Suele ser moneda corriente escuchar a los seguidores libertarios decir que a comienzos del siglo pasado Argentina era una potencia y tenía uno de los PBI per cápita más altos del mundo. Y que en los años 40 el país entró en una lógica populista que lo llevó progresivamente a la decadencia actual. Una vez más, se desmitificará esta interpretación sesgada que hacen los libertarios - no solo argentinos- que caen en la falacia de composición, que es cuando se llega a una conclusión analizando sólo una de sus partes. En este caso se analiza solo el PBI per cápita de un reducido ranking y no muchos otros aspectos que componen el bienestar de un país.
Es importante destacar que la Argentina de comienzos del siglo pasado basaba su economía en el modelo agroexportador. Este esquema tenía en el centro de la escena la actividad agropecuaria, que es la que generaba mayor valor en toda la economía y su producción iba mayoritariamente a los mercados externos. Esto no quiere decir que no hubiera actividad industrial, sino que la misma cumplía un rol secundario en la economía de ese entonces. El mercado interno era más reducido y con una dependencia bastante marcada de los bienes finales importados.
Un dato revelador, a contramano de lo que sostienen los libertarios, es que el arancel promedio sobre las importaciones a lo largo de todo el modelo agroexportador era sustancialmente superior al actual. Por ende la Argentina de comienzos de siglo pasado era más proteccionista que la actual. Esto termina de tirar por la borda el relato libertario de supuesta libertad económica en este modelo.
Lo que sí se puede sostener es que era una economía creciente pero muy desigual en la que las personas de mayores ingresos se apropiaban de una porción mayor de la renta, con respecto a otros países que se consideraban más desarrollados. La población era de poco más de 4 millones en el censo de 1895 y la riqueza estaba concentrada en pocas manos. Era un modelo que no podía incluir a la cantidad de habitantes que tenía Argentina en ese entonces, menos podría incluir a los más de 46 millones de argentinos actualmente.
Bajo la lógica económica, fue un modelo que funcionó durante décadas, con saldos exportables positivos pero con una clara dependencia de lo que ocurriera en el exterior. Tal es así que, desde 1925, los precios internacionales de los bienes agropecuarios comienzan a descender y, finalmente, con la crisis del 29, el modelo se agotó. A partir de la caída de la demanda externa, la capacidad para volcar los bienes provenientes del agro encontró su límite, a la vez que las importaciones de bienes finales resultaban más complejas por los problemas que tuvieron los países centrales. En este contexto, con el golpe militar de Uriburu (y no con Perón) se inicia un proceso de industrialización inédito. No había una cuestión ideológica de fondo, sino que la industrialización fue necesaria para poder abastecer el aún reducido mercado interno.
La película completa
Para ver en mayor profundidad este “pasado paradisíaco”, hay que analizar la información disponible. Previo a 1900 los datos son muy poco confiables, según afirman economistas e historiadores. Así y todo, el ranking de países con mayor PBI per cápita se sigue difundiendo. Las series oficiales de PBI argentino comienzan en 1935. No sólo eso, sino que los libertarios, que suelen decir que lo más importante son los datos, usan un ranking para hablar del PBI per cápita, y no la variación del PBI per cápita en sí misma.
La muestra de países de esa base de datos era de 45 países hasta la década del 40 y, luego, pasa a ser de más de 160. Esto lo señala correctamente Daniel Schteingart, que estudió el caso de la evolución del PBI per cápita argentino comparado con Estados Unidos, Reino Unido, Canadá, Australia, Noruega, Suecia y Nueva Zelanda. El comienzo de la caída comparativa con el indicador de esos países es desde 1895 (a pesar de que los datos sean poco confiables) agravándose en 1916, en pleno auge del modelo agroexportador, tan elogiado actualmente por los libertarios. En cambio, desde los 40 hasta mediados de los 70 (pleno auge intervencionista en Argentina), el crecimiento argentino fue similar, en promedio, al de los países antes mencionados. De hecho, luego del golpe militar de 1976, con las políticas más liberales a la cabeza, se deterioró el PBI per cápita de forma abrupta.
Por ende, Argentina cayó en un ranking donde inicialmente participaban menos países, pero en términos de PBI per cápita tuvo su caída relativa más fuerte en pleno auge del mismo modelo que algunos libertarios pretenden defender. En pleno intervencionismo se creció de forma muy parecida a la de los países que hoy se consideran ejemplares en términos de desempeño económico.
Llevando todo este análisis a la actualidad nos encontramos con un país aún dependiente de las exportaciones agropecuarias en materia de ingreso de divisas, pero cuya actividad genera relativamente pocos puestos de trabajo. Esto lleva a considerar que solo promoviendo la actividad agropecuaria no se pueden resolver los problemas que hoy aquejan al país. De hecho, durante el primer gobierno de Mauricio Macri se bajaron los impuestos a este sector y se produjo una devaluación (aumentando así los ingresos del sector). Sin embargo, la demanda laboral siguió manteniéndose estable.
Volver al modelo agroexportador no solo no es la solución sino que generaría aún mayor exclusión y desigualdad. Los países que logran la prosperidad y el bienestar en forma consistente y duradera apuestan a las políticas de desarrollo industrial.
Un Estado presente resulta una condición necesaria pero no suficiente para el desarrollo. Si nos queremos parecer a Italia, Francia y Alemania, la presión impositiva sería superior a la que tenemos actualmente en Argentina. Si nos queremos desarrollar como Estados Unidos tendríamos que acostumbrarnos al déficit fiscal crónico, medidas proteccionistas y a un gasto de gobierno superior al de China. Por el contrario, quienes tienen menos presión fiscal y gasto público son Nigeria y Somalía. Los países que crecen hacen exactamente lo contrario a lo que propone Milei.
(*) Autor del libro Falacias Libertarias. Miembro de FUNDUS