Un trío de jazz –piano, bajo y batería– formado en Suiza en 2014, que entre sus influencias declara nombres como los de Charlie Parker, Keith Jarret y Avishai Cohen, inevitablemente, pero también habla de Led Zeppelin, Radiohead, Beethoven, Basquiat y el cine blanco y negro de Jim Jarmusch. 60 Miles, se llama el gran contenedor de referencias que integran Phillipp Leibundgut en batería, André Hahne en bajo y Nicolas Gerber en piano. Por estos días, el trío llega a Argentina para presentar los temas de Ice Cream, su nuevo álbum. En Buenos Aires actuará el miércoles en Café Berlín (Av. San Martín 6656), el jueves en el Festival de Jazz de Lomas de Zamora y el viernes en la Alianza Francesa (Córdoba 946). El sábado, 60 Miles estará en Caminito Serrano, en Río Ceballos (Córdoba), y el domingo en el Teatro Nave de la UnCuyo, en Mendoza, antes de seguir la gira latinoamericana por Chile y Brasil.

Música propia, que funda su actualidad y su energía en el diálogo con otras tradiciones. Juegos rítmicos que balancean repeticiones y aperturas que vienen del pop y del rock. Jazz contemporáneo perfilado para desarrollos instrumentales abundantes, que se termina de definir en los equilibrios entre composición e improvisación. Podría ser esta una aproximación a la música de Ice Cream, el cuarto disco del trío, que cuenta con la participación del trompetista Shems Bendali, también presente para esta gira. “Shems es un músico muy refinado, con un timbre muy sedoso y un fraseo sutil. Su manera de tocar nos da una dulzura que como trío tal vez nos faltaba. Además sabe escucharnos, desde el primer ensayo se integró muy bien al grupo. Nos encanta tocar con él”, asegura André Hahne, compositor, bajista y productor alemán-neozelandés, que vive y trabaja en Suiza desde hace décadas.

Ice Cream es un disco con música de la pandemia. Por entonces se nos hacía imposible cubrir las 60 millas que separan nuestros domicilios –de ahí el nombre del trío– y cada uno de nosotros se dedicó mucho a la composición y al trabajo individual. De pronto nos dimos cuenta de que teníamos música para hacer dos discos", continua Hahne. El primero de los productos pandémicos salió enseguida, fue Red Light, un trabajo con música muy elaborada, editado en 2020. “Tenía que ver con que no podíamos avanzar, era una ‘luz roja’ que de alguna manera nos paralizaba. Para ese disco trabajamos todo a distancia, aunque de todas maneras nos las arreglamos para poder encontrarnos”, agrega el bajista.

“Es que nuestra música está hecha de encuentros. Para Ice Cream la situación nos permitió encontrarnos más y eso se nota”, sigue Hahne. “En nuestra manera de trabajar predomina el trabajo colectivo. Cada uno lleva su música a los ensayos, para que la toquemos y entre todos terminemos definirla. Nuestra música parte de un impulso personal, se nutre de una idea de grupo y se completa en la improvisación”, precisa el músico, que a la hora de hablar de estilos, prefiere mirar más a los costados que hacia atrás. “Cuando era estudiante encontré el jazz a través de Miles Davis y en particular el disco The Man with the Horn, pero sigo buscando en la actualidad, donde últimamente encontré la música de Ambrose Akinmusire y Tigran Hamasyan”, cuenta el bajista.

“Me gusta sentirme influido por músicos de nuestro tiempo, para desde ahí establecer un diálogo con el pasado, con todo lo que está nuestro ADN musical, pero sin dejar de mirar al futuro”, dice también. “Trabajar con ritmos diferentes para encontrar y desarrollar nuevas ideas resulta muy estimulante. Cuando componemos, nos ponemos metas precisas, consignas que nos obliguen a salir de la zona de confort, a buscar otros caminos para no repetir y quedarnos en el mismo lugar. Para nosotros, ser contemporáneos significa tocar con la mayor libertad posible”, agrega.

Hahne es también director del sello Nova Jazz, además de director artístico del Festival de Jazz de Yverdon-les-bains, en Suiza, un encuentro que se propone como una alternativa al circuito tradicional. “La mayor parte de los festivales de jazz europeos funciona con los mismos catálogos de artistas, suelen repetir muchos nombres de figuras principales. No digo que eso esté mal, pero nosotros buscamos otra cosa”, plantea. “Cada año invitamos a una región o un país, que está representado por supuesto por sus artistas más importantes, pero que también muestra lo más interesante entre las nuevas expresiones, como una manera de dar a conocer lo nuevo y de crear variedad”. El festival dedicó ediciones a los países escandinavos, a Nueva York, Israel y Londres. “Este año el festival estará dedicado a Francia”, anticipa el músico que con 60 Miles estuvo en Argentina en 2016 y desde 1998 vino varias veces con No Square, otro de sus proyectos.

“La primera vez que actuamos en Buenos Aires con No Square compartimos la noche con Ricardo Cavalli, un gran saxofonista que actuaba al frente de su cuarteto. Después conocí a muchos músicos y bandas, siempre recuerdo a Escalandrum y también a Fernández 4, por su aproximación al estilo de Tigran (Hamasyan). De aquellos primeros viajes a la Argentina quedaron sin cumplir proyectos con María Gabriela Epumer”, recuerda Hahne. Cuenta que una noche terminó conversando animadamente de jazz con un tipo que, lo supo después, era Fito Páez. “También me impresionaron algunos ritmos de la música argentina, como el candombe y la chacarera. Por supuesto que enseguida intenté componer con estos esquemas tan complejos y atractivos”.