Nacida en Buenos Aires, en la localidad de Santos Lugares, en la Provincia de Buenos Aires, la poeta Luisa Futoransky reside actualmente –y desde hace más de treinta años– en París. Se desempeñó también como periodista y narradora, y su obra poética consta de una veintena de libros, el primero de ellos, Trago fuerte, de 1963. En el año 1996, el Fondo Nacional de las Artes publicó una Antología poética, en su colección “Poetas argentinos contemporáneos”. Piezas suyas integran, entre muchas otras, la antología prologada y seleccionada por Jorge Monteleone para el Bicentenario: 200 años de poesía argentina. Ahora, la editorial Leviatán ha publicado Los años peregrinos (1976-1997), continuación del volumen Los años argentinos, que reunió los poemarios que Futoransky había publicado hasta su ida del país, con el parteaguas del cambio de década, de 1960 a 1970.

Con prólogo y edición del escritor y periodista argentino Mariano Rolando Andrade, Los años peregrinos compila cinco libros que fueron presentados y premiados y (casi todos) publicados en España: El nombre de los vientos (1976), Partir, digo (1982), El Diván de la Puerta Dorada (1984), La sanguina (1987) y Cortezas y fulgores (1997). Respecto a El Diván… la autora comenta en “Unas líneas para esta edición”: “Me sitúo: vengo de años de Lejano Oriente. Empiezo a luchar París. Tengo un percance de salud. De prepo conozco un hospital por dentro. Escribo mi primera novela. Casi como una respuesta arrogante a Henri Michaux vía Borges a través de Un bárbaro en Asia, yo con mis Son cuentos chinos…”.

Andrade, autor del poemario Canciones de los Mares del Sur y del libro periodístico y de viajes Aristas. Relatos en los confines de Europa, plantea en el prólogo que Los años peregrinos permiten apreciar lo que ha sido “una odisea geográfica, artística y vivencial de veinte años”. Preparado conjuntamente con la autora durante la pandemia, el trabajo se vio afectado por “la irrupción de un virus que trastocó todo, una guerra, y la incertidumbre de lo que vendrá”. El prologuista también recuerda que la década del ‘80 significó para Futoransky “otro capitulo en su obra literaria”, al abrirse (y exitosamente) al arte de la prosa, específicamente la novela, con Son cuentos chinos (1983) y De Pe a Pa (1986), manteniéndose sin embargo constante la producción poética. Para Andrade, el volumen que publica Leviatán permite “una inmersión sanadora en una poesía magistral que se despliega por dos décadas y miles de latitudes”.

Luisa Futoransky es una poeta no sólo “del viaje”, sino de la vivencia, la observación, la reflexión y la imaginación, esencialmente urbana y argentina. De ahí que contara en una entrevista con Jorge Fondebrider, publicada en Diario de Poesía en 1994, que en su juventud, cuando comenzaba a escribir, la poesía era “cosa de todos los días”, en los cafés, en sus mesas, entre cada generación y/o grupo, cada uno con “su revista”. Contó allí: “Éramos muy amigos con Romano, Rivera, Szpunberg y, por supuesto, René Palacios Moore que era mi marido. Por René conocí la poesía francesa. Yo estaba muy entusiasmada con toda la poesía italiana, que es mucho más lírica que la francesa”. Tal vez, su pieza “Poética jueza de mi sombra” intente explicar o brindar algún sentido al quehacer de su actividad: “Hoy día/ es probable que algo sepa/ acerca de la turbadora/ vocación de la escritura.// Pero, a pesar mío/ en esa oración:/ ¿quién es el sujeto?/ El tácito burro,/ ¿adelante/ para que aún se espante?// Poesía/ es apenas/ develar,/ ¿desvelar, acaso?/ la puerilidad del resto.” En “Arte poética” se puede leer: “El pescador sabe tirar al agua/ las palabras/ que no sirven”. Y en “Receta de cocina”, inspirándose en Artaud: “El secreto del trabajo del escritor reside –creo–, más allá/ del genio, la felicidad o la locura, en el cambiar hasta el suspiro final del texto, las dos o tres palabras que por no ser exactas, sobran, distraen o importunan”.

