Ocho años atrás Francisco publicó la encíclica “Laudato si” (Alabado sea) como una advertencia sobre la crisis que afecta el planeta y una fuerte apelación al “cuidado de la casa común”. Ahora en “Laudato Deum” (Alaben a Dios) el Papa no solo insiste sobre el tema utilizando sólidos argumentos científicos y políticos, sino que denuncia que en el tiempo trascurrido desde aquel primer documento “no tenemos reacciones suficientes mientras el mundo que nos acoge se va desmoronando y quizás acercándose a un punto de quiebre”.
El mensaje pontificio, en forma de “exhortación apostólica”, es mucho más que una consideración sobre los riesgos de la crisis climática: es una advertencia para quienes tienen responsabilidades políticas y económicas en el mundo para que tomen medidas urgentes a fin de evitar una catástrofe a corto plazo. Porque, dice el Papa, “ya no se trata de una cuestión secundaria o ideológica sino de un drama que nos daña a todos”. Y tomando palabras de los obispos africanos, Francisco califica la crisis climática como “pecado estructural”.
Para hacerlo el Papa carga contra los poderes económicos que ignoran los impactos de la crisis por atender a sus intereses particulares, responsabiliza a los dirigentes políticos por la inacción o las iniciativas eficaces, respalda la labor de los movimientos ambientalistas y pide dejar de poner “remiendos” para avanzar en medidas de fondo que comprometan a todos los actores en el marco de una multilateralidad eficaz.
“Laudato Deum” es un documento sobre la crisis climática pero basado en el argumento de que “todo está conectado” y “nadie se salva solo”. Francisco vuelve a hacer un análisis crítico del funcionamiento de la economía mundial y cuestiona el “paradigma tecnocrático” que está detrás del proceso actual de degradación del ambiente bajo pretexto de un “crecimiento infinito e ilimitado” que entusiasma a economistas, financistas y tecnólogos.
No falta tampoco el señalamiento a quienes, pretendiendo simplificar la realidad, “responsabilizan a los pobres” como si ellos fueran causantes de los males, cuando en realidad los datos los muestran como víctimas directas del desastre climático.
A lo largo de los 73 párrafos del documento pontificio –difundido y no por mera coincidencia- al inicio de la asamblea sinodal que se celebra en el Vaticano y que se extenderá durante casi todo el mes de octubre, Francisco hace un negativo balance del sistema económico y político global y cuestiona la “meritocracia” (definida como un ´merecido´ poder humano al que todo debe someterse, un dominio de los que nacieron con mejores condiciones de desarrollo).
También deja en evidencia “la debilidad de la política internacional” que se presenta incapaz de generar soluciones eficaces, mientras denuncia que “la decadencia ética del poder real” se disfraza gracias al marketing y la información falsa, manejada por quienes tienen “mayores recursos para incidir en la opinión pública”.
Para superar la situación el Papa pide dejar de lado el “viejo multilateralismo”, solicita “reconfigurarlo y recrearlo teniendo en cuenta la nueva situación mundial”, pero sin dejar de advertir que lo que se haga tiene que estar dotado de “autoridad real” para asegurar el cumplimiento de “objetivos irrenunciables”. La condición para que ello ocurra, sostiene Francisco, es que tal multilateralismo “no dependa de circunstancias políticas cambiantes o de intereses de unos pocos y que tenga una eficacia estable”.
“Laudato Deum” es un documento con inspiración religiosa y densidad política, basado en evidencia científica para advertir sobre la gravedad de la crisis que enfrenta la humanidad. Un texto dirigido a interpelar a toda la sociedad mundial, sin distinciones políticas o religiosas. Un dramático llamado a la responsabilidad colectiva para salvar a la “casa común”. Exigiendo un cambio de rumbo para generar acciones vinculantes de “transición energética” que sean eficientes, obligatorias y se puedan monitorear fácilmente.
Un nuevo pronunciamiento de Francisco que se apoya en la autoridad que su alto cargo le confiere, pero también en el prestigio ganado en más de diez años de activo y prolífico pontificado. Una exhortación de Bergoglio que trasciende su condición de autoridad suprema de la Iglesia Católica para confirmarlo como uno de los máximos líderes mundiales contemporáneos. Un texto que denuncia un “pecado estructural” y hace una apelación política, económica, social, cultural y ética reclamando la solidaridad colectiva de quienes habitan este mundo para salvar la “casa común”.