Cuando el sábado 30 de septiembre la Universidad Nacional de Tres de Febrero (UNTREF) le abrió las puertas al primer Encuentro Federal por el Ambientalismo Popular el recuerdo de Yolanda Ortiz, la primera secretaria de Recursos Naturales y Ambiente Humano de la Argentina y de América Latina (1973), se convirtió en un dibujo en el aire, un cuerpo etéreo con vuelo propio que atravesaba rondas, carpas blancas y comisiones. 

¿Cómo no iba a estar presente su poder ecológico y su convicción de romper con la lógica individualista? ¿Cómo no iba a formar parte en la discusión sobre la justicia ambiental? ¿Cómo no iba a sumarse al reclamo por la Ley de Humedales? A Yolanda la nombró Perón en octubre de 1973. Yolanda no era peronista, era demócrata cristiana y recordaba haber celebrado el “Mensaje ambiental a los Pueblos y Gobiernos del Mundo” que Perón difundió en 1972 desde España en el que hablaba de la marcha suicida que la humanidad había emprendido, y la charla que los dos mantuvieron un año después cuando la nombró secretaria: “fue una convocatoria mágica porque yo quería superar la pobreza y la mala condición de higiene y salud en los trabajos en la que estaban los más pobres (…) porque no había nadie que controlara eso, siempre ganaba la patronal, y lo que yo buscaba era que los trabajadores tuvieran un ambiente digno de trabajo (…) los temas ambientales son cuestiones económicas, he visto las condiciones laborales en los ingenios azucareros de mi provincia.” 

Yolanda nació en Tucumán, estudió química en Buenos Aires, trabajó en Toxicología, en la Facultad de Ciencias Exactas (medía el aire y el smog que producían los hidrocarburos) y vivió el Mayo Francés en París, ciudad en la que residía (su habitación estaba frente a la Sorbona) después de haber ganado una beca sobre estudios ambientales de contaminación y toxicología industrial. Una época inspiradora y un escenario de encuentros reveladores (con Atahualpa Yupanqui, por ejemplo) marcaron su vocación por revelar el daño que engendra el fracaso de un sistema que destruye la naturaleza y el tejido social. 

“No es posible trabajar individualmente en ecología, porque es el colectivo el que tiene que llegar al bien común”, decía cada vez que le preguntaban por los problemas ambientales y explicaba el paradigma de la complejidad. Su trabajo en la secretaría duró muy poco, menos de dos años, cuando murió Perón y después de enfrentarse a quienes se oponían a su trabajo (le negaba la habilitación a las industrias que no declaraban cómo iban a hacerse cargo de sus desechos) se fue antes de depender de López Rega. Vivió seis años en el exilio. 

Desde 2020 una ley lleva su nombre, la ley Yolanda que tiene como objetivo la formación integral en ambiente, con perspectiva de desarrollo sostenible y con especial énfasis en cambio climático, para las personas que se desempeñen en la función pública, amplifica el sonido de sus palabras trasmutadas en dibujos imaginarios entre los árboles de la UNTREF: “el trabajo de la revolución mental implica la modificación del individualismo atomizante; transformar un ego-ciudadano hacia un eco-ciudadano, la temática ambiental no es un problema más, es el problema”.