En la siguiente entrevista, que para la poeta significó más que responder preguntas (fue un diálogo que permitió “reflexiones sobre mi manera de hacer y vivir la poesía”), fue realizada por correo electrónico. Desde París, Futoransky respondió “con mucho contento, porque el suplemento ‘Radar’ forma parte de los altos lugares donde me importa comunicar”. De ahí que la poeta, generosamente, enviara además, junto a sus respuestas, material inédito para compartir especialmente con el público argentino.

Te pregunto por la historia de este volumen: ¿por qué estos libros nunca fueron publicados en Argentina, y por qué ahora sí? ¿Qué o quién te llevó a recuperarlos, reunirlos y darlos a conocer?

Las cosas pueden de alguna manera relatarse así: Mariano Rolando tuvo la peregrina idea de reunir todo mi desperdigue y empezó por franjas de producción geográfica; Argentina, Europa y Asia y luego ya más fácil prosa y poesía reunidas bajo un único sello editorial que será Leviatán.

Los libros tanto de “los años argentinos” como de “los años peregrinos” no se conocieron en Argentina no por deliberación propia sino por lo azaroso del universo editorial. El hecho de su recuperación se debe a que tanto Mariano, la editora y yo estuvimos convencidos de su vigencia y de que reunirlos y publicarlos era una aventura que valía el riesgo de emprender.

Un detalle de importancia: la producción literaria en español carece por lo general del elemento imprescindible en el universo anglosajón, esto es el agente. Imaginar que alguien pueda ocuparse de la burocracia y todos los papeleos, evitarte disgustos enormes y encima que un saldo aparezca periódicamente en tu cuenta bancaria se parece, mejor dicho, debe ser el paraíso. Al menos para mí ni uno ni otro existieron ni existen.

El título del libro alude al “peregrinar”, con datos y menciones de ciudades. No sólo estuviste en España y Francia, sino incluso en Italia, China y Japón (“El moño de tafeta celeste” está fechado en Tokio, a fines de 1979). ¿Cómo fueron esos viajes y experiencias, y cuánto y cómo te hicieron reflexionar o realizar de otros modos la poesía?

–Aunque el texto está fechado y en Tokio, 1979, como guiño a la etapa aciaga que aún transcurría Argentina y a la que a mí me arrojaron así de lejos las marejadas de la vida, el poema está empapado y trufado de referencias locales; el Zoo de Palermo por ejemplo (alguna vez para mi asombro tanto lo consideraba único, hasta me preguntaron si me refería ¡¡¡al del sur de Italia!!!), el mbucuruyá –creo incluso que nunca más necesité a usar de nuevo esa palabra–, los besos juveniles en Plaza Francia, las tomas de la Facultad, La loca poesía, revista y sello editorial que fundamos con un grupo de exaltados en los años ‘60... Y el Delta, repetidamente el Delta. Humorada: Son poemas, hoy lo veo, que vienen prácticamente con GPS incluido.

En cuanto a la poesía se fue haciendo conmigo una suerte de camino, de trabajo fino de alfarería, de mano a mano cotidiano, a lo “Farewell” nerudiano: Vengo desde tus brazos/ No sé hacia dónde voy.

También has desempeñado trabajos periodísticos, y has escrito prosa (novelas y ensayos). ¿Cuál sería la diferencia específica, el fin o finalidades que buscás puntualmente con la poesía? ¿Cuáles particularidades valorás más?

–Desde hace tiempo el lema de mi blasón es Suma pero no resta. Como en la perinola, toma todo, el periodismo de agencia me enseñó a no andarme por las ramas y medir en caracteres lo que tengo que decir y empuñar una podadora mental. La música me aportó cierto fraseo melódico, ciertos cierres que caen a plomo, tipo manzana de Newton, pura evidencia. Tokio me inoculó el valor de la palabra empeñada, sobre todo ante uno mismo para poder continuar mirándose en el espejo. En cuanto a la prosa nunca creí en los compartimentos estancos y sí, en una novela relato distinto –sobre todo en extensión– que en un poema, pero ambos desarrollos tienen de manera obligada principio medio y fin. El método de trabajo, de encajera con la palabra es el mismo.

