandonada en la vereda después de que lo llevaran. El destino que tuvo durante las horas siguientes es desconocido. Su cuerpo fue encontrado en la madrugada del día siguiente, con dos disparos en la cabeza. 

(Gentileza María Alaniz). 

Ángel había sufrido allanamientos en su departamento, donde la Policía encontró panfletos y banderas de grupos políticos, por los que lo asociaron a Montoneros. “Mi hermano era ingenuo e inocente, nunca pensó el nivel de violencia que podían utilizar los militares en ese momento de nuestra historia", dijo Norma cuando contó la historia de Ángel para la recopilación que hizo la Adiunsa, que viene recuperando la memoria de docentes y estudiantes de la Unsa desaparecidos.

“Estoy segura de que fue la Policía" y por eso le cubrieron los ojos, "para que no los vea como lo mataban”, aseguró Norma cuando habló con Salta/12 antes de agradecer que al menos cuenten con un lugar donde llorarlo. “Fueron injustos y sabemos que fue una orden seguramente” del entonces jefe del área de Seguridad de la Policía, el represor Joaquín Guil. El que fuera el hombre fuerte de la fuerza de seguridad salteña y mentado represor desde la década del 60 fue investigado por este hecho junto al militar Virtom Modesto Mendíaz, que fue subjefe y jefe de la Policía, pero ambos fueron sobreseídos después de que en 2018 la Cámara Federal de Apelaciones de Salta dictara una falta de mérito a su favor. Norma todavía lamenta esta decisión: "es como si la vida de mi hermano no hubiera valido nada".  

Norma había visitado a su hermano dos días antes de su muerte. En la conversación con Salta/12 recordó que este hecho significó “un dolor muy grande para toda la familia. Ya nunca más fue nuestra familia lo que era antes”. Y en nombre de este dolor deseó que “nunca más vuelva a ocurrir” ese grado de violencia que ejerció el Estado, en manos de la Junta Militar, contra sus ciudadanos y ciudadanas. Y que “los chicos jóvenes sepan lo que hemos vivido, este tiempo tan duro y tan difícil, esta oscuridad que tuvimos en nuestras vidas", que "tomen conciencia y sepan (lo que pasó con la represión ilegal) y roguemos a Dios que no ocurra nunca más”. 

En sus declaraciones ante la Adiunsa, Norma también acusó al gobierno dictatorial y a la Policía por el asesinato de Ángel. "Los genocidas arrebataron la vida de mi hermano y de 30 mil personas por tener pensamientos diferentes, por tener ideales de justicia social. Estos genocidas destruyeron familias completas, como la mía, abusaron, torturaron, asesinaron. Esperemos que nunca más ocurra esto en nuestra Argentina", sostuvo. Agradeció que se recuerde a su hermano y deseó "que su presencia esté en los pasillos y en las aulas de esa Universidad para que los jóvenes conozcan que hubo otros jóvenes valientes que se expresaban por una sociedad más justa"

En el acto, en el acceso principal a la Universidad pública salteña, María Alaniz, que viene rescatando las historias de las víctimas del terrorismo estatal en el ámbito de esa casa de estudios, destacó la importancia de recuperar la memoria de la figura de Ángel Rodríguez Concha en momentos de negacionismo. Esa idea fue retomada por el secretario general de la Adiunsa, Diego Maita. "No nos quedemos en la indigación" ante quienes intentar negar el horror, convocó. Y reactualizando la lucha de los años 70 por "un mundo mejor", aseguró que eso implica, por ejemplo, educación pública, salud pública, boleto gratuito para el estudiantado. 

La ex detenida política Mirta Torres, integrante de la Red de Derechos Humanos de Salta, destacó "esta tarea tan gigante de mantener la memoria". "No pudieron desparecer a Ángel, está aquí con nosotros", añadió antes de repasar la represión estatal en el país y en "toda América Latina, así como fue el genocidio indígena". Ese exterminio, dijo, "fue para instalar el extractivismo".