El hijo del “emperador de los libros del Río de La Plata”, un coleccionista privado de Ciudad Vieja que murió en 2019, estaba por tirar una caja sin inventariar con novelas “desechables” de los años 90 cuando le llamó la atención algo en el fondo marrón. Las retinas se estremecieron ante un descubrimiento extraordinario: el texto original tipeado a máquina de Historias de cronopios y de famas en perfecto estado de conservación, fechado en 1952 en París. “Se salvó de milagro; para mí (Julio) Cortázar hizo que esos papeles no terminaran en la basura”, confiesa el hijo y pide que no aparezca su nombre y apellido para preservar a su familia.
El mecanoscrito, que contiene 46 relatos breves, siete de los cuales permanecen inéditos, será subastado el jueves 12 de octubre en Montevideo (Uruguay) con una base de 12.000 dólares mediante una asociación de las casas de subastas Zorrilla (Uruguay) e Hilario (Argentina), también librería anticuaria y galería de arte, cuyo director, Roberto Vega, estuvo a cargo de la catalogación.
Lo más asombroso del hallazgo fue encontrar siete textos inéditos: “Inventario”, “Carta de un fama a otro fama”, “Mariposas automáticas”, “Los viajes y los sueños”, “Diminuto unicornio”, “Rabia del espejo” y “Rey del mar”. La aparición del mecanoscrito de Cortázar en 2022 es “una historia de película” para el hijo del coleccionista privado uruguayo. Desde la muerte de su padre se encargó de revisar, ordenar y catalogar la herencia recibida en la casa paterna de Ciudad Vieja: unas 300 cajas de archivos. Cada una de las cajas contiene entre 400 y 500 papeles con manuscritos, correspondencia y fotografías, entre otros documentos.
“Mi padre siempre decía que tenía mucho material del Boom”, recuerda el hijo y aclara que él estaba buscando un inédito de Jorge Luis Borges cuando se encontró con Cortázar. Calcula que quedan unas 80 cajas por revisar, ordenar y catalogar y que pueden surgir “más sorpresas”. No se anima a conjeturar cómo llegó el texto original a manos de su padre. Dice y repite que no lo sabe ni lo podrá saber; pero el viejo coleccionista tenía muchos contactos en Francia, Brasil, Chile y Argentina, y resulta “probable” que haya comprado algún lote o colección en Buenos Aires, donde estaba el texto original mecanografiado.
Apenas rescató las 60 hojas mecanografiadas de Historias de cronopios y de famas, libro publicado por Minotauro en 1962, el hijo del coleccionista privado uruguayo decidió convocar a Lucio Aquilanti, librero anticuario, investigador en literatura, historia y bibliografía argentina, autor de Todo Cortázar. Bio-bibliografía (2014), para que examinara el mecanoscrito. Aquilanti -que vendió a la Biblioteca Nacional su colección de Cortázar, que incluía libros, catálogos, traducciones, folletos, discos, filmes y cintas magnetofónicas que reunió a los largo de 17 años, desde que compró la primera edición de Los reyes a la Biblioteca Nacional- escribió el artículo “Nada más cronopio, que un cronopio inédito” para la revista digital Hilario con su veredicto: “puedo afirmar sin lugar a dudas, que se trata de un original del autor, mecanoscrito, de extraordinaria trascendencia”.
El coleccionista e investigador de la obra de Cortázar recuerda que a fines de 1951 el escritor llegó a París, donde se instaló definitivamente; que consiguió trabajos menores y poco después se empleó como traductor en la UNESCO. Antes del viaje había publicado en el país su tercer libro Bestiario por editorial Sudamericana. Vendió tan sólo catorce ejemplares. Un año después, durante un concierto en el Théâtre des Champs-Élysées, mientras la música de Stravinski y la presencia de Jean Cocteau llenaban la atmósfera, el autor experimentó una epifanía. En ese momento, visualizó unas criaturas flotando ante él, y los bautizó con el nombre de cronopios. “Aun así, lejos de casa y en aquel París de posguerra con las cicatrices de la ocupación nazi aún abiertas, más y más crecía la magia del autor”, plantea Aquilanti y precisa el momento en que aparece “esa palabra que nos acompañará para siempre” en una carta a María Rochi, en 1952: “Me han nacido unos nuevos bichos que se llaman cronopios”.