Quiero preguntarte por el importante valor de la corrección para tu trabajo poético, sobre la trilogía sentido-música-imagen, y si vos priorizás o te enfocás especialmente en alguna de estas, o en todas.

–Acercándose a la exactitud de la palabra uno se aproxima a la justeza del pensamiento, a que no haya divorcio entre lo que hay que decir y cómo se lo dice, lo que llamo surfilado y afilado del texto.

Y muy oportuno el acercamiento que hacés entre imagen y música en mi escritura. Desde siempre intento abrirme e intercambiar con pintores y fotógrafos. Publiqué un par de libros con el fotógrafo José Antonio Berni, Desaires y Devociones (que están en línea), uno con la pintora Cristina Ruiz Guiñazú, Cuadernos del Egeo y escribí sobre dos fotógrafos que me entusiasman Evgueni Khaldei, retratista de Stalin y Claude Cahun, fotógrafa surrealista y resistente y la icónica Tina Modotti. En cuanto a música una asignatura pendiente es escribir un libreto de ópera.

¿Qué estás leyendo? ¿Qué buscás o preferís actualmente?

–Ante todo una confesión. Desconozco su veracidad clínica pero desde la pandemia (en mi haber, un par de Covid-19 de mediana gravedad) mi intensidad de lectura descendió bastante. Mi vista también. El deseo de comprar libros persiste. Mi casa, un departamento que para explicarnos es un estudio de un amplio ambiente, a estas alturas tiene mucha apariencia de madriguera por los libros que se acumulan del suelo al techo por todas partes. Entre ellos la lista de los “tengo que” leer con urgencia aumenta y la de releer también. Mi memoria es rara. Como con las películas, a veces llegando casi al final me doy cuenta de que ya la vi, o de que ese libro no lo leo sino que lo releo pero desde otro lugar.

Suelo acercarme a la llamada literatura testimonial, la de viajes, a algún best seller si, como en el caso de Elena Ferrante, me doy el lujo de leerlo en idioma original...

¿Y en particular de poesía argentina publicada actualmente, te llegan libros, tenés diálogo o comunicación con jóvenes poetas?

–Mi inserción en la realidad poética francesa es bastante pobre. En cambio mi intercambio y diálogo con poetas argentinos es permanente. Me reconforta y sosiega ver una efervescencia constante, un aluvión de lecturas en variados auditorios, nuevas experiencias y publicaciones. No hay semana en que no reciba algún libro, una solicitud de entrevista para alguna radio provincial, el pedido de colaborar con cierta revista o leer un manuscrito... No hago nombres para que la memoria no haga de las suyas y deje en el tintero (palaba de por sí en desuso) autores que admiro y respeto, pero que sobre todo leo. No me corresponde a mi realizar la evaluación. Cervantes, cuando habla de “la malignidad del tiempo, devorador de todas las cosas” lo dice mucho mejor.

Mariano Andrade menciona en el prólogo a Los años peregrinos sobre tus “poemas parisinos”. ¿De qué tratan, qué período o años abarcan? ¿Tenés intenciones para publicarlos?

–Los poemas a los que Mariano se refiere como “parisinos” tienen en común el lugar donde los concibo, este amanecer de barrio XIII y bloque de viviendas sociales donde vivo, esta computadora, la mesa desordenada, la silla desvencijada, sin olvidar la radio desde que despierto y el tazón de café.

¿Y otros planes y proyectos de libros futuros?

–Entre manos tengo una novela empantanada que va conmigo desde la pandemia sin llegar a la página 50. Además, una veintena de poemas inéditos a los que ya les encontré título, Los agostos. Te alcanzo unos pocos por si como en esos álbumes de las ferreterías con muestras de colores de pintura y nombres maravillosos, esos textos se defienden.En estos días leo la propuesta muy osada de Marina Serrano en la que emprendió la alocada tarea de reunir y analizar todo lo que hurgó sobre mí agrupándolo bajo el título muy entusiasta de Para amar la poesía de Luisa Futoransky.

