“Se acabó esto de la asistencia esclavizante de darles el pescado, nosotros le vamos a enseñar a pescar, le vamos a enseñar a crear la caña de pescar y si es posible, que aprendan a tener una empresa de pesca” indicó Javier Milei durante el debate presidencial. Parafraseando un viejo proverbio chino, Milei esbozó una crítica a la política de asistencia social (dar pescado) que reemplazaría por una política de educación laboral (enseñar a pescar), ingenieril (crear la caña) y empresarial (póngase una empresa de pesca). Si bien el discurso suena bonito, la realidad es que esas políticas ya se intentan pero chocan con un mercado que excluye y no integra.

Las políticas sociales del ministerio de Educación, Trabajo y de Desarrollo hace tiempo que tienen fuertes programas de capacitaciones. El más masivo de ellos es el Progresar, donde 1,7 millones de jóvenes reciben becas para terminar sus estudios. Por su parte, programas como el Potenciar Trabajo y Manos a la Obra combinan el otorgamiento de ingresos, con la entrega de maquinarias para proyectos productivos. También otro importante número de programas dan capacitaciones e incentivan la formación de empresas para comercializar los productos y servicios de la economía popular. En síntesis: las políticas que propone Milei ya se aplican en Argentina hace años, con resultados variados en cuanto a su impacto social.

La principal dificultad de dichas políticas es que el desarrollo de los emprendimientos productivos para las mayorías populares excluidas por el mercado, se dan en cadenas productivas de la pobreza. Pequeñas producciones campesinas de subsistencia, reciclado, textiles, construcción de baja escala, son algunos ejemplos de las actividades que el mercado deja a los pobres porque no son rentables. Los intentos de mejorar la rentabilidad de los mismos choca contra barreras de estructura de mercado, que sólo se pueden ir quebrando lentamente y bajo fuertes regulaciones del Estado, para una porción relativamente pequeña de los excluidos. 

Las actividades más rentables del mercado ya están ocupadas por grandes empresas, cuyas capacidades tecnológicas, de disposición de financiamiento, equipamiento y desarrollos administrativos complejos, vuelven una ilusión el intento de que un grupo de emprendedores rescatados de la marginalidad irrumpa en ellas exitosamente a competir.

Imaginemos a un pequeño grupo de personas excluidas del mercado de trabajo, con las precarias cañas que Milei le enseñó a hacer, lanzándose a competir con la gran industria pesquera. Desde el vamos, ya están en la irregularidad porque con sus equipos maltrechos y careciendo de embarcación no van a conseguir permisos de pesca legales. Por esa razón, deciden salir a pescar en forma clandestina. Cuando llegan de noche a la costa, ven en el océano a lo lejos el reflejo de las luces de los grandes barcos factoría con pesca de arrastre, que no le dejan a ellos ni una almeja para encarnar. Después de una noche entera disfrutando de la libertad de no sacar ni un pescado, se van a acordar de Milei y su familia.

@AndresAsiain