En su célebre libro Diferencia y repetición, Gilles Deleuze buscaba situarse en la instancia previa a la construcción de la identidad y de la subjetividad, para provocar nuevas aproximaciones a la reflexión filosófica.
Entre otros análisis, el autor relaciona y tensiona la repetición con la generalidad (algo más “panorámica”) y con la reproducción: y a partir de allí aparecen la semejanza y la equivalencia en una asociación que recorre la ética, la ley, la historia. Pero es la diferencia la que introduce el componente “problemático” y liberador, potencialmente libertario. Desde la perspectiva de Deleuze, también la repetición (que en Stupía es consustancial a su modo de realización) se expande hacia la riqueza y la modificación. En su libro cita una frase de Hume: “La repetición no modifica nada en el objeto que se repite, pero cambia algo en el espíritu que la contempla”. La clave es la percepción.
Estos elementos, que aquí se condensan casi como juegos de palabras (pero que en el libro suponen una enorme densidad argumentativa) a su vez generan juegos de sentidos y pueden servir como acercamientos interpretativos de la exposición Panorámicas, que en estos días Eduardo Stupía presenta en la Colección Fortabat, con curaduría de Verónica Gómez.
Los puntos más altos de la muestra son las series de enormes grabados Madrid 1 (de 136 x 261 cm) y de Madrid 2.
Como explica el artista, los grabados que integran la primera serie fueron realizados según el procedimiento de aguafuerte y monotipo y los que componen la segunda serie fueron realizados en aguafuerte, aguatinta, mordida plana, mordida directa, punta seca y monotipo.
La manera en que el artista puso en práctica tal recorrido por las técnicas de la estampa generó localizaciones específicas de ciertas variables y constantes verificables en las obras y que producen esa clara remisión a la serialidad, que aquí actúa, además, por definición.
En cada nueva exposición Stupía incluye y condensa aspectos de su producción anterior a través de nuevas obras que generan un efecto tanto “panorámico” como sedimentario. Que van de lo escénico a lo estratificado y de los narrativo a lo indescriptible. Así, genera al mismo tiempo una continuidad en el recorrido de su obra pero también un salto, como sucede en estas nuevas series. Invariablemente convergen reflexión y gestualidad a través de una intensidad notoria, que se expresa en la materialidad de sus trabajos. Cada material establece una lógica propia.
Stupía señalaba en la inauguración, el jueves pasado, que en los extremos superior e inferior de las series de grabados Madrid 1, por ejemplo, se registran ciertos elementos invariables, y que en la zonas centrales se despliegan componentes variables.
Por otra parte, un dato tan bello como “útil” es la inclusión en la muestra de una serie de collages del artista, como para dar pistas sobre el tipo de fuentes (y transformaciones de esas fuentes) que alimentan su imaginación cotidiana y que funcionan también como hipótesis y contrapuntos posibles con los grabados. Son fragmentos de archivos gráficos recortados y yuxtapuestos que el artista utiliza a la manera de un alfabeto que se organiza y modifica de acuerdo con la consigna de cada momento.
El título de Panorámicas remite no sólo a una relación de proporciones entre ancho y alto sino, más específicamente, a la fotografía, el cine y el paisaje, en fin: modos (y proporciones) de ver. Qué ver, cuánto ver, cómo verlo. Golpes de vista; aquello que la mirada puede abarcar de una “lectura” del paisaje en un movimiento lateral a izquierda y derecha.
Entre los modos de ver y los modos de “componer” se juegan infinitas posibilidades. Los trazos de Stupía atraviesan zonas (reales, pero que responden fundamentalmente a zonas mentales) que van del estado de balbuceo al de hipótesis; a los dibujos como salidos de conversaciones (imitando el habla); de improvisaciones que van, en cada recorrida, desde ciertas mecánicas relativamente automatizadas de lo conocido hacia otras, más inquietantes e indeterminadas, de lo desconocido.
Entre las variables e invariables, cuando el artista va produciendo los trazos en las planchas que luego transferirá al papel, otro modo posible de pensar los múltiples focos de atención es el de “islas”, que en conjunto van conformando archipiélagos, como sistemas de líneas y manchas en tensión.
Pensamos también, por supuesto, en tejidos, texturas, que cruzan los límites entre aquello que parece conformase en el momento en que se diluye.
Otro elemento clave es físico: la resistencia de la plancha al trazo, como podría ser la resistencia del papel al lápiz o al pincel. Ese movimiento a contrapelo es índice de una mecánica de trabajo: dibujar en contra, para producir más tensiones, para aspirar al descubrimiento. Para abandonar por momentos la comodidad de lo sabido y dejarse llevar hacia lo desconocido.
Cada uno de los trabajos del artista, en esa amable compulsión a la serialidad en donde cada obra tiene su autonomía pero a su vez continúa en la siguiente, propone una relación inquietante entre óptica y mecánica, que va y viene del ojo a la mano. Una operación tanto técnica como poética, que puede llegar al límite de la sobrecarga, pero que en un juego de tensiones y distensiones, incluye picos y remansos: especies de equilibrios inestables que se solapan y desbordan entre el ruido y el silencio. Stupía maneja una sintaxis estilística que a su vez confiere creatividad al espectador de sus trabajos. El visitante no solo contempla sino que, gracias a la intensidad de la obra, es llevado a un estado más activo que la contemplación, porque interpreta o sobreinterpreta los trazos, pliegues, huellas, líneas, filigranas, manchas y gestos.
En el grabado, esta relación es aún más compleja porque el resultado tiene una fuerte dosis de indeterminación debido a la transferencia invertida de la imagen de una superficie original a otra, donde se reproduce una imagen que siempre oscila entre lo previsto y la sorpresa. Con un virtuosismo natural, Stupía lleva al espectador a través de la repetición y de la diferencia, para generar singularidad.
* En la Colección Fortabat, Olga Cossettini 141, Puerto Madero, hasta el 29 de octubre.