La pesquisa de Aquilanti, como si fuera un arqueólogo de la tipografía, llega hasta la máquina de escribir Royal que tuvo Cortázar durante muchos años, al menos hasta 1966, cuando su esposa Aurora Bernárdez compró una Olivetti Lettera 32, como le revela a Paco Porrúa en una carta del 1° de julio del 66. El coleccionista contrastó los originales encontrados en Montevideo con otros y comprobó que está tipeado en la máquina de escribir Royal. Bucear en las cartas le permitió encontrar las huellas de ese mecanoscrito en la correspondencia del autor de Rayuela. El 14 de junio de 1952, el mismo año en que está fechado el mecanoscrito, le escribió a su gran amigo Eduardo Jonquiéres: “Un día lo leerás a máquina, ya sabes que soy un prolijo taquimeco (taquimecanógrafo). Los cronopios van bien, día a día me entero de nuevas costumbres y andanzas de estos bichos. Hay otros que se llaman ‘famas’, y también las ‘esperanzas’, que son perversas y persiguen a los cronopios. Un día tendré varios textos con sus aventuras, y te los mandaré’”.
En otra carta, el 1° de octubre de 1952, comenta las opciones de envío. “Estuve a punto de hacerte un paquete con mis últimas faenas verbales, pero lo pensé mejor y he decidido mandárselas a Baudi (Luis María Baudizzone). La razón está en que sólo tengo una copia, y que a Baudi no le he mandado nada desde que estoy aquí. Sé que él te pasará el cuadernito (que se llama Historias de cronopios y de famas) y que en el fondo será lo mismo. Además, y por último, sé que tú entiendes muy bien. Estos cuentecitos de cronopios y de famas han sido mis grandes camaradas de París. Los anoté en la calle, en los cafés, y sólo dos o tres pasan de una carilla. No los considero obra seria, sino un descanso bien merecido después de Keats. Noto que me ha sido dada cierta magia verbal, y los cronopios son la objetivación espontánea de esos juegos de la palabra consigo misma. Pero tú, buen observador, verás que por debajo van aguas más duras e intencionadas”.
Finalmente, por una carta del 19 de diciembre de 1952, se confirma el envío a Buenos Aires: “¿No te pasó Baudi mis pequeños cronopios, mis famas y esperanzas? Quiero que las leas porque son muy encantadores, muy tristes y muy enternecedores. Estoy muy contento de esos ejercicios, pero me temo que a Baudi le hayan parecido horrendos, a juzgar por su ominoso silencio”.
El hijo del coleccionista consultó también con el escritor uruguayo Aldo Mazzucchelli, doctor en Letras por la Universidad de Stanford y experto en Cortázar. “Desde el punto de vista literario, teniendo en cuenta sobre todo la época y el contexto de composición, el estilo, el idiolecto del autor y los temas, no hay ninguna razón sólida para pensar que estas páginas no sean auténticas”, afirmó el especialista. El remate del mecanoscrito, que conforma el lote 187 de 199 piezas de obras de arte, grabados, mapas antiguos, libros, objetos históricos y fotografías, se transmitirá en vivo desde la sede de Zorrilla Subastas en el Centro de Montevideo, con posibilidad de pujar por internet a través de las plataformas Invaluable, de Estados Unidos, y Drouot, de Francia.
Aquilanti y Vega desean que el original mecanografiado quede en alguna institución pública o privada de Argentina. Nada más cronopio que escapar de la basura para encontrar otro destino en la subasta.