Y en cuanto a proyectos inmediatos, estoy realizando en estos días con la compositora y artista sonora argentina Andrea Cohen un documental radiofónico de una hora para France Culture que fue seleccionado este año por el Ministerio de Cultura francés y debemos entregar compaginado en octubre, sobre un personaje misterioso y fascinante que algunos grandes como Emmanuel Levinas y Elie Wiesel lo reconocen como mentor, Monsieur Chouchani. De él suponemos todo y su contrario, lo único seguro es su lápida en el cementerio de Montevideo donde falleció en enero de 1968. En la tumba erigida por Elie Wiesel se lee: El rabino y sabio Chouchani, bendita sea su memoria, su nacimiento y su vida están sellados en el enigma.

Tres poemas inéditos de Luisa Futoransky

 

LOS AGOSTOS

todo lo que me queda por leer y tengo que

todo lo que creo que me queda por decir y por cantar

y por bailar ni te digo

todo lo que me queda por mirar y caminar

todo lo que me gustaría tanto que me quedara por vivir

 

ché, caminante

probame que se hace camino el andar

 

 

LUCES QUE A LO LEJOS

Podéis arrancar al hombre de su país, pero no podéis arrancar el país del corazón del hombre.

                                                                                                                          John Dos Passos

 

Si Ud. se fue de cierto allí durante cuarenta años

–la mitad de su vida–

no hay vuelta posible.

Huyeron las orillas, las arenas, las veredas.

A los parasoles los barrió el viento.

El nuevo país envejece con uno y adopta nuestros propios tics.

Arraigo, desarraigo son palabras huecas.

La realidad está en los huesos, las mareas

y las lápidas.

 

 

 

CASA GUERRA, CASA PAZ

la casa guerra está llena de andar y venires

mucho ruido, broncas, barro, escupidas

gasa y mal aliento que da náuseas solo con pensar

 

la casa guerra está llena de cornejas que picotean restos

en tapices que pierden colores y valor

los bancos perfeccionan la seguridad de cajas fuertes

que no queda nadie para abrir

la casa guerra es pura diversidad ufana

siempre triunfante, siempre dura y orgullosa

pura charanga, puro bombo y cornetín

 

la casa paz un engañapichanga

que el viento se llevó

fuera del planeta

donde parecería que halló asilo

en un hoyo negro de algún firmamento

algún silencio

el vago contorno de una mancha

que tan de lejos parece flor

 

 

 

Poemas de Los años peregrinos

por Luisa Futoransky

 

ARRUGAS

la piel de las manos concibe enrevesados ideogramas

que descifro con paciencia

 

desmañada

brillante

loca de exaltación y de soberbia

o avasallada de dolor hasta el espanto

 

soy la que soy

 

 

RAZÓN DE ANATOMÍA

Me he besado con poetas, pintores, cineastas

empleadas, jew princesses, rateros, hippies

ingenieros, tenores, guerrilleros

 

en mi boca todos los caminos de la vida

 

es tiempo / de ocuparme de mis pies

 

“A través de un vidrio oscuro”

una orquesta japonesa

una orquesta china

una orquesta balinesa

desgrana lamentos desconocidos en mis nervios

 

estrella de mar, la muy abandonada

iguana que tiemblas por las hojas de otoño

que apuñalan tu rostro, carniceras

 

comparto aire y sonidos de esta gente

y siempre me condeno

 

¡Ah, si el que llegara pudiera ser creído!

 

 

 

LA MALA HORA

Hemos cruzado cartas de desventura

año tras año

con la tenacidad que no tenemos

para otras cosas de la vida.

 

El blanco es un color

que sienta bien a las novias

y a los muertos.

 

 

CANTINELA DE LA BRUJA RUSA

Coman de mi mano

palabritas

pero no dejen de ser

salvajes

radianes

y precisas.

 

Coman de mi mano

 

 

 

palabritas.