En un caso que estremece a la sociedad, Thiara, una adolescente de tan solo 14 años, vio su vida truncada de manera brutal. Según las investigaciones, el principal sospechoso de este horrendo crimen es un pastor religioso de 43 años, quien habría abusado durante años de la situación de extrema vulnerabilidad en la que se encontraba la niña.
Lo que hace aún más desgarradora esta tragedia, es el hecho de que cuando se inició la investigación sobre su asesinato, ninguno de sus progenitores denunció su desaparición. Esto revela la perturbadora normalización de un vínculo abusivo que habría culminado en la trágica muerte de esta joven.
El abuso sexual en la infancia es un delito que lamentablemente se mantiene impune en todo el mundo. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), aproximadamente una de cada cinco niñas y uno de cada trece varones sufren algún tipo de abuso en su infancia, y la mayoría de estos casos ocurren en el seno de sus familias.
Carlos Rozanski es un autor y activista argentino conocido por su trabajo en el campo del abuso sexual en la infancia. En su libro sobre este tema, aborda la problemática destacando su complejidad y las dificultades para detectarlo y abordarlo adecuadamente. Advierte que en Argentina se esclarecen apenas el 1 o 2% de los delitos denunciados. En el informe sobre violencia sexual en América Latina y el Caribe, la OMS sostiene que solo el 5% de las víctimas realizan una denuncia judicial. Por sus características, los delitos contra la integridad sexual tienen un alto nivel de subregistro, debido a los procesos de estigmatización que sufren las víctimas. Los cambios en la percepción social sobre la violencia sexual, así como en las respuestas institucionales y en las políticas estatales, impactan en los niveles de denuncia.
A raiz de esto, en el Informe del Sistema Nacional de Información Criminal publicado este año, se destaca que hay una tendencia marcada en el incremento de delitos contra la integridad sexual que se atribuye a un mayor nivel de denuncia de este tipo de delitos. En 2022, la tasa fue de 93,6 cada 100.000 habitantes, experimentando un aumento del 2,8% respecto a 2021, que fue de 91,0 cada 100.000 habitantes, experimentando un aumento del 42,8% respecto a 2020 y del 84,6% respecto a 2019. Los niños, niñas y adolescentes representan el 58% del total de víctimas de abuso sexual en el país.
Un factor determinante en este incremento se le atribuye a la implementación de la Educación Sexual Integral, que contribuye a que las víctimas sepan detectarlo. El Ministerio Público Tutelar informó que casi el 80% de las víctimas de abuso sexual en la infancia denunciaron estos delitos a raíz de las clases de ESI. Según las últimas estadísticas sobre abuso sexual infantil en Argentina realizadas por el gobierno, en el 75% de los casos, el agresor es un familiar, de los cuales, en el 40%, ese familiar es el padre y en el 16%, el padrastro. En la misma línea, el 53% de los abusos sucede en el hogar de la víctima, el 18% en la vivienda del agresor y el 10% en la casa de un familiar. De ahí surge la importancia de que los niños y niñas tengan un espacio fuera del círculo familiar donde puedan contar sus vivencias.
Si hay algo que socialmente moviliza en este tipo de crímenes es la crueldad que reviste la situación de vulnerabilidad a la que se someten a quienes se debería estar cuidando. En el crimen de esta joven convergen dos grandes problemáticas de desigualdad estructural: la de género y la de edad, ya que el machismo y el adultocentrismo son factores que atravesaron la vida de esta niña combinados con otras carencias que se tratan de determinar.
Además de lo trascendido sobre la relación de abuso sostenido que la víctima habría sufrido de su presunto femicida, del relato de su progenitor también se desprenden otras problemáticas que se deben considerar. "Ella en niñez y adolescencia acusó maltratos, incluso, había unos golpes en uno de los brazos, pero eso lo tiene cualquiera", expresó el progenitor respecto a las razones por las que la niña solicitó a la institución quedar al cuidado de uno de sus hermanos. Según una encuesta de Unicef realizada en 2019 y 2020, el 59% de chicas y chicos entre 1 y 14 años experimentó prácticas violentas de crianza; el 42%, castigo físico, y el 51,7%, agresión psicológica. Según ese estudio, el 84,6% de los agresores son del ámbito de confianza de la víctima, ya sean familiares o conocidos.
La historia de Thiara pone de manifiesto la necesidad apremiante de abordar este problema desde una perspectiva de derechos humanos y protección de la niñez. La solución de estos problemas no es posible sin observar la realidad de la situación que atraviesan este tipo de víctimas, y es imperioso que tanto la sociedad como las autoridades combatan juntos este tipo de delitos para así garantizar que los niños y niñas vivan en entornos seguros y libres de violencia. Negar las desigualdades estructurales que atraviesan los crimenes de odio solo invisibiliza el soporte socio cultural que nos revelan las estadisticas.